Repensemos la educación y volvamos a leer

Por Junior Aguirre Gorgona*

Ernesto Sábato, gran ensayista argentino decía: “Hay que forzar al discípulo a formularse interrogantes. Hay que enseñarle a saber que no sabe, y que en general no sabemos, para prepararlo no sólo para la ciencia y la investigación, sino para la sabiduría”. (Apologías y Rechazos)

Repensar la educación en pleno siglo XXI no es poca cosa, ni tarea de cualquiera. En manos de los que formulan los Programas de Estudio de Primaria y Secundaria, y las Políticas Educativas, se encuentra el futuro de un país, y, de manera más personalizada, el de sus hijos.

Nuestros estudiantes en gran medida no leen, y ni qué decir de los docentes. Así de crudo y así de directo. Pensar hoy en proponer la lectura aleatoria de un texto de 50 páginas para discutir en clase, puede resultar ofensivo según los nuevos paradigmas de la educación; abusivo para los padres de familia; fatigante para algunos estudiantes; y repulsivo para los colegas, que ni por un instante dudarían en quemar en la hoguera medieval a aquellos docentes etiquetados como conductistas. Algo considerado hoy un sacrilegio dentro del canon pedagógico enfocado en el constructivismo, causal de excomunión.

Es imposible recordar todo lo que se ha leído y considerar que la lectura es el único medio para llegar al conocimiento, pero la transformación sufrida después de leer un texto te transforma en un ser infinito. Porque el texto es interpretativo en tanto se continúe leyendo y discutiendo, por ello, el aprendizaje de hoy debe enfocarse en ese punto.

Una educación enfocada en la interpretación es la que hoy nos debe convocar, no hay absolutos, tampoco verdades certeras, sino interpretaciones constantes del entorno, y estas (las interpretaciones) van a depender del contexto en el que vivimos. Únicamente en los estados totalitarios la interpretación es negada, prohibida y cercenada, ya que amplía la posibilidad de otra posible realidad; algo que un estado totalitario es inconcebible. Entonces, no estaríamos en presencia de un proceso educativo certero, sino en un ámbito de adoctrinamiento inconsciente.

Por supuesto que las propuestas de mediación pedagógica son importantes para las distintas formas de aprendizaje que hay en el aula, pero más allá de las limitantes que los estudiantes puedan presentar, la lectura es un hábito que se inculca y ejercita, y aunque no es responsabilidad del docente, el ejemplo construye más que las metodologías de clase para lograr un objetivo.

En nuestras democracias latinoamericanas, la lectura ha perdido adeptos, por no decir que pocos son los que ha tenido. La lectura debe de ser medular en los procesos educativos, ya que, sin lectura no hay interpretación, y sin interpretación hay verdades centradas en intereses políticos. Para que los discípulos (estudiantes) lean, deben de contar con un maestro (profesor) que lo haga; es ridículo y hasta ofensivo pensar que podemos inculcar el hábito de la lectura, si los que están enfrente no toman un libro (que no sea de texto) y no discuten su interpretación. Esta “alectura” es peligrosa al largo plazo. Si en las aulas no hay al menos un atisbo aunque fracasado de intentar establecer un diálogo socrático alrededor de una base textual los resultados serán catastróficos.

La discusión en búsqueda de nuevos planteamientos (mayeutica), mejores visiones y nuevos paradigmas, debe de ser el norte de la educación del Siglo XXI y por donde los docentes deben de re-dirigir sus clases. Las escuelas hoy son (en La palabras de Foucault) pequeños Estados Totalitarios, en manos de los docentes está cambiar esta realidad.

*Profesor de Estudios Sociales y Educación Cívica

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