¿Abolición del alma?

“los pueblos que no defienden lo suyo, terminan siendo inquilinos en su propio país”. (Juanito Mora P.)

 

La inmensa mayoría de costarricenses y otros  habitantes de  nuestro  país, somos personas de buena voluntad; amantes respetuosos de la vida y de los bienes de cada quien.

Son pocos, muy pocos, poquísimos quienes no lo son; son poquísima  minoría los que aplican aquella frase -atribuida a Thomas Hobbes- que señala: “el hombre es lobo del hombre”.

Las mujeres y hombres (jóvenes y mayores) de nuestra patria, la gran, grandísima mayoría… honradamente: con los estudios, trabajos, profesiones o negocios; creemos en promover la convivencia fraternal y  la paz social. Sí, Nuestra sociedad es de alma buena.

No obstante, nos hemos descuidado. Hemos creído que la vida, la libertad, la justicia social y la paz son eternas; creímos que esos valores  (derechos y deberes) se cuidan solos y, hemos descuidado la Costa Rica  de la solidaridad  y el desarrollo social: hoy somos de los países más desiguales del planeta; somos de los pueblos más temerosos por inseguridad, en casas, centros de estudios o laborales, calles o lugares de recreo. Hay desigualdad y, también violencia.

Hace poco tiempo, pensando en Ucrania, el papa Francisco, decía: “corren ríos de sangre y lágrimas”.

Y, aquí, en nuestra tierra, no estamos muy lejos: hay lágrimas y sangre (ya casi  900 muertes por asesinatos, y alrededor de 500 en accidentes de tránsito).

Y, El Estado de la Nación del 2023, nos refiere: “En sucesivas ediciones el Informe ha reportado un deterioro en la convivencia social, tanto en el ámbito familiar como en el entorno regional y nacional,”. “Todas las fuentes de información analizadas convergen en indicar una fuerte disminución de la seguridad ciudadana y de las relaciones pacíficas que caracterizaron a Costa Rica”.

“el país consolidó un desgaste de los logros históricos de su desarrollo humano sostenible, así como una mayor incapacidad de su democracia para  promoverlo. Esta cosecha de resultados negativos acumulados, un nuevo paso en el progresivo abandono del contrato social costarricense, tiene como principal consecuencia un debilitamiento en la capacidad previsora; es decir, la posibilidad de anticipar los problemas, acometer lo necesario para solventarlos y sentar las bases de un futuro compartido de más bienestar para el mayor número de habitantes.”.

“Hay, pues, una creciente desconexión entre el crecimiento económico y el bienestar”.

Respecto a la  desigualdad, se podría citar lo que pareciera es -como dice la expresión popular-: “a confesión de parte, relevo de pruebas”; me refiero  a la interpretación, en Extra, del 11 de diciembre pasado, dada por el Presidente de República, a saber: “Parar el deterioro de la desigualdad es complejo. ¡Se deben hacer cambios estructurales profundos!” y “Seguimos siendo una de las sociedades más desiguales del mundo. ¿Por qué? Tenemos un sistema tributario regresivo.”.

Esas palabras, para toda sociedad, deben provocar profundad reflexión, ¿serán  ciertas o será justificación?

Lo que sí es cierto, real, muy real, es la desigualdad social y la inseguridad general. Es lamentable lo que se vive en nuestra nación. Hay violencia… hay muertes, muchas muertes de hijas e hijos de nuestro hogar común. Estanos perdiendo el alma de sensibilidad social.

¿Acaso nos están aboliendo el alma? El alma de: “bajo el límpido azul de tu cielo blanca y pura descansa la paz”.

Hoy, bajo nuestro cielo; hay injusticia social… hay temor y terror;  y hay muchos brazos cruzados y silencio (de ciudadanos y gobernantes). Los idólatras de lo negativo  nos están quitando bienes, pero lo más doloroso: secuestrando el alma de nuestros jóvenes.

Los enemigos de los buenos, nos están robando la paz. ¿Acaso nos están aboliendo el alma del respeto a la vida y de dignidad de los costarricenses y de otras personas que habitan nuestra tierra? Reflexionemos  y ocupémonos  de ello.

Decía, Martin Luther King: “Al final recordaremos no las palabras de nuestros enemigos sino el silencio de nuestros amigos”, y  “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética: lo que sí me preocupa es el silencio de los buenos”.

Y,  el héroe y libertador nacional (expresidente de la República), don Juan Rafael Mora Porras, proclamó: “los pueblos que no defienden lo suyo, terminan siendo inquilinos en su propio país”.

Don Juanito, con ese previsor e inspirador  pensamiento, nos llama a defender la vida, la libertad, la justicia social y la paz: con el arma del cumplir… sin duda alguna,  con nuestra Constitución Política, que ordena: “El Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza”.

Todos, ineludiblemente  los gobernantes (que para lo bueno han sido electos o designados),  y todas las personas,  deben y debemos,  obligar -pacíficamente-  que se cumpla, entre otros, el mandato constitucional del 50; y se recupere nuestra Costa Rica de sensibilidad y bienestar general.

Que se cumpla… sin olvidar, del Estado de la Nación, que: “Costa Rica posee una arquitectura constitucional que requiere de un grado sustantivo de cooperación entre poderes de la República y fuerzas políticas para la gestión de los asuntos públicos”.

Sirvan los aires navideños, para -con hechos cooperantes- nunca permitir la abolición del alma buena; y siempre recordar: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”.

Paz integral… para madres y padres, hijas e hijos de nuestra casa común.

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