El Brasil de ayer y de hoy

En los años cincuenta; los brasileños vivían intensamente el fútbol y el carnaval, poco se interesaban y participaban en la política, sin embargo; adoraban al presidente Getulio Vargas, autor de la Ley del Trabajo. En Río de Janeiro existían unas lomas de tierra con lindas vistas llamadas morros, más bien conocidos como “Favelas” donde vivía la gente pobre y eran los sitios de las escuelas de samba; también identificados algunos de ellos como: “O morro da viuda”, “O morro do esqueleto” y “Portela”, representaban las cunas del folklor brasileiro, de gran fama y apreciado en todo el mundo; aparte de pertenecer a una de las ciudades más lindas del planeta. Los desfiles del pasado durante las fiestas del carnaval Carioca, se desarrollaban en la Avenida Río Branco y; como nota curiosa, sentada en el alféizar de una ventana cerrada del teatro municipal; una anciana tejía con sus palitos sin parar una prenda, posiblemente de lana. En el mismo teatro, el último día de la fiesta; se presentaban los disfraces de gala, que eran la esencia genuina del sacrificio del pueblo Carioca de todo un año y; sus creaciones siempre originales. Lastimosamente y a causa del vil metal, el tiempo transformó todo en “Multinacionales”.

Carlos Lacerda, quien fui el gobernador de la ciudad, quiso acabar con las “favelas”, aduciendo razones de seguridad, su propuesta no tuvo éxito; debido a la férrea oposición de los que opinaban que eran una “atracción turística”. Después de un tiempo los morros se transformaron en barrios de concreto, como “La rosinha” en cuyas calles operan las tanquetas de la policía en su misión de combatir la delincuencia y el narcotráfico.

El contraste; en cuanto se refiere a las transformaciones, estriba en que, otrora un barrio peligroso y conflictivo cuyo nombre es “La Lapa” y su “Largo dos Pracinhas” se sitúa bajo el histórico acueducto del Imperio y limita con la Praça París, que está en pleno centro de “A cidade maravilhosa”; hoy es un polo turístico muy visitado.

En el año 1960 en el gobierno del señor Juscelino Kubitschek, se fundó Brasilia la hermosa capital del Brasil, un acontecimiento necesario y conmovedor. Pasar por alto que en Brasil no hubo nunca corrupción sería mentir, pero la de ahora; como lo sucedido con la PETROBRAS y las carnes vencidas, en lugar de cólera; nos afecta profundamente y entristece nuestro ser, porque no tenemos la menor duda de que los “brasileiros” en su mayoría son gente buena y decente que no merecen ser víctimas de una “atrapalhada” de unos cuantos; que no tiene nombre, reiteramos que son gente solidaria y trabajadora y; como el Ave Fénix, estamos seguros de que renacerán muy pronto.

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