Erich Francisco Picado Arguello*
La presencia del señor diputado libertario José Alberto Alfaro Jiménez en la isla dictatorial de los hermanos Castro, es el culmen de la abdicación de la razón ideológica del que fuera el Partido Movimiento Libertario, órgano político que nació a la vida institucional con mucha energía cristalina de pensamiento, y que supo atraernos a muchos hacia sus filas.
El tiempo es un molino severo en su constancia, que pareciera no perdonar a nadie, ni siquiera a un partido político que se desdibuja en su esencia.
Quienes votamos o votábamos libertario, lo hacíamos conscientes de que significaba una propuesta seria y formal de oposición, con ribetes de pensamiento ideológicos sólidos, que propugnaran un verdadero cambio en el manejo de la cosa pública en el país.
Pírricas victorias de reforma lograron, que fueron avasalladas por una serie de acciones poco esclarecedoras sobre el pensamiento de la opinión pública y el manejo de los recursos públicos, alianzas políticas que obligan a la derrota de la pureza de pensamiento liberal, y, por último acto teatral, la visita oficial de un diputado libertario en la tierra de la dictadura, represión y negación de los más elementales derechos humanos y de expresión.
¿Qué tipo de denuncia presentará este diputado libertario para reclamar libertad en la isla? ¿Cuál será la propuesta libertaria llevada en su valija para exigir respeto a la libertad de conciencia y de prensa en esa cárcel llamada Cuba?
En sana teoría, los liberales somos adversarios claramente irreconciliables con aquellas ideologías como el comunismo que contravienen, desde la raíz, todos los principios filosóficos de la libertad que defendemos.
Pedimos no más impuestos, pero el diputado Alfaro se guinda del avión que pagamos todos. Pedimos no más impuestos a cambio de una reducción racional y sostenida del gasto público, pero este diputado une su voz y presencia a los miembros del Frente Amplio, del PAC y su gobierno, de una delegación suntuosa de turistas políticos que van a gastarse nuestro dinero a la casa de los dictadores más añejos de América.
La incoherencia ideológica es el más grave problema de la política. No en vano crece el abstencionismo, se evapora la credibilidad en el sistema político, se deja de creer en la justicia, y el pilar institucional que sostiene el altar de la patria se socava peligrosamente.
Los verdaderos liberales no negociamos con enemigos de la libertad. Ni cohabitamos con ellos. La lucha electoral presente tiene a muchos candidatos libertarios luchando casa por casa para alcanzar regidurías, sindicaturas y alcaldías.
Los escándalos, propuestas indecorosas y viajes nefastos son la mejor de las anti campañas.
Libertarios de papel. Ideólogos de humo. El país requiere de definiciones y conductas certeras. No de turismo político pagado por el pueblo.
*Periodista
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