Relanzando un nuevo proyecto costarricense: Un nuevo florecimiento nacional integral es posible

» Por Dr. Guillermo Flores - Profesor de teología y cultura contemporánea

La idea central que deseo proponer en este artículo es que los modelos políticos y de estado que hemos tenido en Costa Rica nos sirvieron de manera aceptable por los últimos 40 años. Pero, hoy, frente a los cambios ocurriendo masivamente en el siglo 21 a nivel nacional e internacional, nuestro país necesita ser repensado y relanzado hacia el futuro. Nuestro proyecto actual muestra señales de desgaste y fatiga. Pongo como ejemplo el ICE. En las décadas de los 70s y 80s el ICE fue nuestro logro y orgullo de tecnología y progreso nacional. Hoy, está superado y necesita ser repensado. Como el ICE, las ideologías políticas tradicionales y algunas estructuras de gobierno de las décadas pasadas están desactualizadas. Necesitamos construir un nuevo proyecto de país para una nueva realidad para los siguientes 30 a 80 años. Una reforma de la cultura costarricense y del estado con ideas frescas que nos den impulso hacia un futuro de mayor bienestar.

Para este relanzamiento patrio, los ciudadanos y ciudadanas necesitamos crear un nuevo movimiento cívico integrado por lo mejor de la reserva intelectual, académica, política, empresarial y de los movimientos y voces sociales de nuestro país. En una clase de mi doctorado en California aprendimos que “la gente con el problema es la gente con la solución.” Se parte de la convicción que los recursos para la generación de ideas y acciones conducentes a la creación de una nueva realidad están en el mismo pueblo. Y, ya no se trata de ofrecer soluciones viejas para nuevos desafíos contemporáneos complejos. Hoy ya no se buscan soluciones reactivas, simples y pre-empaquetadas para un mundo que ya no existe. En el presente, buscamos alternativas proactivas e innovadoras para la gestación de una nueva realidad socio-política que mejore la calidad de vida de toda la nación. Un nuevo movimiento cívico que supere los reduccionismos ideológicos y que supere los revanchismos y odios políticos de la política convencional nacional.

Debido al clima tenso y de inconformidad presente hoy en nuestro país, este movimiento cívico ciertamente debería ser uno que asume la actitud de cuestionar al estatus quo político y que presenta nuevas alternativas para la solución de los problemas nacionales y, al mismo tiempo, debería generar ambientes sanadores y terapéuticos para la nación. Así como un cuerpo enfermo pierde energías y las condiciones para su desempeño eficiente, de la misma manera, un cuerpo social, un país, no puede funcionar óptimamente si su alma nacional está herida y traumatizada. Esto no significa callar las voces de la protesta legítima, democrática y oportuna. Solo quiere expresar una preocupación. Los costarricenses hemos expresado nuestros reclamos, hemos demandado derechos y otras reivindicaciones dentro del marco de nuestro sistema democrático. Nunca por la violencia o la fuerza de las balas, como lo hacen en otros países. Se percibe que hay frustraciones profundas en nuestro pueblo. Frustraciones con el gobierno actual y con la clase política tradicional. Hay heridas colectivas. Esta situación requiere la capacidad del gobierno de oír esas voces en forma pronta, con respeto y de incluirles en la conversación. El gobierno debe ser para todos y no solo para los grupos que lo apoyan. La coyuntura actual demanda sabiduría política. A causa de esto, para el lanzamiento de un nuevo proyecto costarricense de florecimiento total es necesario, no solo ideas políticas, pero, también, crear atmósferas sociales sanadoras, conciliadoras y terapéuticas. Nuestro país necesita un nuevo movimiento ciudadano nacional que no amelle el filo de la protesta racional, pero que, además, ponga bálsamo en las heridas del pueblo (no anestesia en la conciencia). Este bálsamo es conversación y soluciones reales a los retos nacionales. El bálsamo es un nuevo tipo de mujer y hombre político que integre y conecte intereses y necesidades humanas en conflicto de sus habitantes. Se llama sabiduría e interés nacional por encima del alineamiento dogmático a una agenda ideológica partidista que no refleja el sentir nacional. Hay un dolor que sanar antes que explote en violencia extrema.

A continuación, presento otros razonamientos que sirven como fundamentación a las propuestas hechas en los párrafos anteriores.

