Por Lic. Miguel Fajardo Korea, Premio Nacional de Educación Mauro Fernández
La imagen de la monta, hace referencia a la importancia histórica de la ganadería en la región, no solo económica, sino cultural, porque las haciendas ganaderas marcan su huella en hechos socioeconómicos, así como en la cultura y el folclore de Guanacaste. En Guanacaste se dice monta o montadera de toros. El espectáculo consiste en que el montador no caiga de los lomos del toro, es decir, que le haga la pega.
En ese contexto, me propuse investigar, acerca un ícono de la monta guanacasteca: el popular sabanero y legendario montador liberiano, Camilo Reyes Ruiz (1896-1936), quien murió trágicamente, el 7 de enero de 1936, a los 40 años de edad, hace 80 años, en la víspera de las montaderas de toros de Liberia de ese año.
Su caso mantiene vigencia en la memoria popular de Guanacaste y extiende su alcance a los estadios literarios y musicales, tanto en el siglo XX como en el siglo XXI, como puede deslindarse en este artículo. Por razones de espacio, los versos poéticos han sido separados, en su estructura, mediante raya oblicua.
El escritor alajuelense Aníbal Reni (1895-1966), artista que amó intensamente a Guanacaste, escribe la canción “La muerte de Camilo Reyes”; música de Isidro Fernández Mora -mi recordado maestro-. Expresa la letra de Eulogio Porras o Aníbal Reni:
Justo era el 7 de enero, corría el año 36 / y vísperas de las fiestas que en Liberia iban a haber / bramaba en el coso un toro tranqueño por más saber / desmochadito reciente y bravo cual Lucifer. / Cachos parados y josco, maldito pa’ la montada /todos lo veían receloso pero nadie decía nada. / Llegó Camilo arrogante diciendo ese toro es mío / he de montarlo aunque muera, verán que le quito el brío. / Se ajustó bien las espuelas, se socó bien el pretal / y se arrequintó la faja donde termina el ojal; / el josco arrancó terrible lleno de furia y de baba / y lo más grave del caso, ninguno lo baqueteaba. /Encima de la cachada iba quitándose tiros / más recibiendo en la cara, los golpes de aquel bandido /apareció Jesús Gallo, llamándolo de lo lindo / pero ni así conseguía distraer aquel diablo chingo. / Al mirar los vaqueteros que Camilo iba a morir / llamó Gallo a Ramón Luna pa’ poderlo resistir / nada valió pues Camilo de una cornada matrera / estaba ya degollado, la sangre era torrentera. / Lo lloró Liberia toda, por su valor tan osado / y los cielos bajureños, se vistieron de morado / Camilo Reyes y Gallo y lo mismo Ramón Luna / los tres supieron ser hombres, ante la ingrata fortuna. / Así canto yo el corrido de aquel tranqueño infernal / para que sepan los hombres, lo que se gana en montar / liberianos montadores, hombres buenos de verdad /Camilo será Camilo por toda la eternidad.
El Prof. Rodolfo Salazar Solórzano (1908-1982) titula uno de sus libros “Camilo Reyes” (1969: pp. 63), donde en las pp. 31-32 incluye el poema “Camilo Reyes”:
¡Camilo Reyes! ¡Camilo! / ¡Rey de los reyes del llano! / ¡Fuiste hombre entre los hombres, / y macho fuiste entre machos! / ¡Cuando por los montes ibas / tras el cimarrón bravío, / te decía adiós el trillo! / ¡Y era el bosque leal amigo! / ¡Y la maraña se abría / a tu paso de centauro / para defender tu vida! / ¡Rey de los reyes del llano! / ¡Camilo Reyes! ¡Camilo! / ¡No hubo toro cimarrón, / ni orejano ni mostrenco, / que en los sitios de Clavija, / no se rindiera a tu esfuerzo! / ¡Y con la fiel compañía / del caballo y la vaqueta, / al toro recién mochado / conducías a la Hacienda! / ¡Fuiste hombre entre los hombres / y macho fuiste entre machos! / ¡Camilo Reyes! ¡Camilo! / ¡Rey de los reyes del llano! / ¡Y en las fiestas de Liberia, /tu cuerpo fuerte y pequeño, / sobre los lomos del toro / se clavaba, como anzuelo! / ¡Mas vino un día nefasto / -unas vísperas, recuerdo- / cuando en la plaza caíste / por falta de vaqueteros! / ¡Las fieras astas del toro / te iban quebrando las sienes! / ¡Y tú siempre sobre el lomo, / manando sangre a torrentes! / ¡Fuiste hombre entre los hombres! / ¡Camilo Reyes! ¡Camilo! / ¡Una garúa de llanto / volcó su enorme tristeza! / ¡Hubo un silencio de angustias, / y una honda herida en las fiestas! / ¡Y desde entonces, Camilo, / sobre los llanos del Cielo, / airoso, altivo y gallardo, / va cabalgando luceros!
