Por ejemplo, desde el gobierno anterior se nos vino anunciando el apocalipsis para Costa Rica si no se aprobaba entre otras leyes, la ley de empleo público, con un inmanejable y creciente 70% de deuda pública, porque a todos los gobiernos de este país les encanta pedir para cualquier cosa, préstamos y más préstamos y, con el FMI como verdugo.
Patearon la bola todos los responsables hasta que se aprobó una incompleta versión de ley de empleo público y, milagro, se ha corrido el apocalipsis y no ha llegado aún a Costa Rica.
También milagros con unas pocas convenciones colectivas del sector público, a las que la Sala IV les señaló por fin, muchísimos años después, como inconstitucionales unos cuantos artículos, que les permitían privilegios por encima del Código de Trabajo que es la única ley que rige en materia laboral para todos los costarricenses.
Otro milagro, que el FEES prestó al gobierno anterior, algunos miles de millones de colones ociosos, que deberían estar invertidos en la educación pública primaria y secundaria, préstamo dizque para ayudar en algo con la pandemia.
Milagro también que aún exista medio país con alguna motivación para votar en segundas rondas electorales, porque el TSE ni ninguna institución hace nada útil para reducir el creciente abstencionismo.
Ojalá continúe para Costa Rica la bendición de los milagros, pero los costarricenses necesitamos urgentemente que el nuevo gobierno por fin, tenga un plan B. Que ponga en práctica un verdadero plan de gobierno, como para volver a creer en la clase política, la que gobierna y la que queda en la oposición.
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