Abuelita con tenis blancas

» Por Ricardo Castro Calvo - Asesor Asamblea Legislativa

Al celebrar el día de la Mujer, regreso en páginas de historia y la memoria se detiene en la abuela Vilma.

Ella es motivo de respeto y gratitud por su ejemplo de vida sencilla y fecunda.

Hoy, cuando se habla de la lucha por los derechos de la mujer, deseo compartir unos retazos de historia que he pegado en el alma, desde la presencia de ella, mi abuela materna.

Rememoro las crónicas de la vieja, sobre las luchas de las mujeres, a principios del siglo XIX, para gestar y parir su derecho a opinar y a votar.

Los padres de la abuela fueron emigrantes europeos que llegaron a tierra costarricense en barco. Desde un puerto francés. No está claro si Burdeos o Marsella. Elliot, belga y Raquel inglesa, ambos judíos. Venían huyendo de la primera guerra mundial y arribaron a Puerto Limón con abuelita en vientre.

Eran testigos del camino adelantado por las mujeres en el Viejo Continente.

Desde 1910, el pleno de la Internacional Socialista acordó apoyar e impulsar el sufragio de la mujer. Se acordó en presencia de 100 mujeres de 17 países, entre ellas, las tres primeras diputadas de Finlandia. Un año después, un millón de mujeres de Suiza, Dinamarca, Alemania y Finlandia hicieron plantón en las plazas de las capitales, así como en otros suburbios prominentes. El mensaje era empoderar a las mujeres para ocupar cargos públicos y garantizar su derecho al trabajo.

En vísperas de la guerra mundial, las mujeres vestidas de blanco se alzaron en grandes movimientos por Europa, para izar la bandera de la paz.

Al llegar el barco a Limón, hubo que buscar de urgencia a “una partera” para atender el nacimiento de la pequeña. Un viaje turbulento y el cansancio fueron determinantes para que, al tiempo que la niña nacía, su madre, solo tuvo tiempo de besarla y dejar plasmado que deseaba que llamara Vilma. Articuló que ese nombre, sería en memoria de Guillermo, su amoroso padre, hombre de una magna fuerza de voluntad y protector de las mujeres.

Vilma quedó en brazos de su partera, Vinnette. Sin papeles. Ella, sería su única familia. El padre continuó viaje a San José y nunca más la volvió a ver. Vilma, creció al amparo amoroso de Vinnette.  Disfrutó de una niñez feliz hasta alcanzar un título de sexto grado en colegio bilingüe.

La vida sabía que, esa sería una herramienta poderosa, para seguir una vida de buen nivel socio económico. Fue entonces, cuando Vinnette dejó este mundo y Vilma quedó sola, dos veces huérfana.

Vilma decidió seguir los consejos de su madre de crianza y continuó con sus estudios. Buscó a las amigas de Vinnette, que disfrutaban de una buena posición social y le dieron techo y alimento. La joven Vilma se matriculó en el Colegio de Señoritas. Pródiga en sus lecturas de filosofía y poesía en inglés. Estudiante sobresaliente y gran jugadora de basquetball. Antes de concluir el primer año, recibió una beca académica. De esta manera, correspondía con creces al apoyo que le brindaban bienhechoras.

La política le resultaba fascinante y sobre todo cuando se trataba de los derechos de las mujeres. No hay duda de que, esa semilla se sembró, en las entrañas de su madre.

El 12 de octubre de 1923, en las instalaciones del Colegio de Señoritas, con la presencia del presidente de la República, Julio Acosta y su esposa Elena Gallegos, se constituyó la Liga Feminista Costarricense. Se fundó ahí, la primera organización de mujeres en la historia del país. Liderada por la abogada Ángela Acuña Braun.

La abuela Vilma abrazó los postulados de la Liga Feminista. Esta agrupación logró que la propuesta del derecho al voto para la mujer se discutiera en los congresos de 1929, 1931, 1934, 1939, 1941, 1944 y 1947 sin resultado positivo. A esta época se le conoce como “la conspiración del silencio”. Nunca hubo mayoría para otorgar el derecho de voto a la mujer.

Justamente en esos años de activismo, conoce al abuelo. Eladio era un hombre de familia política. Su hermano Carlos diputado y él, gobernador de la provincia de Limón. El abuelo, era persona de confianza de León Cortés. Era primo hermano de la esposa Julia Fernández. La abuela, desde esa posición de cercanía con el presidente, procuraba influir en el pensamiento de Cortés Castro que no parecía muy convencido de las bondades del voto femenino. Como se explicó anteriormente y, a pesar de la labor de cabildeo, se rechazó en los congresos del 39, 41, 44 y 47.

Los abuelos se suman a la guerra civil del 48. De previo, un grupo de mujeres reunidas en su casa, con la presencia de José Figueres Ferrer, le someten como condición para apoyar esa aventura, que debían incluir en su carta ideológica, el derecho del voto para la mujer. Comenta la abuela: “Pepe nos respondió de inmediato. Ni lo pensó. Fue un sí desde el alma.”

Aceptada la proposición por los revolucionarios del 48, es asumida en el texto del proyecto de Constitución Política, que preparó una comisión designada por la Junta de Gobierno de la Segunda República. Aunque la redacción de la Junta, que lideró Rodrigo Facio, fue desechada por la Asamblea Constituyente; el 20 de junio, se discute el derecho al voto de la mujer y, se aprueba con 33 votos a favor, de los partidos Unión Nacional y Social Demócrata y solo 8 votos en contra.

Queda incorporado el derecho de sufragio para la mujer, en la Carta Magna, a partir de su promulgación el 7 de noviembre de 1949.

Vilma dedicó su vida a la familia, especialmente porque el abuelo sufría de una dolencia de riñones que lo llevaría tempranamente a la tumba. Ella, mantenía agradables conversaciones con doña Marita y doña Adriana “Nana” Camacho, esposa y cuñada de don Francisco “Chico” Orlich. En los cónclaves de las señoras, había algunos temas que sobresalían en mi atención; el Hospicio de Huérfanos o la Escuela de Enseñanza Especial y por supuesto, la finalización del Hospital de Niños.

Hubo largos diálogos, con doña María Teresa Obregón y unas tasas de café; con Estela Quesada, compartían cigarros y reflexiones, hacían que mis tardes de niñez, tuviesen formación y apertura hacia los derechos de la mujer. Ellas eran, mi abuela y dos de las tres primeras diputadas de Costa Rica.

La vejez alcanzó, la mente de la abuela, en forma prematura. Aunque nuestros ojos siempre hablaron, mil veces le besé con gratitud.

Solo un recuerdo más. De nuestras últimas tardes, mi viejita pidió que la llevara al cementerio. Fuimos a rememorar al abuelo Eladio. La sorpresa fue grande cuando me llevó de la mano a otra estación. Era el mausoleo de Elliot. Sus bellos ojos azules se inundaron y dijo: siempre supe de él. Nunca me buscó, yo lo perdono. Lección de vida que atesoro.

La tolerancia sólo es posible cuando se lucha desde el corazón. Mujeres no equivoquen su destino. El corazón de la mujer es invencible.

Siempre tuve espacio para preguntar. Siempre hubo amor para responder.

Si Vilma estuviera con nosotros, caminaría de la mano con ustedes, hermana con todas, eso que ahora llamamos: sororidad. ¡Vestida con tenis blancas!

¡Feliz día de la Mujer!

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