Es de sobra conocido el desorden, congestión vial, contaminación y falta de planificación que caracterizan la red de transporte automotor en la ciudad capital. Urge, desde hace décadas, el diseño e implementación de un sistema de movilidad moderno y sostenible. En esa dirección, la opinión de expertos ha sido que, el eje central de ese sistema de transporte, la columna vertebral del mismo, es un tren eléctrico moderno y eficiente. Instrumentos de planificación como PRUGAM y el Plan GAM2013, que pretenden un ordenamiento territorial y vial de la caótica GAM, increíblemente archivados por nuestras autoridades, señalan también al tren como ese elemento central a partir del cual se debe articular y ordenar el resto del sistema de transporte.
Da lástima ver fotos de inicios del siglo pasado, donde se aprecia el tranvía que recorría las calles de San José, desde la Sabana y con ramales hasta San Pedro y Guadalupe. Ese tranvía era eléctrico, cero emisiones y ruido, algo increíble para la época. ¿Cómo es posible que se cambiara esa visión sostenible de la movilidad que imperó en esos años por un sistema de autobuses de combustibles fósiles, altamente contaminante, ruidoso y caótico, que es el que a la postre impera en la actualidad? Es muy posible que, en esa época, al igual que sucede ahora, imperaron intereses creados en esa equivocada decisión.
El Ingeniero Amador, Ministro de transportes, ha manifestado sus dudas y cuestionamientos sobre la propuesta de tren eléctrico surgida de la administración anterior. Muy válida y aceptable su posición, se admite revisar la propuesta actual, y mejorarla en lo posible. Lo que resulta inadmisible a estas alturas es decirle no a un tren eléctrico sin proponer una mejor opción. Ya no tiene ni lógica ni sentido asumir la conformista posición de mejor quedarnos con el obsoleto tren actual, haciéndole solo algunas mejoras o parches. No podemos seguir negando el futuro, que sin duda comprende un tren moderno y sostenible, alimentado por una red sectorizada de buses eléctricos y complementada por un sistema de movilidad no motorizada (ciclo-vías, bulevares, aceras, etc). En definitiva, un sistema integrado sostenible de movilidad.
Como país y como sociedad, tenemos que pensar en grande, imaginar en grande, soñar en grande. Pensar en esa imagen objetivo futura de una ciudad moderna que todos queremos y tomar las decisiones y los pasos que nos lleven en esa dirección. Ese sistema sin duda incluye un tren eléctrico moderno, por lo que no podemos ni debemos renunciar a ese sueño, hacerlo es pensar en pequeñito, en forma conformista y retrógrada.
Es claro también que existen intereses creados que se dirigen en dirección opuesta al tren eléctrico, sobre todo Intereses de algunos autobuseros y transportistas, que preferirían sustituir el tren eléctrico para pasajeros por más buses o taxis, y los trenes de carga por más camiones, todo para su beneficio personal. Ante eso, es fundamental pensar a toda costa en el país antes que en intereses sectoriales.
Sin que sea perfecto, el modelo de tren rápido de pasajeros propuesto en la administración anterior tiene muchas ventajas, técnicas, económicas, financieras y ambientales, así como oportunidades de mejora en ciertas áreas. Por ello, no es admisible que, por razones politiqueras y de corto plazo, no se avance con un buen proyecto de tren eléctrico. No hacerlo, es condenar el área metropolitana al caos vial, al desorden y a la falta de planificación urbana por muchas décadas más.
En oposición a la cultura carro-centrista que ha imperado en las últimas décadas en Costa Rica, es imperativo abrirse a la cultura ferroviaria en nuestro país, lo que traería enormes beneficios productivos, económicos y ambientales. Además del tren eléctrico de la GAM, ¿porque no pensar también en una red ferroviaria eléctrica y moderna que recorra la mayor parte del país, donde lo permitan las condiciones topográficas, tanto para carga como para transporte de personas? Una red ferroviaria que aproveche la casi total generación eléctrica renovable con que ya cuenta el país. Pero pareciera que más bien caminamos en la dirección totalmente opuesta: más carreteras, más carros, más camiones, más congestionamientos, más contaminación.
Que la sabiduría y visión que no tuvimos a mitad del siglo pasado, para mejorar y continuar con el entonces incipiente sistema de transporte eléctrico ferroviario del tranvía en la capital, lo tengamos en este siglo, para abandonar la dependencia de los sistemas de transporte público con base en combustibles fósiles y migrar hacia sistemas de transporte y movilidad verdaderamente sostenibles.
Un tren eléctrico en la GAM no es un lujo, es ya una necesidad nacional, así hay que verlo. Por ello, hago un respetuoso llamado al presidente de la República, al ministro de Transportes y a los señores y señoras diputadas para que en este caso actúen y tomen las decisiones requeridas conforme al mejor interés nacional y con visión de futuro de largo plazo.
La decisión se ha postergado por décadas. Es ahora o nunca, Costa Rica lo demanda.
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