El Prof. Jesús Bonilla Chavarría (1911-1999) compuso “Polvo, sudor y guaro”, la cual dedicó en honor a Camilo Reyes. Dicha pieza folclórica la estrenó y dirigió Jesús Bonilla en Santa Cruz, con la Banda Nacional de Liberia, el 15 de enero de 1972.
El artista popular Mario Cañas Ruiz (1922-1974), en una interpretación musical que escribió en julio de 1973, aduce:
Oyese el redoblante anunciando la salida del toro, seguida de una sencilla bombeta. De inmediato entra la banda, con una sabrosa y alegre parrandera en aire de punto, como para celebrarle la hazaña aquel valiente hombre que se juega la vida sobre la vasta albarda del “Josco Tranqueño”. Luego, un aire de danza sentimental nos dice del dolor del pueblo que vio lleno de emoción cómo aquel toro entre sus cuernos le arrancó la vida al inmortal sabanero Camilo Reyes, que cayó desplomado sobre la inmensa plazona, bañado en sangre. Caía y moría valientemente. Caía no por su dejadez, sino por dar muestras de valentía de hombre macho y así rendirle fidelidad a una tradición (En: Guillermo García. “Mario Cañas…un artista guanacasteco”. San José: mimeo, 1977: p. 260).
El narrador santacruceño Emel Velázquez Ramírez (1912-1991) publicó en 1971 el relato “Camilo Reyes, el sabanero”:
(…) Al decir el cuarto, salió un toro hosco, chato, tronqueño, bastante pronunciado de cachos. Lo pidió Camilo Reyes para montarlo. Gallo accedió a la petición del amigo, el toro fue llevado al bramadero; mientras Camilo se ponía las espuelas; Daniel ensillaba, hosco.
Se montó Camilo al instante, a tres varas de él estaba Jesús Alvarado, mejor conocido como Chu Gallo, con su vaqueta en la mano, a un lado, Ramón Luna.
El toro con Camilo se desprendió del palo, era recio, con una furia endiablada. Chu le sacó una, dos, tres suertes; segundos después vino lo fatal, Camilo yacía en la gramilla, moribundo, estaba gravemente herido, de su garganta brotaba sangre a borbollones. Chu Gallo le cubrió con su vaqueta; fue sacado en estado agónico hacia el hospital, donde falleció horas después… (Incluido en el libro sobre Emel Velázquez Ramírez, compilado por Miguel Fajardo y Franklin Velázquez Díaz, en curso de edición durante este año).
El libro “Medardo Guido: cantares de la pampa” (Compilado por Miguel Fajardo. San José: Zúñiga & Cabal. 1996: 187 pp.), incluye el poema “Tristeza llanera” (pp. 72-73). En él, expresa Guido:
¡Dolor! Ha muerto el valiente sabanero / sin amparo, sin auxilio ni clemencia, / ya que en lucha con un toro muy matrero / se troncó su coraje y su existencia. / Y su amigo, el caballo inseparable / tasca el freno y relincha entristecido, / porque su amo en desgracia lamentable / yace muerto en el corral, allí tendido. / Más luego… / gime el viento y en la tarde que es serena / en silencio va el cortejo al cementerio, / y en los llanos se oye un grito que resuena / cual si fuese el sabanero en el misterio. / Hay lamentos que llegan tristones al vacío / de una noche tenebrosa, quieta y fría, / muchos llantos y lágrimas de hastío / y un cantar de funeraria melodía. /… Ya te fuiste valiente sabanero / a la ignota mansión preconcebida, / dejando tu caballo y tus aperos / y una madre enlutada y conmovida”.
