Por Luigi Rebecchi Pannelli
Un padre cualquiera de una familia costarricense, honesto en el sentido amplio de la palabra; cumple a cabalidad con su trabajo, cuyo salario lo dedica al mantenimiento de su familia y; dicho sea de paso, no busca ni “chorizos” ni “movidas” con el fin de aumentar sus ingresos. Cada sábado después de un gallo pinto, lleva a su esposa y a sus hijos a un parque de diversiones público o privado, luego; según sus posibilidades económicas, a un restaurante a almorzar. El domingo siguiente duerme un rato más y si ama la lectura toma un libro o; en su defecto, lee una revista local que a nuestro juicio; en lugar de ser macabra y para “sadomasoquistas” debería ser amena y no abordar el tema del maltrato a los animales, tales como las corridas de toros y las peleas de gallos, prohibidas desde hace muchos años en Costa Rica.
Los mercaderes de los “espectáculos”, en mala fe; aducen y toman como excusas las tradiciones, mientras que los publicistas; sin rumbo, se defienden con las noticias sensacionalistas en el caso específico, nobleza nos obliga aclarar de que una tradición no constituye un simple e intrascendente hecho repetido y salvaje que obliga a los animales a actuar en unas acciones que madre natura no les encomendó.
Las verdaderas tradiciones tales como La Pascua de Resurrección de Cristo y la leyenda de la loba quien amamantó a los gemelos Romolo y Remo fundadores de Roma son; valga la redundancia, las que se pueden llamar “tradiciones” entre otras. Con toda certeza opinamos que nuestro padre de familia no es un prototipo y menos una “rara avis” del jefe de la familia costarricense, porque hay muchos en el país que cumplen con sus deberes (Sic)