En el contexto de las reformas educativas impulsadas por don Mauro Fernández, en 1886 llegó a Costa Rica un educador y naturalista Suizo llamado Paul Biolley. El profesor Biolley enseñó en el Liceo de Costa Rica e hizo investigaciones importantes de la flora y la fauna de nuestro país. Este profesor escribió un libro en francés, cuya traducción al inglés poseemos. El título del libro es Costa Rica and Her Future (Costa Rica y su futuro). Al describir algunas características de los avances hechos en el todavía joven país el autor dice:

“Mucho de lo que se dice en Europa sobre la inestabilidad de los gobiernos y la inseguridad en los países de las repúblicas hispano-americanas es cierto. Pero en lo que respecta a Costa Rica esta es una idea errónea. El país difícilmente ha conocido revoluciones. Día tras día el país es gobernado sabiamente. Su condición económica es próspera y el estado de civilización al cual la república ha llegado la pone más allá de ser un país en retroceso… El aspecto de sus ciudades, el carácter de sus habitantes, la condición de la instrucción [educación] pública, la sabiduría administrativa de su gobierno y el desarrollo del comercio son prueba de ello. Europa ya no más tiene el monopolio de la civilización. [Aparte de Costa Rica] pocos países tienen un futuro más brillante a la distancia” (pp. 90-92).

La cita anterior me permite proponer, primero, que un nuevo proyecto costarricense debe estar inspirado en la trayectoria histórica exitosa de nuestro país. Desde nuestra independencia en 1821 hemos sido un país exitoso. La cita del profesor Biolley da cuenta de los logros que la joven nación había alcanzado en pocas décadas. Necesitamos recuperar nuestra memoria histórica. En ella encontraremos a figuras ilustres que hicieron grandes aportaciones al país. Con sus luces y sus sombras, como todo esfuerzo humano, tenemos que encontrar inspiración en don Braulio Carrillo, Bernardo Soto, don Mauro Fernández, Carmen Lyra, Emma Gamboa, el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, Don Pepe Figueres, el Lic. Manuel Mora Valverde, entre otros y otras. Uno no necesita estar de acuerdo en todos sus postulados ideológicos para reconocer que de una u otra forma estos líderes y lideresas marcaron rumbos, tomaron decisiones y crearon pensamiento para bien del país.

De toda esa herencia histórica surgieron los distintivos que nos han distinguido como país: libertad, educación, derecho, trabajo, prosperidad, paz y progreso. No estoy proponiendo un regreso tradicionalista al pasado. Ciertamente ese pasado hay que reclamarlo, reciclarlo y actualizarlo. En ese banco de nuestra historia patria están los tesoros conceptuales y los actos heroicos que nos deberían servir de estímulo e inspiración para el nuevo rumbo que necesita nuestro país. Algunas de estas figuras ilustres tomaron ideas del pensamiento liberal europeo, lo reciclaron y lo pusieron a servir en el país “a la tica.” Mientras en los otros países de la federación centroamericana se estaban desangrando entre hermanos, nuestros antepasados estaban creando instituciones, leyes, pensamiento y progreso para el país. No necesitamos venderle nuestra alma a ninguna ideología política dogmática local o internacional para hacer los cambios que requiere Costa Rica. A diferencia de Robespierre y sus asociados que pasaron por la guillotina casi a medio Paris durante la Revolución Francesa (1789), nosotros tenemos otros recursos y otros medios.  Podemos hacer una reforma social dentro del marco de la democracia. Una revolución “a la tica”. Somos portadoras y portadores de una reserva cultural, política, educacional y espiritual muy rica y profunda, pero esta reserva se nos está agotando o ya se nos agotó. Hemos sido un país líder y exitoso en muchos frentes. Si pudimos hacer las cosas bien en el pasado significa que podemos hacerlas bien ahora una vez más. Recuperemos el orgullo sano por los valores y aspiraciones de nuestra nación. Podemos ser exitosos nuevamente.

Segundo, relanzar un proyecto nacional que tenga como meta principal llevar bienestar, prosperidad y felicidad a sus habitantes. Todo ser humano desea realización y satisfacción personal. Por lo tanto, como ciudadanos debemos decidir organizarnos para crear una cultura que propicie las condiciones para la autorrealización y la vida plena. Una persona es feliz si tiene trabajo, si tiene techo, acceso a la educación, seguridad en su vecindario, carreteras en buen estado, recreación y si tiene los medios para realizar su proyecto de vida. Si goza de salud física, mental y emocional. Si tiene relaciones saludables y constructivas con las personas significativas para ella o él. Si cuenta con los apoyos del gobierno para potenciar sus talentos y realizar sus emprendimientos. Cuando una sociedad está llena de personas endeudadas, frustradas, ansiosas, estresadas, deprimidas e inconformes con ellas mismas y/o con sus gobernantes ha creado el ambiente para el deterioro de la salud personal y para brotes de descomposición social e inseguridad en las calles. Esto tiene que ver con la convicción que el ser humano no es solamente materia. El ser humano es un ser moral, social, espiritual, emocional y trascendente – además de físico-material, evidentemente. En el último análisis, lo que las personas buscamos, seamos conscientes de ello o no, es realización, propósito y significado en la vida. Esto lo obtenemos por medio de nuestras iniciativas personales, pero, también, por una sociedad que se organiza como un todo para crear una cultura que fomente lo que algunas corrientes griegas de pensamiento llamaban Eudaimonia. Es decir, felicidad. Prosperidad. Bienestar. En suma, se trata del principio del florecimiento humano holístico / integral.