El libro “Héctor Zúñiga, palabra y canto” (Compilado por Miguel Fajardo. San José: Zúñiga & Cabal. 1993: 120 pp.), incluye la canción “La muerte del sabanero” (p. 64), escrita por el Ing. Héctor Zúñiga Rovira (1913-1995) – quien dio el aval a la versión final de su libro-, refiere Zúñiga:
A las cinco de la mañana, / alegre diana me despertó: / alegre aurora temprana / que de mi mente jamás se borró. / Liberia anuncia sus fiestas; / desde hoy los toros van a comenzar / y vienen de San Jerónimo, / de La Cueva y hasta del Real. / Se oye sonar el clarín / junto al bramadero, / es que un toro bravo / van pronto a soltar: / ¡Lárguelo!, /se oye valiente decir / a un buen sabanero, / que va exponiendo toda su vida / por ser fiel a la tradición, /montando toros en una plaza / con guaro, piernas y un corazón. /A las cinco de la mañana, /La alegre diana me despertó: / Alegre aurora temprana /que de mi mente jamás se borró. /Liberia anuncia sus fiestas; / desde hoy, los toros van a comenzar /y viene un toro muy bueno / Camilo Reyes lo va a montar. / Se oye el sonar del clarín / y el pobre Camilo, / ignorando el día / que escrito está. / ¡Lárguelo!, /gritó por última vez / al dejar la vida /el héroe de esta terrible historia /que dio un ejemplo tan varonil, / murió en Liberia, lleno de gloria] bis /entre compañeros, junto al toril.] bis
La canción “La muerte del sabanero”, de Héctor Zúñiga Rovira estuvo tres años como su proyecto mental. Recupera un temario dentro de nuestra herencia: “un buen sabanero que va exponiendo toda su vida, / por serle fiel a la tradición”. Da vida, levanta el vuelo de la segunda muerte, que es el olvido, a un hombre mítico, Camilo Reyes: “Y viene un toro muy bueno, / Camilo Reyes lo va a montar…” “Gritó por última vez / al dejar la vida, / el héroe de esta terrible historia”.
El escritor boliviano, Guillermo García Murillo (1941 – ¿+?) en su libro mimeografiado “Mario Cañas Ruiz… un artista guanacasteco” (San José, 1977: 349 pp.), incluye la narración escrita por Mario Cañas Ruiz, titulada “Camilo Reyes Ruiz” (pp. 275 y 276), en el fragmento seleccionado, relata Cañas:
Camilo Reyes (…) lanzándose de su caballo le pidió al Mandador las gasas y espuelas para montar el toro; después de darle un largo beso a la botella de aguardiente, tanteó la albarda, puso su descalzo y polvoreado pie en el estribo, se arrolló en sus manos las toscas coyundas, y de un salto montó sobre los sucios y endurecidos aperos; sacó las piernas, clavó la espuela y echándose para atrás se oye brotar de su garganta aquel grito con que suelen desafiar la muerte nuestros hombres de campo: ¡LÁRGUELO! Traquea el pegador y aquel toro se retorció en el aire, presto a saciar su trágica y criminal hazaña. Camilo se sostenía sobre aquella vasta albarda con gran maestría, ya que era un perfecto profesional en el oficio; mas sus compañeros que lo dejaron solo no le hicieron compañía de buenos amigos; no le llamaron al toro, que tuvo tiempo de arrancarle con sus cuernos sanguinarios la vida al valiente CAMILO, que se desplomó bañado por su sangre en el centro de la inmensa plazona (…)
Mario Cañas Ruiz (1922-1974), en la obra precitada le dedica la danza parrandera “Las botas de Camilo Reyes”, que dice así:
En Liberia, / una tarde de fiestas / por ser fiel / a la gran tradición, / encontró desgraciado la muerte / en los cuernos de un fiero maisol. / Y la fama del pobre Camilo / terminó en una plaza de toros, / por dar gusto, alegría y color / demostrando valiente su gran corazón. / Allá en el zaguán de la hacienda, / cuelgan las botas que algún campista / dejó olvidadas. / Ellas fueron testigos de grandes proezas / llenas de glorias, llenas de vida…/ Dicen que Camilo Reyes / las dejó allí una tarde alegre / en que se fue a Liberia. / Allá en la fiestra brava, / fiestas liberianas / dejó la vida y nos dijo adiós (n.i.a.)
