¿Ya realmente estoy viejo?

Por cuestiones de trabajo – siempre vinculado a la academia – hube de visitar un país hermano de la región, viaje que hice por tierra (6 horas por tierra, solo en bus) adicionándole la hora de levantada, más la escala en casa de los amigos, hora de almuerzo, reunión de trabajo toda la tarde, cena, preparativos para el día siguiente lo que sumaba unas 19 horas de trabajo continua.

Cuando casi restaban minutos para la medianoche (12 pm) donde empezaba a agobiar el cansancio, una compañera del equipo de trabajo, me preguntó si deseaba tomar algo antes de dormir, sí le contesté, “… por favor un vaso de agua para tomar unas pastillas…” y me respondió, “… ¡ya están viejos todos ustedes!” (Se refería también al colectivo, incluyéndome)

Su declaración, me llamó la atención: ¡viejo! No por el epíteto, sino que me anunciaba que ya llegaba a una edad, en la cual necesitamos mantenernos “en línea”, entiéndase cuidarnos. ¿Acaso los vehículos no requieren de su overhaul? (palabra en inglés, cuya traducción expresa: examinar partes de una maquinaria para identificar las deficiencias o fallas de la misma), nosotros los adultos también.

Cuando imparto clases, y le cuento a modo de anécdota, “… cuando yo estudiaba en el instituto o la universidad…” suele ocurrir casi siempre el que surjan voces – semiclandestinas – en el colectivo de estudiantes ¡ …uuuuhhhhh…!, en señal de “añales”, que han pasado por uno o que uno ha pasado por ellos.   Ambos ejemplos, nos permiten llegar a una conclusión: tienen razón.

Obviamente lo anterior, no me hace amilanarme, en el sentido del valor agregado que nos da la experiencia para tratar de transmitir nuestra experiencia, nuestros conocimientos teóricos y prácticos, para que nuestros estudiantes sean mejores. Así habrán de hacerlo los que ejercemos la profesión de docentes, pero también los padres y madres de familia, que solemos aconsejar a nuestros descendientes, entiéndase, estudiantes, hijos e hijas.

Es cierto que nosotros, no solemos vernos a nosotros mismos, excepto que nos paremos de forma premeditada ante un espejo, comparándonos en ese momento con una foto al lado de unos ¿10, 20 años atrás?, pero, en fin, ¿cuáles serían las conclusiones a que arribaríamos, en el momento que nos vemos frente a ese objeto que refleja la verdad de nuestra imagen?

Nada, que estamos “creciditos” y que somos mejores que ayer, ya que hemos acumulado más experiencia: capacitaciones recibidas bien de manera formal o autodidacta, que nos permiten fortalecer nuestros conocimientos, relacionarnos con profesionales que nos enseñan (para lo cual nunca nos ponemos viejos), aprender de los jóvenes, los cuales nos catalizan u obligan a aprender más de la tecnología, donde “son pilas puestas”.

¿Saben cual era la esperanza de vida del hombre primitivo (Homo sapiens)? En el hombre 13 años, y en la mujer 13 años y cuatro días (Nada, innegable que duran más que nosotros), mientras que hoy en día, los hombres duramos 73 años (UNICEF 2022) y en el caso de las mujeres, perdón, pero no logré identificarlo. (¿Acaso, no quieren dar a conocer cuantos años duran o pueden alcanzar?) Nota: propio de mujeres, no las crítico, siempre son bellas.   En fin, no nos pesa haber llegado, hasta donde hemos llegado. Lo alegre es que nos quedan años para seguir transmitiendo nuestros conocimientos y adquiriendo otros.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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