Un nuevo informe de Naciones Unidas nos ha confirmado la grave situación que se vive a nivel global y en nuestra región: 60 millones de personas padecen hambre en América Latina y el Caribe. Esto significa un aumento del 30 por ciento, en relación con las cifras del 2020.
Así lo indicó el informe del Panorama regional de seguridad alimentaria y nutricional 2021, que presentamos recientemente desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
La malnutrición se ha expandido en este último año: 267 millones de personas padecen inseguridad alimentaria moderada o grave y 106 millones viven con obesidad. Con esto afirmamos que el hambre en América Latina y el Caribe se encuentra en su punto más alto desde el año 2000.
De los 33 países analizados en la región de América Latina y el Caribe, hay mucho contraste en las particularidades en cuanto a sus avances y retrocesos en este tema. Y específicamente en el caso de Costa Rica, el hambre no logró ganar más terreno, aún en medio de una pandemia que ha sido, en parte, la principal responsable del deterioro de la seguridad alimentaria en todo el mundo.
El informe señala que, en Costa Rica, durante el trienio 2018-2020, quince de cada cien personas experimentaron inseguridad alimentaria moderada debido a una reducción en la cantidad o calidad de alimentos por falta de recursos económicos, mientras que tres de cada cien personas en el país experimentaron inseguridad alimentaria grave.
Como parte de algunas medidas acatadas por el Gobierno, en abril del año pasado, para enfrentar la inseguridad alimentaria y la emergencia sanitaria de COVID-19, con el apoyo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, el Instituto Mixto de Ayuda Social, entre otras instituciones, se creó el Bono Proteger para beneficiar a familias de escasos recursos que sufrieron una caída de sus ingresos por la pandemia. Además, el país siguió beneficiando a miles de estudiantes y sus familias con el programa de comedores estudiantiles del Ministerio de Educación Pública, y con el apoyo del Consejo Nacional de Producción (CNP) mediante la entrega de paquetes de alimentos frescos.
Por otra parte, el Ministerio de Agricultura y Ganadería tomó las medidas necesarias para garantizar el abastecimiento de productos agropecuarios, entre ellas, la continuidad de las ferias del agricultor, bajo estrictas medidas de higiene para prevenir la propagación del COVID-19 y promover el consumo de alimentos saludables y nutritivos para la población.
Es importante no confiarnos y ser indiferentes a las 200 mil personas que no se están alimentando adecuadamente en Costa Rica. De ninguna manera podemos permitirnos estar tranquilos mientras haya una sola familia costarricense con hambre.
Pero lo que sí es importante resaltar es que, en comparación con países que salieron del mapa de hambre en el mundo, el conjunto de iniciativas mencionados anteriormente, operando en un contexto de normalidad sanitaria, son parte de algunas medidas que han sido esenciales en la lucha contra el hambre.
Todas estas iniciativas deben alentarnos a seguir trabajando y reforzar aún más esas acciones, para que con la reapertura económica y la implementación de los Planes de recuperación post COVID-19, se pueda volver a retomar la ruta de la tendencia hacia la disminución que hemos ido siguiendo como país; y que nos llevará poco a poco a la erradicación de la más grande pandemia que ha sufrido el mundo por muchos años: la mala alimentación.
Sigamos, pues, trabajando por una recuperación con transformación, transitando a sistemas alimentarios que favorezcan las dietas saludables y permitan el desarrollo sostenible, sin dejar a nadie atrás en Costa Rica.
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