Las llamadas tecnologías disruptivas, aquellas que nos alejan de nuestra zona de confort, generan conflictos en nuestra idiosincrasia, los cuales se ven reflejados en múltiples situaciones cotidianas, como la adopción de la factura electrónica, la implementación del gobierno digital, el papel de Uber, entre otras. Sin embargo, ¿se han puesto a pensar por qué las cosas no son un poco más fáciles?, ¿Por qué tildamos de capitalistas a quienes simplemente desean ser más eficientes? Realmente solo se trata de simplificar haciendo uso del sentido común.
Pongamos varios ejemplos. El problema de Uber no radica en el propio sistema ni en sus conductores sino en nuestras malas costumbres. Si 50 placas de taxi no fuesen propiedad de un mismo individuo, si las mismas fueran asignadas individualmente, si el servicio fuese eficiente y si los taxistas no se vieran obligados a pagar un alquiler diario de la totalidad de su ganancia diaria, los mismos obtendrían más facilidades para bajar precios, aportarían mayores ventajas y ofrecerían al consumidor una experiencia más satisfactoria al recibir el servicio. Por tanto, Uber no se habría visto obligado a irrumpir en el mercado para satisfacer una demanda presente y simplificar la movilidad urbana.
En el caso del gobierno digital se repite la misma canción con una simple alteración en el estribillo. Asistir a las instituciones, hacer filas, esperar que el papel atraviese un engorroso camino hasta llegar a la persona indicada supone un desgaste en el fluir laboral del ciudadano. En cambio, con la implementación de la tecnología descrita se hace posible enlazar los procesos con la totalidad de las instituciones y reducir así los procesos de espera.
Otro ejemplo claro consiste en la factura electrónica, la cual se reduce en una clara simplificación y en una mayor recaudación para el Ministerio de Hacienda. Por medio de la misma es factible que el monto de cualquier factura quede registrado en los archivos, haciendo más ágil el proceso de declaración de renta ya que se contemplarían las ventas y los gastos de cada empresa. Actualmente, dicha institución espera a la declaración y la revisa. Con dicho modelo, el proceso quedaría invertido pues sería el Ministerio de Hacienda quien portaría conocimiento de los ingresos de las empresas y emitiría su monto a pagar sin esperar declaraciones en una fecha límite.
Pese a los beneficios demostrables que las tecnologías disruptivas aportan a nuestra sociedad, como automatizar los procesos y reducir el “chorizo”, las mismas no consiguen fluir en un país como el nuestro, donde la afectación directa a un reducido grupo de beneficiarios de una organización echa al traste cualquier proceso.
Todos los costarricenses debemos tener conciencia de los cambios que impactarán directa e indirectamente en nuestra forma de vivir, sabiendo que obtendremos mejor calidad en los servicios que utilicemos. Debemos evitar recurrir a la doble moral. Definitivamente, no podemos seguir legislando en un país del Siglo XXI con leyes del Siglo IXX.