Invierno del 2022

» Por Marvin Herrera Araya - Exministro de Educación Pública

Fotos de Luis Madrigal, Jennifer Méndez y Valería Martínez, enviados a Guanacaste; El Mundo CR.

Los desastres por causas naturales o antrópicas (humanas) que actualmente agobian y dañan la calidad de vida de millones de habitantes en numerosos pueblos, en espacios naturales y urbanos de “nuestra casa común”, nos hacen recordar el contenido de la Encíclica del Papa Francisco: Laudato si: “Alabado seas”, sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible, así como las graves consecuencias materiales, económicas, sociales, humanas, ambientales y culturales en numerosos países del planeta Tierra, a causa de estos desastres. Y nuestro país no es la excepción. Estamos viviendo los gravísimos efectos de las lluvias torrenciales continuas, dado el potencial destructivo que conlleva este inclemente invierno, asimismo por las amenazas y las vulnerabilidades presentes en el territorio nacional.

Con esta Encíclica, 2015, el Papa Francisco llama la atención sobre el urgente y necesario cuidado de “nuestra casa común”, del cual depende nuestra supervivencia y la de todos los demás seres vivos. Un fuerte mensaje del Papa Francisco sobre la progresiva catástrofe ecológica, el grave deterioro del ambiente natural, causado, primordialmente, por el hombre en perjuicio de la humanidad.

Ciertamente, en la actualidad, el mundo sufre climas extremos, temperaturas mayores de 40 grados Celsius – olas de calor perjudiciales -, prolongadas y extensas sequías, visible reducción del cauce de ríos y de los niveles de represas y de lagos, alarmante disminución de agua potable en países, grandes incendios forestales, graves, devastadoras y repetidas inundaciones, potentes y frecuentes huracanes y terremotos, preocupantes deshielos de los glaciares, por ejemplo.

El Papa le confiere importancia a la justicia y la solidaridad intergeneracional, junto a la responsabilidad ético-ecológica – un imperativo moral – que las complementa con la justicia y la solidaridad con los pobres, quienes, por lo general, son los más vulnerables, resaltando que la opción preferencia por los pobres forma parte del bien común en un mundo de tantas y tan grandes iniquidades.

Los desastres de origen humano (antrópico), intencionales o causados por fallas de carácter técnico, también pueden causar desastres de gran magnitud, por ejemplo, guerras, contaminación del aire y del agua, accidentes nucleares (Chernóbil, 04/1986), accidentes industriales, incendios. Y los de origen natural pueden anotarse, respecto a Costa Rica: terremotos, erupciones volcánicas, intensas lluvias causantes de inundaciones y deslizamientos, huracanes con impacto directo o indirecto en nuestro país. Entendiendo que el fenómeno natural es una manifestación de la naturaleza que no necesariamente provoca un desastre y que los desastres, por causa natural o antrópica, se dan cuando un evento de fuerza destructiva, amenaza, ocurre en espacios y condiciones de riesgo y de vulnerabilidad, causando daños.

A raíz de la destrucción material de pueblos, de sus recursos, sus economías, de la alteración de sus cotidianas y normales vidas en comunidad y las dolorosas pérdidas humanas, es oportuno recordar algunos tipos de vulnerabilidad que, unidos a los riesgos, amenazas, son factores que en sus interrelaciones favorecen la ocurrencia de desastres. Los expertos hablan de estas vulnerabilidades: física, económica, social, política, técnica, ideológica, cultural, educativa, ecológica, institucional, las cuales operan de manera interactuante y explican la vulnerabilidad global de una sociedad.

Los desastres locales que viene sucediendo en nuestra Costa Rica, con el singular invierno de este año, están causando en diversas comunidades, rurales y urbanas, pérdidas físicas, económicas, ambientales y humanas, las cuales, en su conjunto, podrían ser equiparadas a las pérdidas causadas por macro eventos de mayor magnitud y destrucción general.

Nuestro país viene sufriendo con cierta frecuencia los efectos directos e indirectos de huracanes; así como intensos inviernos originados por el evidente cambio climático, lo cual implica que la sociedad civil y el Estado deben ocuparse de la prevención, la preparación – de personas y comunidades expuestas a estas y otras amenazas en virtud de sus vulnerabilidades -, la mitigación y la atención o respuesta a los estragos causados. Sin lugar a duda, la reconstrucción o construcción de viviendas, puentes, carreteras demandarán millonarias inversiones del Estado costarricense y a las familias afectadas, mayoritariamente pobres o de clase media baja, junto a la tristeza y dolor por lo perdido, costosa reposición de sus viviendas, ropa y enseres.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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