Necesitamos un movimiento de florecimiento humano integral que nos devuelva la parte humana de la vida y de la política. Una visión humana que no nos convierte en máquinas o simplemente en átomos o en consumidores de bienes o ideas. Un movimiento que no vea a los ciudadanos y ciudadanas solamente como potenciales votantes en las elecciones. Queremos líderes nacionales que nos ayuden a potenciar nuestras enormes posibilidades personales y a construir comunidades positivas. Comunidades de esperanza y realización. Para lograr esto, tenemos que salirnos del molde tradicional de hacer política. En el presente, ningún paradigma convencional de pensamiento político y práctica social nos ayudará en esto. Hay mucho reduccionismo. Mucho odio y rivalidad política. Tenemos que construir un nuevo modelo. Tenemos que cambiar la conversación. Se trata de lo que Ronald A. Heifetz en su libro Leadership Without Easy Answers (Liderazgo sin respuestas fáciles) llama “un cambio adaptivo” para el cual los esquemas tradicionales de liderazgo social no nos ayudan. Lo que queremos los habitantes es ser felices integralmente. Punto. Queremos bienestar material, paz para el alma, felicidad personal y paz social. No nos confirmamos con menos. Deberíamos trabajar, entonces, para crear esa cultura y ambiente nacional de bienestar y felicidad. Vamos a reclamar nuestra humanidad plena y la aspiración a la felicidad.

Tercero, un modelo de gobierno que, teniendo su propia visión e interpretación de los diferentes temas garantice, al mismo tiempo, los derechos legítimos de todos los habitantes. Somos un país pluralista y democrático. Dentro de este marco es posible asumir posturas claras y firmes sobre temas diversos de la vida nacional haciendo espacio, siempre, para que todas las voces sean oídas y respetadas aun cuando éstas sean diferentes a las nuestras. Por ejemplo, creo que existimos muchos ciudadanos/as que no caminamos con la agenda gay. Es decir, que estamos claros que el matrimonio es, básicamente, una relación entre un hombre y una mujer. Estamos claros sobre el valor y preservación de la familia. Pero reconocemos que cuando un grupo de ciudadanos y ciudadanas han decidido vivir otro estilo de vida y reclaman sus derechos esenciales, como sociedad debemos estar dispuestos a garantizar legalmente los mismos, aunque, repito, nos opongamos conceptual y moralmente a dicha práctica. En esta materia ninguna ingenuidad es aconsejable. Habrá matices y ramificaciones de lo que se dice “derechos” que tendrán que ser analizados uno por uno para hacer decisiones acordes con lo racional, científico y con los principios sociales y morales del movimiento. Pero los derechos esenciales tienen que ser garantizados a todos los habitantes.

Por medio del catolicismo y de las comuniones protestantes somos un país que, mayoritariamente, hunde sus raíces en la herencia del cristianismo bíblico e histórico que nos es común. Sin repetir errores del pasado y sin hacer de la religión una consigna política si debemos reclamar a nivel personal y conceptual ese tesoro espiritual. Estamos en pro de los derechos humanos, pero estamos a favor de la vida, también. Queremos libertad para todos los/as habitantes, pero no queremos que el abuso de la misma nos lleve a nuestra autodestrucción.

En 1889 el profesor español radicado en Costa Rica don Juan F. Ferraz escribió un librito titulado “El librito de los deberes” en el que dice: “La sociedad es una serie de concesiones del derecho individual y una cadena de deberes de cada uno hacia todos y de todos hacia cada uno” (p. 31). Esta visión de la vida formó a nuestros abuelos/as. Desde hace décadas venimos enfatizando y educando sobre los derechos y sobre las libertades. Esto es magnífico. Pero ha llegado el momento de educar, una vez más, sobre los deberes ciudadanos. Es en el balance entre derechos y deberes que se encuentra la sabiduría y las posibilidades de una vida en libertad, pero con responsabilidad, también.