El escritor guatemalteco, Roberto Cabrera Padilla (1939-2014), en su libro “Tierra y ganadería en Guanacaste” (San José: Instituto Tecnológico de Costa Rica, 2007: 860 pp.), le dedica el artículo “Camilo Reyes, montador de toros y leyenda” (pp. 351-353). Analiza Cabrera:
(…) sus compañeros de trabajo se refieren a su valentía, destreza y trabajo en las haciendas y montaderas. Pertenece realmente a la historia oral más que al documento histórico escrito. Los que lo conocieron testimonian su vida, corta, pero intensa, en el duro oficio del peón montado que se realiza social y colectivamente, en los redondeles y plazas de toros (p. 351).
En 1975, “Aurora Literaria”, revista del Centro Literario de Guanacaste, fundado el 20 de marzo de 1974, cuyo trabajo se prolonga, 42 años después, incluyó la tradición de Fernando Chavarría González, titulada “Aventuras de Camilo Reyes” (Núm. 3, setiembre de 1975, p. 6):
(…) “El jinete observó a lo lejos, cerca del Guanacaste, un objeto… que cada vez se acercaba más… El caballo se quedó rígido, asombrado, y Camilo sintió como si el alma se le paralizara para siempre; ¡“Dios mío, acompáñame!, fue lo único que pudo decir: Era un perro blanco y negro, de su cuello colgaba una cadena de aproximadamente unas veinticinco varas. El espantable perro pasó a su lado derecho, luego se retiró con gran ruido de cadenas. (…) Al otro día, don Manuel le preguntaba: ¿Por qué llegaste corriendo anoche?, si otras veces nadie se da cuenta cuando llegas. Camilo contó a su tío lo acontecido y en el mismo momento juró no volver más a aquel lugar. Su tío le dijo que lo que había visto era el “cadejos” (…)
Miguel Fajardo Korea, en su libro “Casa Guanacaste” (2010: pp.104) escribe el poema titulado “Camilo Reyes” (p. 52), donde poetiza así:
“No es una plaza la que testimonia / tu valentía o la destreza / como sabanero y montador. / La faena de siempre / en el sueño telúrico del Guanacaste /que defendiste. /Camilo Guanacaste, /Camilo surco, /Camilo historia. /Tradición festiva /con la cimarrona del corazón / o el pasacalle en el alma. / Montaste con brío / para la historia; / la historia taurina sigue recordándote, / más allá del Chirriche o el Malacrianza. / Camilo Reyes: /tu nombre sigue convocándonos / contra / las otras cornadas / que hieren / la geografía del Guanacaste ajeno”.
En mi poema “Treinta pinceladas liberianas” (Fajardo. Anexión N. 265, p. 4: diciembre 2015), reescribo en el apartado VIII: “Camilo Reyes sigue / convocándonos /contra las cornadas / que hieren / la geografía del / Guanacaste ajeno /que nos pertenece a todos”.
Por todo lo expuesto, de manera visionaria, la Municipalidad de Liberia (1994-1998), en la sesión 8-97 del 27 de enero de 1997, acordó bautizar la Plaza Camilo Reyes, un espacio público donde se coloca la barrera y los tablados de las Fiestas Cívicas de Liberia para las montaderas de toros. Asimismo, el Departamento de Nomenclatura del Ministerio de Cultura, oficializó dicha propuesta, en el artículo 7, en la sesión número 223 del 12 de marzo de 1997.
Para concluir, recomiendo la lectura de la tesis “Transformaciones en la cultura del sabanero guanacasteco en una sociedad moderna y globalizada” (2015: 393 pp.), del Dr. Víctor Julio Baltodano Zúñiga, Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional, toda vez que es el estudio más completo y holístico en el país sobre dicha temática.
Creo, como dice Aníbal Reni, que “Camilo será Camilo por toda la eternidad”. (MFK. Guanacaste, enero del 2016).
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