Del error al perdón

» Por Patricia Villegas Álvarez - Diputada Partido Integración Nacional

Conozco al amigo y compañero Mario Castillo Méndez, como hombre de corazón noble, de sentimientos sinceros y, de alma de un bienhechor. En esta Asamblea Legislativa le hemos visto proceder con hidalguía por la justicia social y, es un enamorado de nuestra tierra. Cartago.

Mario atraviesa un momento de dificultad. Cometió un error porque así, él mismo lo reconoció, pero mi propósito no es juzgar, sino es resaltar, ese valor de dar la cara por su yerro. Un gran ejemplo que ofrece por su madurez. Renunció a la inmunidad parlamentaria y rechazó cualquier privilegio que le puede otorgar su posición de diputado.

No somos del mismo partido político, pero reconozco que para Mario eso no es una barrera para trabajar. Su labor es, en beneficio de la comunidad y de las personas vulnerables. Le escuchamos alzar la voz, para defender los intereses del país, cada vez que es requerido.

No soy la persona para juzgar. Me corresponde abrazar al compañero que está pasando una dificultad. En menos de dos años ha perdido a su hijo, esposa y madre. No es una situación menor.

He sufrido y sufro la partida de Jorge, mi hermano menor. Siento dolor. Vivo momentos de resignación y muchos de tristeza. Es, como una rueda de chicago, se sube y se baja el estado de ánimo. ¿Cómo no pensar y solidarizarme con Mario que carga este dolor multiplicado por tres?

Con toda vehemencia, pido para el compañero diputado, respeto y consideración. De mí, recibe el perdón y la gratitud por su enseñanza de entereza.

Quiero ampliar la reflexión que quizás, algunas personas, pueden considerar que la hago para liberar el dolor que yace en el alma. Sin embargo, deseo que comprendan, los que me escuchan y otras personas que leerán las actas que, mis palabras claman para que tomemos conciencia por aquellas personas que están sufriendo los embates que provocan los miedos generados por la pandemia sanitaria, por la falta del contacto humano y, por el temor a morir.

Ayer leímos, en el diario Extra que, en los últimos meses se han suicidado 21 taxistas. Estos compatriotas se han visto agobiados por la falta de trabajo, por las condiciones de distanciamiento y por la ausencia de verdaderas redes de apoyo. Nos encontramos ante cuadros de depresión que lamentablemente llevan a esos seres humanos a transformarse en personas enfermas. No existe conciencia o un plan para los cuidados adecuados que deben recibir para tratar sus dolencias. Los sufrimientos se asocian con la obligación que la sociedad reserva para los hombres proveedores de la familia. La presión y la imposibilidad de resolver les lleva al suicidio.

¿Cuántas familias más quedan disminuidas por otra enfermedad asociada al Covid-19?

Después de esta crisis vendrá otra. La pandemia mental asociada al miedo a morir, la culpa por querer abrazar las personas que amamos o el terror de establecer una conversación cara a cara.

Vienen momentos difíciles para las niñas y los niños que han visto perdidos sus espacios de socialización.

Han sido sustituidos por momentos de tensión por falta de clases por conectividad o por la ausencia de un aparato de cómputo. Estas criaturas están a las puertas de una enfermedad colectiva y nada hemos hecho.

Existen informes del Hospital de Niños que atienden a los pequeños y pequeñas a causa de la violencia intrafamiliar. Tanto o más complicados los hechos de violencia hacia las mujeres que atienden a los infantes y a las personas adultas.

Es un llamado a la investigación de las instituciones especializadas del Estado Social de Derecho que deben acudir en protección de la gran familia costarricense.

La oscuridad se asoma en el cielo azul de la patria. No podemos cerrar los ojos ante tal realidad. Soy madre y felizmente abuela.

Para los míos deseo la mejor sociedad posible. Esa comunidad de paz debe ser para todos y todas las que habitamos el país.

Nunca hemos estado más cerca de un mundo diferente, pero debemos luchar hombro a hombro, para que, sea una realidad de alegría compartida y, no una sombra oculta en nuestros corazones.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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