Lo que estoy diciendo es que existimos un gran sector de la población costarricense que reclamamos lo mejor de la herencia del cristianismo, que en esencia es amor a Dios y al prójimo. Vemos en esa herencia algunos de los valores que queremos para nuestro país: respeto, igualdad, familia, trabajo, justicia, costumbres sanas, sabiduría, balance, progreso, felicidad, paz interior y prosperidad material para todas/os. Todo esto debe estar conectado con el pensamiento contemporáneo sobre derechos humanos, cuidado del medio ambiente, justicia social y avance científico y tecnológico. Se llama florecimiento humano pleno. En resumen, un movimiento con claras convicciones sobre los principios de vida y de pensamiento que lo fundamentan y, al mismo tiempo, con la sabiduría de entender que en un país no todos los habitantes piensan y viven igual. Con la sabiduría de crear una cultura que hace espacio para dar su lugar a necesidades e intereses humanos legítimos en competencia.

Por falta de espacio no se pueden elaborar aquí los detalles de otros componentes de esta iniciativa de relanzamiento nacional. Solamente mencionaré algunos. Debe ser una iniciativa de estado que trascienda los intereses electorales de cada cuatro años y se proyecte al futuro (largo plazo). Debe ser un proyecto integrado con representación de todos los ciudadanos y ciudadanas. Un movimiento que “despolitiza” la reflexión y la búsqueda de soluciones a los problemas nacionales porque los dogmas políticos son estrechos, ciegos y polarizan en vez de unir.  Un plan que integra producción y crecimiento económico con solidaridad social. Las ideologías políticas dogmáticas separan estos componentes, pero la realidad costarricense requiere que los integremos. Podemos hacer esto con rigor académico, pero a la tica, en el mejor sentido de la expresión, es decir, contextualmente. Que decisiones políticas y estratégicas no se hagan basadas en rivalidades, revanchismos y odios partidistas o personales, sino con planeamiento estratégico, sabiduría y para el bienestar de los mejores intereses del país. Que superemos la propaganda y la cultura política basada en chismes y difamación de los rivales y no en ideas sustantivas. Eso se llama “hablar mal del prójimo” para sacar ventaja personal.

La agenda de conversación de este movimiento ciudadano incluye temas tales como, pero no está limitado a ellos: producción económica y empleo, solidaridad social, educación, infraestructura vial, seguridad ciudadana, salud, medio ambiente, relaciones internacionales, el mundo del presente y del futuro, repensando el planeamiento urbano, cambio cultural, derechos humanos, felicidad y paz ciudadana, entre otros. Sobre todo, este movimiento aspira a pensar un nuevo modelo de sociedad y de capital humano. Acompañado de una reforma del estado proyectado hasta el 2060 y más allá. Esto requiere organización central y regional, además de las etapas del proceso y la formación de equipos multidisciplinarios de reflexión y mentoría.

El liderazgo de un movimiento cívico de repensamiento y relanzamiento nacional debe estar integrado por lo mejor de nuestra reserva nacional de capital humano: mujeres, jóvenes, hombres, personas de formación y carrera / experiencia política, historiadores/as, activistas sociales bien enfocados/as y de todos los sectores de la población.

En conclusión, los modelos de gobierno, igual que la vida humana, pasan por diferentes ciclos: nacimiento, consolidación (adolescencia y juventud), apogeo (máxima producción y grandes logros), estancamiento o meseta, decline (pérdidas), agonía y extinción. Todos los imperios, como el imperio romano pasaron por este proceso. Los países, también, lo pasan. Si un modelo de sociedad o de gobierno no se reinventa y relanza a tiempo irá rumbo a su extinción. Será sustituido por otros modelos y, no siempre es reemplazado por sistemas democráticos. Algunos de nosotros creemos, como fue dicho al principio, que nuestro modelo político nacional sufre de desgaste en muchos aspectos y que necesita ser reinventado, re-proyectado y relanzado. Somos de la opinión que los partidos políticos actuales están demasiado atados a ideologías estrechas y, por lo tanto, no tienen los elementos para realizar el cambio que necesita nuestra patria. Si política es la actividad humana que procura organizar a sus ciudadanos/as para procurar el bien común y la solución de los problemas nacionales, este es el momento para dicha organización cívica, pacífica y democrática. Tenemos una historia nacional exitosa que nos inspira. Tenemos la reserva del capital humano para hacerlo. “La gente con el problema es la gente con la solución.” La construcción del futuro está en nuestras manos. Nosotros decidimos. Queremos producción y felicidad. Escribo todo esto como un ciudadano preocupado por nuestra patria.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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