Taiwán y la OMS: una revancha para las democracias

» Por Pedro Isern - Director ejecutivo de CESCOS

La democracia liberal se encuentra asediada desde dentro y fuera de occidente. Taiwán ha sido uno de los pocos faros recientes en estos tiempos difíciles. Esta pequeña isla de 23 millones ha demostrado tener un coraje, prudencia y paciencia extrañamente ausente en importantes democracias. Paso seguido, las sociedades abiertas enfrentan una obligación moral: lograr que Taiwán participe con voz y voto en la Organización Mundial de la Salud.

Taiwán ha sido la democracia liberal más eficiente en controlar la pandemia. La eficiencia supone una combinación donde se logra el objetivo (el qué) pero donde importa el medio para ello (el cómo). Es decir, se alcanza eficientemente un objetivo cuando se utilizan mecanismos transparentes que respetan los derechos de las personas. En cambio, China ha sido (o dice ser) exitosa en controlar la pandemia pero lo ha hecho utilizando mecanismos represivos. Por su parte, EEUU ha sido una democracia ineficiente e Irán una teocracia ineficiente en el objetivo de  controlar la pandemia. En nuestro ejemplo, el mejor de los mundos posibles lo expresa Taiwán, el peor lo expresa Irán y, a mitad de camino, se encontraría una disputa abierta entre supuestas democracias ineficientes y supuestas dictaduras eficientes. Esta tentación maniqueista es la farsa de nuestro tiempo. ¿Por qué? Porque la comparación es impropia en tanto compara valores éticamente inconmensurables. La comparación pertinente no es entre una supuesta dictadura eficiente y una democracia ineficiente sino entre la supuesta dictadura eficiente y una democracia eficiente como Taiwán. Esta falsa dicotomía  es el desafío principal de nuestra época (nuestro “momento Sputnik”) y un aspecto central en tiempos de pandemia.

La construcción del mito de  un capitalismo autoritario como fenómeno económico eficiente choca contra el ocultamiento del origen de la pandemia en China, el daño que ese ocultamiento generó en el resto del mundo y la eficiente respuesta sanitaria de Taiwán, implementada respetando los derechos humanos. Taiwán y su manejo de la pandemia desarma el relato construido en los últimos 20-25 años por los neutrales y amigos de China que, particularmente en gobiernos, medios y universidades en occidente, pretenden relativizar la represión y sopesarla con el supuesto milagro económico.

En definitiva, ¿qué es ser eficiente? ¿Cómo representar la eficiencia? Una economía que crece mucho violando los DDHH o una economía que crece menos pero que respeta los DDHH? La pandemia nos ha informado los inconvenientes éticos y económicos que poseen los capitalismos autoritarios. Sin embargo, el régimen chino parece haber podido sortear una mínima o elemental investigación de lo sucedido.

Paso seguido, aparece una manera concreta y legítima de reaccionar ante este nuevo desafío que la pandemia le ha provocado a las sociedades abiertas: incorporar a Taiwán a la OMS y darle el lugar que se ha ganado. Incorporar a Taiwán a la OMS es un mínimo moral que las sociedades abiertas tienen la obligación de impulsar.  Es que la presencia de Taiwán en la OMS no es solo conveniente sino es, esencialmente, una obligación moral de las sociedades abiertas impulsar la presencia de una democracia eficiente en un organismo opaco e ineficiente en medio de una emergencia sanitaria provocada por la opacidad represiva del principal socio comercial de la mayoría de los países del mundo.

Nuestro punto principal ha sido introducido y debe ser remarcado: si la geopolítica reciente se ha metido en la trampa de oponer crecimiento versus libertades individuales, la experiencia taiwanesa aparece como una obvia solución a esa trampa al demostrar que gran parte de su eficiencia ha descansado en la utilización de la transparencia y respeto a los derechos individuales para, precisamente, lidiar con un acontecimiento inesperado como el Covid 19.

La prosperidad global de los últimos 20 años ha tenido un pecado original: descansó en la subestimación ética que gran parte de occidente hizo del “problema chino”. La economía china creció desde 1990 a un promedio anual de 8.8%. Esto repercutió en una debilidad permanente de las libertades individuales dentro de China pero, más aún, ha repercutido en una creciente debilidad de los derechos individuales  a lo largo del globo de manera primero incipiente, luego difusa y, con la explosión de la pandemia, de manera brutal. El ejemplo dramático acaba de ser Hong Kong. Un ejemplo próximo podría ser Taiwán. Occidente debe reaccionar.

