Leyendas urbanas de la desigualdad en Costa Rica

» Por Dr. Fernando Villalobos Chacón - Decano UTN y presidente Consejo Municipal de Esparza

Dr. Fernando Villalobos Chacón

El Programa del Estado de la Nación indagó una serie de mitos de la Costa Rica contemporánea. Uno de ellos, es que existe una idea entre diversos sectores de la sociedad que la desigualdad es una tendencia universal y que su reversión es más que difícil. Con esta hipótesis se pretende justificar el aumento vertiginoso de este fenómeno en el país en el presente siglo. “Es cierto que, en promedio, la desigualdad de ingresos ha crecido a nivel mundial, sobre todo en los países más desarrollados. Pero esta tendencia no se da en todas partes y en América Latina, el vecindario próximo, más bien se registra una evolución contraria desde los primeros años del presente siglo.

En las dos primeras décadas del siglo XXI, dieciocho países de la región lograron una mejoría en la distribución del ingreso, en comparación con diez y veinte años antes. Costa Rica, sin embargo, camina en sentido inverso. A inicios de la década de los noventa tenía el coeficiente de Gini más bajo en una muestra de once naciones latinoamericanas. A principios del siglo XXI ya ocupaba el tercer lugar en el ordenamiento de menor a mayor, y en el período 2001-2011 fue el único país cuyo coeficiente de Gini aumentó. Esto subraya que hay factores propios de la sociedad y la economía costarricenses que disparan la desigualdad de ingresos (PEN, 2012, p.37). Lo más contraproducente en el caso de Costa Rica, es que hasta ahora ha sido uno de los países latinoamericanos, históricamente más sólidos de la región en materia de desarrollo humano.

A pesar de destinar muchos recursos a la educación, sus resultados son poco satisfactorios. Una causa de esta contradicción podría ser la mala gestión y escaso aprovechamiento de los recursos en relación con los resultados obtenidos. Otra posible causa podría ser que los recursos se están concentrando en ciertas capas del país (llamados quintiles), mientras que otras regiones no están siendo beneficiadas de la inversión pública en educación, en vista que las políticas públicas no responden a criterios de orden y planeación estratégica. En el marco de la pretensión de Costa Rica de ingresar al club de países de renta media-alta de la OCDE, los estudios de esta organización han confirmado las debilidades estructurales del país.

Los datos de la OCDE confirman los raquíticos resultados en materia educativa que Costa Rica tiene cuando se compara con los promedios de los países que integran la organización.  El porcentaje de escolaridad promedio costarricense (saber leer y escribir) es del 97,6%.  Este dato ha sido históricamente muy engañoso ya que hace presumir un alto nivel educativo del país. Otro mito. No obstante, la realidad indica que solo el 46,9% de los jóvenes en edad de 18 a 22 años, concluye el ciclo diversificado, pero un alto porcentaje de esa cohorte no llega a ganar el bachillerato. Gran parte de este grupo no puede seguir la universidad y muchos de los que la inician no la concluyen. Más del 60% de la población ocupada o que buscan empleo por primera vez no han concluido la secundaria. Eso implica empleos poco calificados y bajos ingresos. Tomando en cuenta estos datos, se podría afirmar que en Costa Rica obtener un título universitario, es un privilegio.

En el ámbito de inversión pública en educación, el país supera en casi dos puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB) el promedio de los demás países de la OCDE.  Esto refleja las “buenas intenciones” costarricenses, sin embargo, los resultados que se obtienen en materia educativa son precarios. Esto es irónico en un país de renta baja, cuyo ingreso per cápita es tres veces menor al promedio de la OCDE. En síntesis, Costa Rica aprovecha muy mal sus limitados recursos en educación.

Puntarenas es una de las provincias con mayor desigualdad y pobreza en Costa Rica. El presidente Chaves la visitará en esta semana con motivo del magnicidio del presidente Juan Rafael Mora Porras el 30 de setiembre de 1860. Se requieren por parte de este gobierno de políticas públicas, que generen empleo y oportunidades, no limosnas, como ha sido la tónica hasta ahora. Otra bronca para don Rodrigo.

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