La Ariljska malina, una frambuesa regordeta de colores vibrantes, es una de las joyas de la corona de Serbia.
A menudo llamada “oro rojo”, esta baya local es un manjar muy apreciado, ya se coma recién recolectada, horneada en pasteles, bañada en chocolate o convertida en zumos, conservas u otras delicias culinarias.
Los agricultores de la zona desarrollaron hace décadas una técnica de cultivo y recolección, denominada “método Arilje”, que, junto con el microclima de la zona, contribuye al sabor y la calidad de la frambuesa.
Este método de producción consiste en cultivar los arbustos en espaldera y eliminar los primeros brotes para permitir que la luz del sol sea suficiente para una buena maduración. Las frambuesas recogidas a mano, una vez limpias, pueden congelarse inmediatamente para así conservar su frescura.
La producción de frambuesas se introdujo en esta zona del suroeste de Serbia tras la Segunda Guerra Mundial, promovida por el profesor y escritor local Dobrilo Nenadic, quien invirtió mucho tiempo y energía en promover esta fruta. La gente empezó a cultivar la frambuesa en pequeñas parcelas y poco después la Ariljska malina se convirtió en el único producto comercial de la zona, lo que ha impulsado su desarrollo económico.
Hoy, la región de Arilje produce cada año unas 25 000 toneladas de la fruta, que se exporta sobre todo a Europa occidental.
La Ariljska malina es también uno de los más de 9 000 alimentos protegidos geográficamente en todo el mundo, lo que hace que esta fruta sea tan indisociable de Serbia como el queso Parmigiano Reggiano lo es de Italia o el té Darjeeling lo es de la India.
Otro elemento fijo de la cocina serbia es la famosa cereza ácida Oblačinka, de la región meridional serbia de Oblačina.
Más pequeña y oscura que otras variedades, la cereza ácida Oblačinka logra un equilibrio entre lo dulce y lo ácido, y está repleta de nutrientes, vitamina C y antioxidantes.
A finales de la primavera, el paisaje de esta región adquiere un tono rojizo por los árboles cargados de cerezas maduras, listas para ser sacudidas de sus ramas.
Casi todas proceden de pequeños huertos regentados por agricultores familiares que han transmitido su amor por la cereza ácida y sus conocimientos técnicos de generación en generación.
La Ariljska malina y la Oblačinka de cerezo amargo de Oblačina, de Serbia, al igual que el ajvar (una pasta para untar de pimiento rojo) casero de Leskovac, el queso de Zlatar y la miel de tilo de Fruska Gora, recibieron el estatus de indicación geográfica (IG) nacional hace cerca de una década.
Esta etiqueta oficial de IG vincula un producto específico y de calidad a su lugar de origen, protegiendo la reputación y autenticidad del producto y garantizando, al mismo tiempo, su calidad y origen a los consumidores.
Así, por ejemplo, sólo las frambuesas cultivadas en las condiciones microclimáticas de Arilje y que cumplen las rigurosas especificaciones de producción de Ariljska malina pueden utilizar la denominación protegida oficialmente.
La etiqueta de IG garantiza también que los productores de frambuesas Ariljska malina y de cerezas ácidas Oblačinka de Oblačina de hoy —y de mañana— podrán cultivar y recolectar a mano la fruta del mismo modo que lo hacían sus antepasados.
Ayudar a los productores a obtener ventaja en los mercados
Tanto para la Ariljska malina como para la Oblačinka de Oblačina, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) colaboraron estrechamente con el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Gestión de los Recursos Hídricos de Serbia y con la Oficina de Propiedad Intelectual para ayudar a los productores y transformadores serbios a elaborar especificaciones de producción o registrar las frutas como IG.
Con financiación de la Unión Europea y el Gobierno de Italia a través de la Iniciativa Centroeuropea, el proyecto prestó apoyo desde el fortalecimiento de las organizaciones de productores y la organización de viajes de estudio hasta compartir asesoramiento sobre leyes y marcos jurídicos de las IG. La FAO y el BERD también ofrecieron capacitación sobre certificación de IG, promoción, control de calidad y protección contra las imitaciones. Esto garantiza que los productos con IG puedan conseguir ventajas en un mercado saturado.
Un estudio de la FAO y el BERD —que analizó nueve productos—, descubrió que las etiquetas vinculadas al origen podían traducirse en una prima de precio de entre el 20 y el 50 % respecto a los productos sin etiqueta de IG.
Custodios de la reputación
Recibir la IG es un gran logro, y el resultado de un proceso largo y complejo. Pero su éxito duradero depende de una sólida campaña para proteger y promover las frutas certificadas.
El apoyo de la FAO y del BERD a los productores ayuda a garantizar la promoción y protección continuas de estos productos, al tiempo que se crea una gobernanza sólida.
La Asociación Cerezas Ácidas, por ejemplo, ayuda a garantizar los controles internos de calidad y la trazabilidad. También refuerza la promoción, la comercialización, el poder de negociación y las relaciones de los productores con los proveedores y compradores.
Además, anima a los productores y transformadores a innovar y crear nuevas líneas de productos, como cerezas deshidratadas y cerezas ecológicas, bajo la etiqueta de IG.
De forma parecida, los miembros de la Asociación Ariljska Malina trabajan juntos para proteger y promover la frambuesa, al tiempo que ayudan a las empresas familiares a diversificar sus productos para acceder a nuevos mercados nacionales e internacionales.
Una empresa produce incluso exquisiteces como frambuesas liofilizadas bañadas en chocolate fino y está trabajando en la venta de frambuesas frescas con etiqueta de IG directamente a supermercados y consumidores.
Según Aleksandar Obradović, director de ventas de una de las empresas miembros de la Asociación, la etiqueta de IG es la abreviatura de una fruta que cumple todas las normas de seguridad y es siempre de buena calidad.
Promoción de alimentos con trasfondo
El mundo está cada vez más globalizado. Los hábitos y los estilos de vida cambian, pero las tradiciones alimentarias no mueren.
La demanda de alimentos saludables y nutritivos está aumentando, al igual que la demanda de alimentos locales y tradicionales.
Los países comprenden esta atracción y están creando industrias de turismo rural sostenibles —desde rutas gastronómicas hasta festivales alimentarios— que promueven sus tradiciones gastronómicas únicas y su belleza natural.
Las IG exitosas pueden insuflar nueva vida a las comunidades rurales, creando puestos de trabajo, en especial para los jóvenes, e inspirando a los productores locales para que protejan la biodiversidad agrícola que distingue sus productos con IG.
La Ariljska malina de Serbia y la Oblačinka de cereza ácida de Oblačina son deliciosos guiños a todo eso, y un recordatorio de que mantener vivas estas tradiciones para las generaciones futuras es una inversión y un esfuerzo que merecen la pena.
La historia y las fotos relacionadas se pueden encontrar en:
https://www.fao.org/newsroom/