Latinoamérica en su laberinto

» Por Dr. Fernando Villalobos Chacón – Decano UTN y escritor

Dr. Fernando Villalobos Chacón

América Latina es una de las regiones del planeta con mayor potencial para alcanzar el desarrollo.

Se cuenta con muchos recursos minerales que pueden dar pie a grandes industrias y desarrollo tecnológico.   Hemos preferido entregarlo a precios de regalo a las potencias.

La población es suficiente y se mantiene en la mayoría de los casos una base importante de jóvenes y población económicamente activa en la pirámide demográfica, condición que se desean algunas potencias europeas.

Si bien se ha tenido algunos accidentes políticos con populismos y revoluciones de tipo autoritario, el subcontinente latinoamericano sigue ausente de grandes extremismos raciales, culturales, religiosos o ideológicos, como si lo sufren otras regiones ricas en Europa y Asia.

El clima es bastante estable para establecer actividades económicas de impacto que den solidez y desarrollo humano. No nos afectan drásticos extremos de frío y calor como si afecta a la rica Europa, Asia, Canadá y Estados Unidos.

Tenemos costas en los dos océanos más importantes, además de una relativa cercanía con Europa. Nuestros suelos son ricos y aptos para la agricultura, ganadería, protección de bosques.

No obstante, todas estas posibilidades, tenemos décadas de estar ubicados como naciones subdesarrolladas. Seguimos formando parte de la odiosa clasificación de países del “tercer mundo”, aspirando a la mendicidad o la compasión de las grandes potencias.

Somos como aquel pobre viejo lamentándose de su miseria, sentado sobre una montaña de monedas de oro.

Parece que la marea alcalina de la playa, el mar, la música y el ron, nos adormece, y no despegamos.

En Latinoamérica las cosas discurren a otro ritmo. Aquí todo es lento. El tiempo avanza de forma pausada y sin apuros. Aquí: “el deja para mañana lo que puedas hacer hoy”, es la norma. Hacer negocios en la región es un dolor de cabeza para un europeo o un asiático.

Sin ánimo de entrar en contrariedades ideológicas, nos gusta justificar los errores del hoy y los de mañana también, echando la culpa a una colonización europea añeja de hace más de cinco siglos.

La religión tampoco es la culpable. Ni el catolicismo nos hizo pobres, ni el protestantismo cambiará el estado de las cosas.

Seguimos teniendo los mismos problemas estructurales.  La educación es deficiente en la mayoría de los países, la corrupción, la impuntualidad y la visión de corto plazo, siguen siendo parte de nuestra genética.

Vemos cómo países de otras regiones nos superan, cuando algunas décadas atrás les superábamos con facilidad (por ejemplo, el deporte).

Nos molesta que nos midan y evalúen por medio de indicadores, cuando eso ocurre, alzamos la bandera y la voz del respeto a una falsa soberanía que solo sirve para encubrir las falencias.

Preferimos compararnos con naciones de África para así pensar que estamos bien.

Gozamos de conformar comisiones, para evadir la toma de decisiones, vivimos una profunda parálisis por análisis. Firmamos tratados con otros países, no los aprovechamos y luego sacamos el látigo ideológico de la “eterna explotación de las potencias” para castigar políticamente a los negociadores, cuando el pecado está en los ejecutores.

En muchos países de la región, la marea alcalina del subdesarrollo nos adormece, tendidos en una hamaca, tomando la siesta, vemos por la ventana del pasado, a otros países avanzar en el tren bala del futuro.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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