Así, hemos erróneamente construido un maniqueísmo inmoral: aceptamos el beneficio del alto crecimiento económico chino ignorando el impacto negativo en las libertades dentro y fuera de China porque nuestras economías crecían a tasas moderadas (a un promedio de 2-3% anual) pero (percibíamos) que nuestro bienestar crecía mucho mas mientras, por otro lado, creíamos que nuestros derechos individuales y libertades permanecían relativamente sólidos. Este irresponsable contrato tácito que una parte importante de occidente firmó con China resultó no solo ser inmoral sino, como ha demostrado la pandemia, económicamente ruinoso. Hoy (noviembre de 2020) no solo nuestras libertades son más débiles que ayer sino que la opacidad china en el manejo del virus ha tenido un impacto ruinoso en la economía de las democracias liberales. Es importante repetir esta secuencia: habíamos aceptado tácitamente un incipiente (difuso) proceso de debilitamiento de los derechos individuales porque los beneficios económicos eran concretos y, sin embargo, hoy (2020) nos encontramos con una amenaza explícita a las libertades (como refleja la dramática situación en Hong Kong) y una crisis económica sin precedentes. El costo era difuso y los beneficios percibidos eran concretos. Precisamente por ello hoy tenemos costos concretos y beneficios económicos difusos que tienden incluso a desaparecer.

Así, enfrentamos un nuevo problema: la incapacidad de identificar al régimen represivo autoritario chino como la principal causa de esta situación. Nuevamente, es nuestro “momento Sputnik”: 1) occidente en recesión, 2) las libertades amenazadas en Hong Kong, 3) China de regreso al crecimiento, 4) las libertades de las minorías dentro de China más debilitadas que antes de la pandemia y 5) una comunidad internacional incapaz de investigar lo sucedido y hacer responder a los responsables. La combinación es delicada.

Paso seguido, en esta coyuntura aparece un rol para Taiwán. El rol es claro, no es pretencioso y no busca en si mismo discutir la macro idea del “momento Sputnik” pero si aspira a precisar una específica (o micro) respuesta contundente que las sociedades abiertas deben, con urgencia, explicitar: no solo es necesario contar con la experiencia de Taiwán en la OMS sino que es imperioso demandar una explicación inmediata a aquellos que, junto a China, demuestran ser indiferentes o, peor aún, neutrales, ante esta situación.

La ausencia de Taiwán en la OMS debiese generar en las sociedades abiertas una indignación similar a la que produce la presencia en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de Cuba, Venezuela, Irán o Arabia Saudita. Son situaciones (una por acción, la otra por defecto) que nos interpelan siempre pero lo hacen brutalmente hoy, en medio de una pandemia generada  por la opacidad de un capitalismo autoritario y represivo como el Chino pero por otro lado enfrentada y en parte maniatada por una democracia liberal capitalista, pacífica, próspera y plural como Taiwán.

Podemos intentar graficar este escenario: tomamos un conjunto de países representativos del presente (EEUU, Taiwán, China y Hong Kong) y del pasado (Alemania occidental y Alemania oriental). En el eje vertical Y tenemos el desempeño en libertades civiles y políticas (Freedom  House) y en el eje horizontal X tenemos el promedio de crecimiento de los últimos 20 años de los países (el promedio de los últimos 10 años en el caso de una y otra Alemania).

 

Solo Taiwán refleja un alto grado de libertades y alto crecimiento económico. Es importante notar que un ejemplo  anterior de sólidas libertades y alto crecimiento económico era Hong Kong. Eso ha dejado de ser así al menos en lo que respecta a las libertades y es probable que la creciente ausencia de libertades en Hong Kong redunde en un menor crecimiento.

El mundo post guerra fría refleja una creciente complejidad. No podemos recurrir a los tiempos simples y felices que se seguían de las enseñanzas del muro de Berlín. Allí, los resultados eran concluyentes no solo por la complementación entre alto crecimiento y solidas libertades en Berlín (Alemania) occidental sino por la inmediata posibilidad de compararlo, muro mediante, con la complementación entre bajo crecimiento y ausencia de libertades en Berlín (Alemania) oriental. Esas sociedades eran las mismas de un lado y del otro del muro. Ese mundo simple y contundente se ha ido y el régimen chino se ha ocupado (con la indiferencia de actores relevantes de occidente) en que una perspectiva comparada similar no pueda sobrevivir en Hong Kong.

Desde 1990 hasta la aparición del Covid 19 la relación de occidente con China descansó en un intercambio de beneficios económicos concretos y costos morales e institucionales difusos (o incorrectamente percibidos). La llegada de la pandemia expuso las limitaciones de esta estrategia. Sin embargo, nos enfrentamos a un nuevo “momento Sputinik” en tanto el Covid 19 expuso las consecuencias que la opacidad del régimen chino tiene para las sociedades abiertas pero semejante exposición no ha contribuido, hasta ahora, a cambiar estructuralmente el falso trade-off inicial.

Las democracias liberales tienen una obligación moral y geopolítica con Taiwán. Lograr su incorporación a la OMS es un pequeño paso en medio de un camino complejo en tiempos difíciles.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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