365 días dura un año, tiempo que demora nuestro planeta Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol, tiempo establecido por el llamado Calendario Gregoriano, siendo originario de Europa, y como promotor del el papa Gregorio XIII (Papa # 226 de la Iglesia católica de 1572 a 1585) ¡Interesante!, ¿cierto?
Esta centena de días, suelen ser plasmada en un calendario (palabra que proviene del latín calenda) interpretado o definido como una cuenta sistematizada del transcurso del tiempo, utilizado para la organización cronológica de las actividades humanas, donde solemos planificarnos.
El ingenio del ser humano ha plasmado estos calendarios bien en agendas, donde más allá de indicarnos el día, nos permite tomar notas o apuntes de el desarrollo de una actividad en particular que teníamos previsto o planificado (una limitante tal vez, que, dependiendo de la duración de la reunión o de los temas tratados, te pases sin ninguna intencionalidad al día siguiente, pero realmente no es un problema, lo importante es que salgas claros de los compromisos adquiridos y cumplas con ellos)
Los que son más adictos a la informática y que antes de cerrar los ojos para dormir, apagan la computadora portátil o el celular, pero que ésta al otro día, también le despierte, indicándole “… le quedan 15 segundos para levantarse…” que además también tienen su propio calendario o planificador.
¿Cuál es el plan de la institución, centro de trabajo, tareas principales, metas a cumplir, en fin, un elemento que nos conduce a planificar nuestras actividades laborales?, ¿y por qué no las festivas? Las fechas Patrias, las fiestas patronales, los cumpleaños de la familia, de sus compañeros de trabajos, amigos y amigas.
Ya una vez arreglado “el mundo”, entiéndase un nivel de planificación de una exquisitez tal envidiable por cualquier experto en la materia, la problemática es que lo ahí plasmado a lo cual dedicó tiempo, mucho tiempo se cumpla.
Cumplir una tarea para cualquier persona, estudiante, profesor, administrativo, dirigente, debe ser previsorio (que incluye previsión, prudencia y sensatez, señala nuestro amigo el diccionario) en que debo hacer antes, ¿recopilación de la información, solicitudes de resultados, avance de, cuando se ha ahorrado en…?, pero, ¿por qué no planificar inclusive los posibles imprevistos, que lógicamente rondan como una “Espada de Damocles”?
La problemática de todo lo anterior es que a pesar de todo el esfuerzo institucional y suyo con la cual debe sentirse comprometido y ante de la entrega de una información necesaria, racional, equilibrada usted pida una extensión de la entrega de la misma, dando la nota discordante dentro del equipo de trabajo, lo cual le convierte automáticamente en el ¿Patico Feo? (Cuento infantil de Hans Christian Andersen, siglo XIX), por no entregar a tiempo el día que le correspondía, y que había sido orientado por una necesidad y no por un capricho.
¿Justificaciones de la no entrega? “A mí no me quedo claro, la fecha…”, ¿Por qué no lo recordaron?, ¡es que tenemos mucho trabajo! Ante este conjunto de justificaciones baldías, que les agradecería que fuesen juzgadas por ustedes, y que por lo general existen pocas personas así, pocas, pero existen. ¿Una posible solución draconiana? Retener un poco el giro de la Tierra alrededor del Sol, para que podamos entregar la información a tiempo. ¿Les parece?