Ni Trump ni Biden cambian nuestra realidad

Es natural que las elecciones en EEUU captaran nuestra atención más que las de cualquier país. Fue así a nivel mundial y más en nuestro caso, que hemos mantenido con ellos relaciones mutuamente beneficiosas. Gracias a Dios y al sentido común, aquí no padecemos el antiamericanismo que la Izquierda importa de otros lares y pretende hacer pasar por patriotismo.

Por lo anterior, conviene no caer en el truco de confundir la derrota de Trump con la reivindicación de políticas supuestamente progresistas y modernas, que en realidad buscan someternos suavemente, para alinearnos con estados que languidecen bajo eso que llaman Socialismo del s XXI.

Con Trump o con Biden, nuestros apuros se mantienen y superarlos dependerá de nuestras acciones. Con ninguno de los dos, cambia el hecho de que nuestra principal amenaza es compleja y se instaló en Zapote.

Para entenderlo es necesario tener claro que cuando se habla de socialismo, no se hace referencia al pasado, ni a la URSS ni a las amenazas de la Guerra Fría. Se trata del presente, de la sinergia que fluye desde La Habana, Caracas y Managua por diferentes vías que incluyen también a algunos organismos internacionales y oenegés. Es decir, se trata del chavismo criollo. Aclararlo parece innecesario, pero conviene hacerlo porque remitirse al pasado, busca descalificar como anticuados o paranoicos a quienes usan términos como “socialismo” y “comunismo” para referirse a aquella Izquierda y denunciar su campaña. Una que se vale de manipular temas que se salen del debate económico y fiscal, y que la élite menosprecia de manera cómoda e imprudente hasta que le revientan en campaña sin saber manejarlos como sucedió en 2018.

La tergiversación de los derechos humanos, de la solidaridad, de la protección del ambiente, de la lucha contra la corrupción y de las aspiraciones de igualdad, recurrir a la ideología de género para dividir la sociedad y disolver su sentido de comunidad, la resistencia a reformar el sector público con el fin de reducirlo sin comprometer sus funciones y servicios estratégicos, el abandono de los medios de comunicación locales y de los creadores culturales, la mentira silenciosa de la supuesta militarización de la policía, el ataque sistemático a los empleados públicos para desviar la atención de los privilegios de la aristocracia estatal, el acoso a los trabajadores privados, a los profesionales y a las pymes mediante impuestos y burocracia, mientras se corteja a grandes capitales para crear un espejismo de apoyo al sector privado, o las acciones derivadas de confundir la ventaja de una política exterior multilateral con ceder a los caprichos de organismos de Naciones Unidas, entre otros ejemplos, es apenas parte del truco.

Sobra decir que no todos los miembros de la Administración Alvarado y su entorno responden a esto, pero sí que hay suficientes elementos, relaciones e intereses, no siempre coordinados entre sí, que camuflados se mueven en esa dirección. Han colonizado la administración pública, los diferentes poderes del Estado, organizaciones sociales, estudiantiles, laborales y empresariales, así como universidades, tal y como demuestra el facilismo que afecta la política de admisión del ITCR.

Es una estrategia que varía de país a país, por lo que su modus operandi es distinto aquí que en Bolivia, pero el fin es el mismo. Buscan mantenerse en el Gobierno, obviamente ganando elecciones, pues es un recurso que aprendieron a manejar con habilidad. Y precisamente por esto, es indispensable reconocer los errores electorales que llevaron a los diferentes partidos de oposición a competir entre sí dejándose arrastrar a callejones sin salida, aprender de ellos y prepararnos para no repetirlos en el 2022.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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