Hace tres meses, la FAO identificó las amenazas y riesgos que podrían afectar el comercio internacional de productos agrícolas y pesqueros en América Latina y el Caribe a causa del COVID-19. En esa oportunidad, se vaticinaron riesgos en la demanda, a causa de la crisis económica que impactaría en los consumidores, y riesgos en la oferta, por las disrupciones en la movilidad de trabajadores y productos. De la misma forma, se llegó a la conclusión de que un alto nivel de dependencia de determinados socios, podrían dejar de enviar o comprar sus productos, representaba una importante vulnerabilidad para el país que era necesario considerar. Los países que dependen principalmente de las importaciones de alimentos, como los países de América Central, parecían más vulnerables a la escasez de alimentos.
Con el correr de los meses hemos vuelto a analizar la situación comercial de los productos agroalimentarios producidos en la región de América Latina y el Caribe, y la conclusión pareciese ser que los sistemas alimentarios han resultado ser más resilientes de lo que se esperaba. Sin embargo, esta conclusión no aplica para todos los subproductos y posiblemente aún sea demasiado pronto para hacer una afirmación de manera tan tajante, ya que aún no hemos llegado al final de esta crisis.
Los sectores agroalimentarios, en América Latina, que más han crecido durante el período de pandemia son la soya, el azúcar y sus derivados; los más golpeados han sido los animales vivos, las frutas y hortalizas. Esto confirma que los productos alimenticios más vulnerables a esta crisis son los intensivos en mano de obra y perecederos. Los sectores económicos que más sufrieron fueron la minería y el petróleo, con una caída de 25,8% comparado con el mismo periodo del 2019; la manufactura (-18,5%); y un desplome brutal del turismo (-49,5%). Entre enero a mayo de 2020, los productos agrícolas y agropecuarios subieron 0,9% en comparación con el mismo período del 2019, y se espera un saldo positivo de 2,0% al final de 2020 (FAO/CEPAL). El importante peso del sector agropecuario en la economía explica porque países como Nicaragua, Honduras y Guatemala estuvieron entre los pocos de la región que lograron un saldo positivo en el valor total de las exportaciones a mayo del 2020.
El 31 de julio, el Banco Central de Costa Rica (BCCR), hizo público su pronóstico de que la economía del país se contraería un 5,0% al final del 2020, su mayor caída en cuatro décadas; el Gobierno anunció el 10 de julio que el déficit fiscal del país aumentaría al 9,7% del PIB frente al 6,9% de déficit del 2019; mientras que el desempleo llegó a un 20, 1%, la tasa más alta en su historia. Pese a este panorama poco alentador, contra todo pronóstico, el sector agrícola logró un dinamismo del 2,0% en el 1er. semestre del año, según PROCOMER. Durante ese primer semestre, y aún con la presión que impuso la pandemia por COVID-19, productos como el azúcar, el café oro, la yuca y la carne costarricense lograron destacar en el mercado internacional.
A junio de 2020, las exportaciones costarricenses hacia Estados Unidos habían alcanzado los USD 2.382 millones, un 2,0% más con respecto al año anterior. De hecho, el sector agrícola se posiciona como el segundo en importancia dentro de los envíos a este país, con un 29,0% de participación con productos como banano (+12%), café (+11%), piña (+3%), yuca (+9%) y jengibre (+200%). Pero la demanda del mercado asiático también tuvo una contribución sensitiva. China compró más productos cárnicos y Corea del Sur importó más azúcar y café desde Costa Rica. Por ejemplo, las ventas de carne bovina en el mercado internacional crecieron 49,63% en el 1er. semestre del año (USD 59,2 millones vs. USD 39,6 millones en el 1er. semestre de 2019). Por otro lado, Corea del Sur compró 1.881 ton. de café y USD 36,3 millones de azúcar cruda (58,0% de la producción de azúcar cruda costarricense).
En el 2018 el sector agropecuario contribuyó con el 4,6% del PIB Nacional, lo que representa 1.589.163 millones de colones, y con 12,1% de la PEA, o unos 285.986 empleos, según SEPSA. Dados todos los elementos anteriores, de esto se colige que el sector agropecuario debe ocupar un mejor sitio en el plan de reactivación socioeconómico debido a su buen desempeño en el comercio exterior, su peso en el PIB; su capacidad de generar empleo; de mejorar la balanza comercial; contribuir a revertir la precaria situación fiscal; y su contribución a la seguridad alimentaria.
No se debe descuidar el abastecimiento interno del país, principalmente de productos frescos y saludables, ni se debe ampliar el área productiva (penalizando el medio ambiente). Felizmente los jerarcas del sector agrícola están atentos a estas preocupaciones.
A nivel internacional es conocido que los productos lácteos, derivados del cacao y café, tienen marca propia, y una fuerte imagen de producción en armonía con la naturaleza.
El apoyo a la pequeña y media agricultura nacional, es central para la seguridad alimentaria, permite cruzar los difíciles años que vienen por delante para evitar una crisis de hambruna.
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