Como parte de mi formación académica me gradué como técnico electricista en el 91, esto implicó asistir a un colegio donde el horario era de 7am a 5pm de lunes a viernes, siempre elogié este método como una buena manera de prepararlo a uno para el mundo laboral al que me iba a incursionar en el futuro. Luego de salir del colegio he trabajado siempre bajo este esquema e incluso en giras bisemanales que me mantuvieron por mucho tiempo lejos de mis seres queridos.
De esta manera siempre me pareció que llevaba una vida normal en la que tenía un trabajo que me era remunerado para procurar las necesidades de mi familia, pero no fue hasta el año pasado cuando la mayor de mis hijas empezó a trabajar que tuve una revelación producto de cómo me comentó ella que percibía su nuevo itinerario. “Tengo que estar ahí todo el día me dijo, le quitan a uno todo el tiempo y no queda tiempo para nada”. En un inicio pensé que la brecha generacional provocaba esta visión tan diferente de una misma situación, pero mientras más pienso en el asunto más me convenzo de que definitivamente hay algo que yo no había visto y que ella vio de inmediato, en realidad toda relación laboral con una empresa o institución no es más que un intercambio comercial en el que ellos ponen el dinero y uno a cambio les entrega sus conocimientos, experiencias y su tiempo, no es que esté mal, no podemos vivir de la nada pero definitivamente invita a reflexionar sobre el debido balance que debe existir entre cómo me gano la vida y cómo y cuándo la vivo y aunque suene drástico, ¿realmente ocupamos trabajar para vivir?.
Con esto dicho no queda más que analizar como en realidad repartimos nuestro tiempo entre los quehaceres y las personas que nos rodean, que tiene prioridad sobre que y que tanto de nuestro valioso tiempo nos estamos dedicando a nosotros mismos.
Si bien es cierto debemos trabajar para vivir, no podemos darnos el lujo de vivir para trabajar, ya sea como colaboradores de una organización o en lo propio, lo que hacemos para vivir no puede consumir la mayoría de nuestro tiempo, así sea que amemos lo que hacemos.
Hoy en día nuestra sociedad se mueve bajo la premisa de la productividad y nos exige cada día más y más, pasamos nuestros días agobiados por tareas que nos sobrepasan y esto solo con el objetivo de cumplir con los estándares. Empleamos nuestro tiempo en actividades que no agregan ningún valor a nuestras vidas y que más bien nos desgastan y nos hacen sentir insuficientes, ya no basta con el tiempo contratado, los puestos de trabajo actuales exigen que se esté dedicado 24/7 y comprometido 100% con la causa organizacional.
Cambiamos nuestro tiempo, el de nuestros sueños, el de nuestras familias, el de nuestras ilusiones y necesidades por unos cuantos pesos, ofrecemos nuestro esfuerzo al mejor postor y empleamos nuestra vida al servicio de los demás, recibimos dinero a cambio de nuestras experiencias y de nuestra intuición, negociamos incluso nuestro futuro y todo por una recompensa económica, con todo esto en la mesa yo me pregunto, ¿si hiciéramos conciencia de lo que estamos dando a cambio de nuestro salario, a cuánto la hora?