Con la lluvia que cayó sobre “Mockba”, se cerró el telón del Mundial de Fútbol Rusia 2018, se acabaron los “primeros planos” de las televisoras; que enfocaron los rostros, bonitos, feos, más o menos de los aficionados; cuyas expresiones se alternaron y variaron desde la ira, el llanto, la sorpresa, la felicidad aleatoria y la alegría desbordante al final del partido.
Como es menester en todos los estadios, se firmaron los contratos con los jugadores estrellas, cuyos montos astronómicos, dicho sea de paso; habrían disminuido el hambre de muchos niños pobres del mundo y; a propósito de los infantes, puesto que al final de cuentas el balompié ¿es un juego? que desde hace muchos años se ha transformado en una fuente de dinero, para que entre otras cosas; el espectáculo sea concurrido y rentable, amén de los aprovechadores descarados de siempre.
A nadie; en su sano juicio, le quepa la menor duda de que el “chorizo” del siglo fue la designación del próximo Mundial de Fútbol 2022, que se celebrará en Qatar, una Nación Árabe pequeña; en el Golfo Pérsico, de clima tórrido y rebosante de petróleo, gobernada por una Familia Real musulmana; muy conservadora debido a su religión y al mismo tiempo progresista, en cuya capital del Estado, Doha; han surgido unos hoteles de mucho lujo, así como unos rascacielos solo para los ricos y unos museos de renombre que para ser visitados se necesita el préstamo de un banco para pagar la entrada. Siguen los estadios levantados en sus obras brutas por unos humildes trabajadores extranjeros, explotados y tratados como esclavos; un contraste que riñe con la pujanza económica del Emirato.
El meollo del presente comentario se refiere a la designación del País, carente; en primer lugar de una tradición futbolística, luego del Corán muy morigerado en la forma de vestir de las mujeres, dicho sea de paso muy hermosas y; la prohibición a los hombres de ingerir bebidas alcohólicas, reglamentos que respetamos pero no compartimos y que podrían reñir con las y los aficionados deseosos de participar a la justa del 2022; porque, a manera de ejemplo; una mujer que a causa del calor quisiera pasearse por la urbe en short, tendría problemas; mientras que un hombre que tenga sed y quisiera tomarse una “pinche” cerveza, tendría junto a la mujer que ¿pedir permiso?. Un posible cambio de sede, sería un “sueño de opio”; en el terruño, para concluir; estamos: “a balón parado”.
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