Antes de la pandemia, el transporte aéreo junto con el turismo representaba un 9% del PIB de Costa Rica. Ambos sectores se han recuperado muy favorablemente en el país y la tendencia es que los números de vuelos y visitantes siga creciendo. Sin embargo, considero que en Costa Rica no se moviliza la cantidad de pasajeros y carga aérea que se podría gestionar y que este crecimiento llegará a un techo limitado por nuestra insuficiente infraestructura aeroportuaria.
El gobierno ha indicado que sus prioridades aeroportuarias son el famoso aeropuerto de la Zona Sur y el aeropuerto de Limón. No está claro si este aeródromo caribeño se tratará de una nueva obra o remodelaciones al aeropuerto actual. En principio una noticia de nuevas obras aeronáuticas nos debería alegrar, sin embargo, también surgen dudas de inmediato. Por ejemplo, la actual administración indicó que hizo un gran esfuerzo para alcanzar cien millones de dólares con el fin de mejorar la pista de aterrizaje del aeropuerto de Liberia y construir una futura calle de rodaje que debió haber estado lista hace 40 años. Si fue tan complicado encontrar estos recursos, ¿de dónde saldrá el dinero para los dos aeropuertos que plantea el gobierno?
Un nuevo aeropuerto no necesariamente será rentable y recibirá vuelos. Existen “aeropuertos fantasma” en el mundo, tratándose de obras costosas -ahora abandonadas- que prácticamente no recibieron pasajeros, considerándose un derroche de dinero. Por ejemplo, el aeropuerto de Mirabel en Montreal o Huesca, Castellón y Ciudad Real en España, incluyendo el inconcluso aeropuerto de Texcoco en México que se dejó la obra a medias.
Parte de los numerosos y costosos estudios antes de construir un aeropuerto es evaluar posibles aerolíneas que volarán ahí. ¿Estarán dispuestas las empresas norteamericanas a tener vuelos a cuatro ciudades en la pequeña Costa Rica desde sus hubs en Miami, Houston, Los Ángeles o Toronto, por ejemplo? Si no, ¿para qué desgastarse en construir nuevas pistas anchas y largas junto con terminales de pasajeros si los vuelos internacionales podrían ser pocos o nulos en Zona Sur y Limón? ¿Con esos hipotéticos recursos no sería mejor ampliar la terminal de pasajeros del Daniel Oduber que registrará un 19% de más pasajeros canadienses para este invierno?
Se supone que estas dos obras planteadas son para beneficio socioeconómico obvio de las regiones donde estarán. Está claro que en Guanacaste existe un desarrollo gracias a la mano del Daniel Oduber. Sin embargo, el estado de las carreteras y transporte público para viajar de este aeropuerto a los destinos de playa sigue siendo patético y lamentable. Ni se hable de escuelas, delegaciones policiales o viviendas en la pampa.
Por otra parte, a nuestra principal puerta de entrada aérea al país le urge crecer. El aeropuerto Juan Santamaría no puede ampliar su terminal de pasajeros al suroeste, porque los hangares del taller aeronáutico de Coopesa están ahí. Coopesa se debió haber trasladado a unos terrenos al suroeste del aeropuerto hace años, no solo para ampliar la terminal, sino para que este centro de mantenimiento pase de atender 8 a 14 aeronaves al mismo tiempo y multiplique la cantidad de empleo. ¿No sería mejor priorizar el dinero en estas obras con impacto positivo inmediato? Además, les permitiría a las aerolíneas nacionales aumentar sus flotas y destinos.
En aviación, no todos los vuelos se tratan de comerciales con pasajeros. También existen vuelos privados, chárter y ejecutivos. Ya sea personas de altos recursos con su propio jet, o naves que alquilan para sí mismos. Estos aviones no estacionen en la misma plataforma que los vuelos de aerolínea, sino en otra rampa en los aeropuertos. Tanto la del Juan Santamaría como la de Liberia requieren expandirse de inmediato por la alta demanda. ¿Y si invertimos los recursos en proyectos así? ¿O si los invertimos en terminales y plataformas de carga aérea en los aeropuertos ya existentes?
Adicionalmente, si hubiese recursos para construir los dos aeropuertos que plantea el gobierno, ¿no sería mejor utilizarlos para contratar más controladores de tráfico aéreo? Existe un déficit de unos 60 funcionarios que le resta seguridad al sistema. Algunos controladores deben laborar horas extra, acumular vacaciones y hacer grandes sacrificios para que el sistema no se desplome. Si un controlador se enferma y otro pide las vacaciones que se merece y le corresponden, ya se empieza a estresar el sistema de control de tránsito aéreo nacional. Este es un problema serio que las administraciones han desatendido, con el gravante que toma unos dos años formar profesionalmente a cada nuevo controlador.
Igualmente, ¿por qué seguir ignorando la infraestructura de los aeródromos locales? Pistas cortas, angostas, en mal estado, sin pintura y con obstáculos en la aproximación son la historia que se repite en estos campos aéreos. Las terminales domésticas van de inexistentes a “paradas de bus” herrumbradas donde hay que recibir a los turistas. La Dirección General de Aviación Civil sí ha invertido en remodelar algunos de estos edificios, pero nada garantiza su mantenimiento a largo plazo. Incluso, la rampa y terminal de vuelos domésticos del Juan Santamaría ya está saturada. ¿Dónde están los planos y fechas de expansión? Ni siquiera existe un techo sobre la acera pública entre las dos terminales de pasajeros del Santamaría, provocando que los pasajeros y empleados se mojen al llover o reciban innecesaria exposición solar en verano.
En general, todos sabemos que la gestión de la infraestructura costarricense tiene gravísimas falencias comenzando por la falta de recursos. Con 202 años de independencia, en Costa Rica hay municipalidades que no saben lo que es una acera. Hay alcaldes que no saben que es un semáforo peatonal o un cordón de caño en buen estado. Se ha gastado una cuarta parte de nuestra vida independiente en la Circunvalación y la ruta a San Carlos sin que estén concluidas. En temporada de lluvia, no existe un procedimiento para cortar el zacate al lado de las vías. La ruta 27 es imposible de ampliar, la ruta 32 se cierra con cada aguacero y se anunció que en su ampliación habrá intercambios que serán rotondas y no pasos a desnivel por falta de recursos. El tren del Incofer es más largo que algunos andenes y el proyecto del tren elevado en la GAM duerme el sueño de los justos. En aviación nacional, pese al aumento del turismo, contamos con graves limitaciones. No es secreto que la situación fiscal sigue siendo delicada y se debe pensar muy bien cómo destinar el dinero. ¿Invertimos en obras ya existentes que darán beneficios inmediatos o nos aventuramos a construir aeropuertos con futuros inciertos?
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