La gestión de Anna Katharina Müller como ministra de Educación pasará a la historia como un capítulo oscuro para el sistema educativo costarricense. Llegó al cargo con la promesa de transformar la educación, pero su legado se resume en improvisación, escándalos y un profundo deterioro de la calidad educativa.
Desde el inicio, su falta de conocimiento en educación pública se hizo evidente. Su perfil, más ligado a la administración privada, no logró responder a las necesidades del sistema estatal. Su discurso tecnocrático contrastó con la realidad de las aulas, donde miles de estudiantes enfrentaban problemas de infraestructura, rezago educativo y la falta de docentes capacitados.
Además, Müller mostró una peligrosa desconexión con la realidad del país al minimizar el impacto del rezago educativo postpandemia. Mientras especialistas advertían sobre la crisis en el aprendizaje, su gestión se enfocó en medidas superficiales y en justificar la ausencia de soluciones concretas.
Su incapacidad de diálogo con los sindicatos y sectores educativos también marcó su gestión. En lugar de construir puentes para mejorar las condiciones laborales de los docentes y garantizar mejores recursos para las escuelas, optó por una actitud confrontativa y autoritaria, aumentando la desconfianza en el MEP.
Por si fuera poco, la crisis de infraestructura educativa se agravó durante su mandato. Miles de estudiantes pasaron meses sin poder asistir a clases presenciales debido a escuelas en condiciones deplorables, y su administración no ofreció respuestas claras ni soluciones viables.
En el 2024, el MEP reportó 849 órdenes sanitarias en escuelas y colegios públicos, lo que representa un aumento de 100 órdenes sanitarias en comparación con el año anterior.
El final de su gestión fue predecible: una salida silenciosa, sin logros que mostrar y con un sistema educativo más debilitado que nunca. La ministra se va, pero deja un país con más incertidumbre sobre el futuro de su educación. Costa Rica merece un liderazgo en el MEP que entienda la realidad del país, escuche a la comunidad educativa y proponga soluciones reales. Anna Katharina Müller no estuvo a la altura del desafío.