La fórmula mágica

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Por Luigi Rebecchi Pannelli

Patrizio Amorini, pese a que peinaba canas desde hacía mucho tiempo; no mostraba indicios de una chochera como tampoco de un deterioro incipiente, propios de la vejez. Era soltero y vivía solo en una casa donde las paredes de su dormitorio estaban recubiertas de un sinnúmero de fotos enmarcadas con arte. Cavilaba sin que nadie lo escuchara, – que una cosa es vivir de los recuerdos y; otra es, como en mi caso; recordar todo lo hermoso que disfruté durante mi vida de una infinidad de paréntesis, diría yo, más que placenteras – Cada noche antes de acostarse mandaba un beso a cada retrato y luego caía en los brazos de Morfeo. El gato Anselmo y el perro Coriolano, sus dos mascotas y únicos habitantes de la vivienda; con las pancitas llenas, al lado el uno del otro; en santa paz dormían al pie de la cama del amo. Por convivir mucho tiempo con los hombres, habían adquirido las malas costumbres de entender lo que hablaban; lo que les proporcionaba, comentar entre ellos lo que habían escuchado y que no les gustaba, mantenían sus chismes en secreto con el fin de evitar las especulaciones y el mercantilismo mediático. Una mañana, cuando Patrizio había salido; Anselmo estaba haciéndose una jorobita para desperezarse, mientras que Coriolano estaba sacándose una pulguita evasora; de repente y como si fuera una primera vez, se fijaron en las fotos colgadas en las paredes; el gato extrañó que todas las fotos eran de mujeres muy bonitas, sin embargo; ninguna de ellas había vivido en la casa junto al dueño, el can que estaba más al día de la farándula; acotó que Patrizio a lo mejor, había sido un don Juan o un picaflor; su compañero felino quedó en el “aire”.

Patrizio Amorini era un hombre muy discreto y poco comunicativo con todas las personas quienes lo frecuentaban, hecho que ni a los pocos amigos y amigas que tenía; nunca les hizo confidencias respecto a su vida privada.

Durante una tarde opaca en todo sentido, pensó que la Parca estaba en camino hacia su casa para cortarle la existencia; mientras el fuego de la chimenea crepitaba y sus dos amigos dormitaban, decidió por fin y; tal vez antes de morir, contar su pasado aunque fuera a nadie o a los bichos; para quitarse de encima algo muy importante que nunca había revelado a nadie y así empezó: “yo era un joven muy apuesto y atractivo, quien lucía; según me decían, como el tipo ideal del novio serio y confiable; que cada muchacha casadera junto a su familia desearía  tenerlo como su futuro marido. El primer noviazgo que inicié fue en buena fe y con mucha sinceridad, todo tuvo un perfil muy promisorio y exitoso a tal extremo de que estuve a punto de casarme; de improviso como una revelación que fue mía y no divina, medí que la mayoría de los matrimonios; eran aleatorios, problemáticos; falsos y con el tiempo se volvían rutinarios, por tanto inseguros; desistí del compromiso, alegando unas mentiras piadosas; que a la futura esposa no le hicieron ninguna gracia, pese a eso; y no a manera de una disculpa, estoy seguro que la mujer; antes del rechazo fue feliz, igual que yo; porque no me cabe duda de que todos los noviazgos son sinónimos de promesas de un futuro maravilloso color de rosa, de romanticismo; de anhelos de una vida mejor, y aunque no se cumplan; proporcionan más dicha que frustración, por tanto mi noviazgo fue la base y la partida de un largo viaje que hice con una infinidad de noviazgos que sin llegar a puerto me dieron mayor felicidad que un matrimonio verdadero y estoy seguro; de que en parte, le ocurrió lo mismo a las novias quienes no llegaron a ser mis esposas –

Al escuchar unos pasos, Coriolano puso una oreja a media asta y enseñó los dientes; mientras que Anselmo se echó hacia atrás y sacó las uñas antes de que llegara la Parca quien se había transformado en una linda mujer y se hacía llamar María Fernanda, se puso frente al hombre y amagando una sonrisa burlona le dijo: “¡conmigo la – fórmula mágica – no te va a funcionar “eterno novio”! sin embargo  ahorita no vine por ti, porque antes debes cuidar; hasta que venga por ellos, a tus dos amigos fieles…

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