Inició el Tiempo de Adviento, para la Iglesia tiempo de preparación de cara a la conmemoración del más grande acontecimiento que cambió la historia: el nacimiento de Jesucristo.
Esto no es una idea o una campaña comercial para vivir el mes de diciembre. Este acontecimiento inscrito en la humanidad es precisamente el hecho que cambia nuestros corazones y nos hace capaces de Dios, para ser signos de esperanza, como la que él nos ofrece, y para que regalemos vida.
Los cristianos estamos llamados a reflejar el amor de Dios en tiempos en que se vuelve más difícil la profesión de nuestra fe y donde se nos ataca por defender consignas que son auténticos dones y derechos reconocidos por la misma humanidad que alguna vez creó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pensando en la dignidad del hombre.
Defender la familia, proteger la vida, ser garantes de la dignidad de la persona humana, hoy parece, para algunos, que son ataques y ofensas, más aún, que no tenemos ningún derecho para proclamarlos.
Recién, el pasado 30 de noviembre, la Diócesis de Ciudad Quesada celebró el Congreso diocesano Pro Vida, donde una vez más, dimos razón de nuestra esperanza, y ofrecimos razones para proteger al ser humano desde su concepción hasta su muerte natural.
Esa es nuestra obligación, porque Cristo nos dejó la misión de anunciar su Evangelio, Buena Noticia de vida. Y todavía hay más, estamos llamados a la vida sobrenatural, a esa vida que sólo se plenifica en el Salvador.
Lo decía San Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium Vitae (numeral 2): “El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal”.
El pasado 1 de diciembre, también se celebró una marcha en defensa de la vida, porque en este país a la vida le decimos sí, pues Costa Rica, desde finales del siglo XIX, puso fin a la pena de muerte, ya que nuestros antepasados tuvieron la capacidad de decir que la vida humana es inviolable.
Es tiempo de que los cristianos y las personas de buena voluntad podamos celebrar la vida. Podamos luchar por ser testimonio de Aquél que dio su vida para que nosotros tengamos vida.
Jesús y la Iglesia nos llaman a defender la vida. “Defender y promover, respetar y amar la vida es una tarea que Dios confía a cada hombre, llamándolo, como imagen palpitante suya” (Evangelium Vitae, 42).
Que, en este Tiempo de Adviento, podamos mostrar la diferencia de ser cristianos, de vivir nuestra fe católica de manera alegre, para llevar esperanza y vida a todos los rincones en que nos encontremos.
Que este Tiempo de preparación a la Navidad nos ayude a transformar, poco a poco, aquellos espacios en los cuales Dios nos ha llamado a servir desde nuestra condición y con las capacidades que nos ha dado.
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