Junto a la revolución del conocimiento, ha tenido lugar, y está en pleno desarrollo, una revolución del trabajo, que tiene varios frentes. Por una parte, avanza la automatización. Las plantas de fabricación de automóviles más avanzadas parecen escenas de una película de ciencia ficción: los robots, no los obreros, predominan en el suelo de la planta. En muchas otras áreas el avance es similar, aunque tal vez se encuentra en una etapa más temprana.
Los automóviles que se manejan a sí mismos ya no son una fantasía, sino que tienen más de una década de transitar por las calles de California, y las computadoras que responden a comandos de voz, hoy se encuentran en los bolsillos de cada uno de nosotros. Además, las formas tradicionales de colaboración en el trabajo están siendo sustituidas, en muchos ámbitos, por formas de colaboración completamente nuevas.
El caso de UBER: Desde hace algún tiempo en Costa Rica tenemos una interesante discusión acerca de UBER, pues algunos piensan que es una actividad que se debe regular y otros piensan que se debe dejar libre. Pronto tendrá lugar una discusión legal aún más interesante que tiene consecuencias globales, pues la pregunta que algunos se formulan es si los choferes de UBER son empleados de la empresa o si son contratistas independientes.
¿Cuál es la respuesta correcta? La respuesta correcta me temo que es el reconocer que las viejas formas de pensar la relación entre trabajadores y empresas son irrelevantes para las nuevas formas en que se organiza el trabajo y la colaboración. Mientras todo este debate ocurre, ya UBER está pensando en su modelo de negocio del futuro, que es el vehículo UBER de conducción autónoma, sin chofer.
¿Qué quiere decir todo esto? Que no solo los abogados sino el Gobierno y nosotros los legisladores también vamos a tener que convertirnos en innovadores, y pensar y crear normas que regulen estas nuevas formas de colaboración, que no se pueden equiparar a la relación entre los trabajadores de una fábrica y la empresa que los contrata, ni tampoco a la relación entre dos grandes corporaciones.
En otras palabras, hoy el mundo del trabajo está pasando por una revolución. El mundo de los contratos entre empresas también se está transformando. En el “viejo mundo”, una empresa de manufactura solía desarrollar toda la ingeniería y diseño “en casa”, y luego escogía entre fabricar ella misma todo lo que necesitaba – es decir, integrarse verticalmente – o bien hacerse de una lista de proveedores externos y contratar al que ofreciera el producto demandado al menor precio.
En el mundo nuevo, las empresas tejen complejas redes de alianzas, y las tareas de diseño e ingeniería se distribuyen a todo lo ancho y largo de esas redes sumado a una desaparición de fronteras, ya que cada vez son más irrelevantes en todo tipo de industrias.
Las Universidades y la Educación del Futuro: Estos cambios implican nuevos retos y oportunidades para la oferta y demanda de carreras. Los nuevos profesionales tendrán la oportunidad maravillosa de colaborar, pero también el desafío de competir, competir con graduados de las universidades más prestigiosas del mundo. Costa Rica necesita universidades que estén a la altura de los cambios esbozados acá.
¿Están nuestras universidades a la altura de esa tarea? Algunas gradúan muy buenos profesionales, pero no los suficientes en áreas críticas para el desarrollo nacional, y casi siempre preparados para un ambiente muy lejano al mundo real de las empresas y la producción. Otras se han politizado en exceso y no faltan las que son sencillamente mediocres.
Ante la dinámica del mundo, debemos prestar atención y aprender sobre cómo revoluciona el trabajo y consecuentemente, cómo debe adaptarse el sistema educativo para cumplir a cabalidad las necesidades de innovación que enfrentaremos en el corto, mediano y largo plazo.
Además, nos corresponde ser creativos en las fases de adaptación tanto desde la legislación que hay que construir para habilitar transiciones justas y responsables de los cambios sociales que se avecinan, hasta el repensar nuestro ecosistema trabajo-educación de manera que todas y todos los costarricenses podamos obtener los mayores beneficios de la revolución del conocimiento.
No dejar a nadie atrás debe ser la consigna, ¿estamos listos para innovar y cumplirla?
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