¿Es el empleo una prioridad?

» Por Mons. José Manuel Garita Herrera - Obispo de Ciudad Quesada

Una vez más, cifras de escándalo surgen cuando hablamos de desempleo en el país. Según la Encuesta Continua de Empleo (ECE), efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), entre abril y junio de este año, hubo 296 mil personas desempleadas.

Según el estudio, hablamos de 90 mil personas más si comparamos el dato arrojado en el mismo periodo analizado en 2018. Incluso, los datos revelan que hay más mujeres desempleadas (149 mil) que hombres (147 mil). La barrera del 10% que ya de por sí era preocupante, en términos generales, fue superada hace rato: 11,3% de la población no tiene trabajo.

No se vislumbran señales de cambio, las cifras históricas de desempleo realmente ponen a pensar a la población más vulnerable; la reactivación económica que pueda dar espacio a un rumbo distinto tampoco llega, y lo que termina sucediendo es la desesperación de familias enteras que no ven un horizonte halagador.

Meses atrás, un estudio del Banco Mundial también ponía otra alerta sobre nuestro país al señalar que casi la mitad de los empleos podrían ser ocupados por máquinas. Sin embargo, los bajos salarios y la no tan veloz puesta en escena de mejor tecnología, atrasaría esta realidad. Lo cual, en cualquier caso, tampoco es nada halagador.

Lo que debe hacernos pensar y tomar acciones es el lugar que damos al ser humano en la sociedad, para que pueda tener un medio digno para llevar sustento a su hogar.

¿Qué alternativas hay en los poderes Ejecutivo y Legislativo para reactivar la economía? ¿Qué planes hay para el futuro inmediato con el fin de enfrentar la automatización?

Desde el Magisterio de la Iglesia, el llamado es fuerte: “es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente. Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común” (Constitución Pastoral Gaudium et spes, numeral 67).

El Papa Francisco también ha señalado que persona y trabajo deben ir de la mano, abogando por la dignidad del ser humano, pues trabajo sin persona convierte al trabajo en algo deshumano.

La sociedad debe adaptarse, sin dejar de lado a la persona y las necesidades que enfrentan las familias, sin abandonar al adulto mayor, sin cerrar oportunidades a las personas que suman experiencia laboral ni opacar el ímpetu de la juventud deseosa de ocupar también un espacio de trabajo.

El mundo marcha a pasos acelerados y se habla de cifras devastadoras en cuanto a desempleados para dentro de 10 o menos años… se dice que 800 millones de trabajos ocupados por personas podrían ser sustituidos por máquinas.

Tenemos que poner la razón que Dios nos dio sobre la mesa para ejecutar acciones que pongan en el centro del desarrollo a la persona, pues caso contrario, el mismo desarrollo acabará con la humanidad. Si hacemos en Costa Rica del empleo una auténtica prioridad, sin burocracia, sin idealismos absurdos y sin trincheras innecesarias, pondremos entonces a la persona como prioridad. Que Dios nos ilumine para encontrar soluciones reales a un drama que no puede esperar más.

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