La pandemia sanitaria está siendo atendida por la institucionalidad. Dicho sea de paso, Costa Rica es uno de los poquísimos países donde independientemente de quien sea el Presidente, éste no se necesita, ni es imprescindible, para atender una situación de sanidad. Sin entrar a calificar las decisiones del Ejecutivo, basta que la CCSS, el Ministerio de Salud, la Comisión de Emergencias, Bomberos y otras instituciones conexas funcionen bien, para salir así de ésta, y otras crisis. Resulta suficiente que los Ministros de turno y los trabajadores de todos los niveles hagan bien su trabajo, y cumplan su deber, por el cual se les paga. Nuestras instituciones son fuertes y se defienden por sí mismas. Aplausos a nuestra institucionalidad, que además tendrá siempre espacio, para adaptarse mejorar y ser aún más vigorosa.
Como sabemos, tenemos ya la pandemia económica, que puede ser más crítica que la sanitaria. Detrás vendrá a toda carrera la pandemia social, y probablemente al final del camino tendremos la pandemia política. Así de clara es la situación que vivimos ahora, y en los meses que siguen. Todo está entrelazado, y por eso las soluciones tienen que ser integrales, y con visión también de mediano y largo plazo. Es una oportunidad para reflexionar sobre el país que deseamos.
Con relación a la economía, las decisiones y acciones que tomen las autoridades serán esenciales. El Gobierno ha tomado algunas acciones y es justo reconocerlo, aunque faltas de integralidad.
Dicho lo anterior, lo primero que las Autoridades Públicas deberían precisar con claridad, son los objetivos de política económica. Dichos objetivos, algunos ya enunciados por el Gobierno deberían ser; cinco de cortísimo plazo para atender la emergencia, es decir del aquí y del ahora, y uno, el sexto, para un plazo un poco mayor. Los objetivos deberían ser;
Definir un proceso de gradualidad en la eliminación inteligente de las medidas sanitarias que permita la recuperación de las actividades económicas. Entre más plazo tenga el aislamiento, más profunda será la crisis económica.
Ayudar efectivamente de manera inmediata a las personas y familias más vulnerables, y que sufren con la disminución de sus empleos e ingresos.
Ayuda concreta a las empresas, muy especialmente a las pymes, my-pymes y medianas seriamente lesionadas por el covid 19.
Salvaguardar la estabilidad del sistema financiero, evitando que colapse, pero sin regalías para éste, y haciendo que ese sistema colabore efectivamente con las necesidades de sus clientes y de las empresas y del país, para que la economía vuelva a sus niveles y luego pueda reactivarse. Este año el sistema financiero no debería pensar en grandes utilidades, sino en colaborar solidariamente con la emergencia.
Mantener dentro del entorno inmediato de emergencia, una racionalidad fiscal.
Construir un programa de corto y mediano plazo para la reconstrucción del parque empresarial y de la economía del país, y con ello apuntar también al bienestar sostenible de las familias y trabajadores, a la recuperación de la Hacienda Pública Nacional y Territorial y a la construcción de una nueva economía nacional.
Para cada uno de esos objetivos de política económica, se debe establecer un conjunto de medidas con una visión holográfica, pues aquí el todo está siendo afectado por las partes, y las partes por el todo.
Sería muy interesante que con alto grado de humildad el Ejecutivo y los diputados, escucharan y estudiaran en el cortísimo plazo, muchas sugerencias de distinguidos economistas, eso sí, de todos los colores, ciudadanos y emprendedores y hasta familias, que han trasmitido valiosas ideas para atender la crisis, las cuales deberían ser valoradas, a la par de los asesores formales o tradicionales que tiene, por ejemplo, el Señor Presidente de la República. Así como se nos dice reiteradamente, que la solución sanitaria es una responsabilidad de todos, también la respuesta económica a la crisis debería contar la participación de muchas voces, que por no estar en el poder, son usualmente invisibilizadas. Hay que democratizar las propuestas de solución, para que los tomadores de decisiones tengan mayor amplitud en sus definiciones. Pero además, hay que ser creativos, es decir, no matricularse sin criticidad con las recetas de los organismos internacionales, que tienen además vuelto loco el mundo en que vivimos con grandes desigualdades. Veamos por ejemplo, cómo están en este momento, muchos de los países de la OCDE, espejo en el cual andamos desaforados tratando de entrar con cuotas de afiliación de millones de dólares, que deberíamos emplear más bien para atender la emergencia. No es necesario entrar en una organización, por ejemplo, para que haya mayor transparencia en nuestras instituciones, cuando nosotros mismos como país podemos optar por ser transparentes, mediante una definición soberana y propia de política pública. Yo no puedo traer a mi casa a un vecino honesto, para ser entonces yo un hombre honesto. No, la honestidad la asumo como compromiso, la defino y la practico. Por eso siempre he creído que la prédica de que el país deba entrar a un organismo internacional para ser más transparente, no es de recibo.
Volviendo a lo nuestro, es necesario indicar que, las medidas que se consideren para cada objetivo de política, deben reducir al mínimo los niveles de incertidumbre para que generen confianza, se deben acompañar de una operatividad simple y eficiente, además contar con los presupuestos para su efectiva ejecución, y tener una comisión de seguimiento que garantice la efectividad y la transparencia absoluta en el uso de los recursos. Sin el ánimo de agotar posibles medidas, me referiré a algunas de ellas, dentro de cada objetivo de política económica.
PRIMERO: Eliminación gradual de las medidas sanitarias. Evidentemente es muy fácil decir todos los días “quédate en casa “, y cerrar el tránsito y el comercio y empresas, salvo pocas excepciones. No cuestiono la bondad de esas medidas en marzo y en abril. Las he apoyado, pero también soy consciente de sus consecuencias en otros ámbitos de la vida humana. Creo que el aislamiento y el cierre de las actividades económicas no es sostenible por mucho tiempo, ni para la salud, ni para la economía, ni para las familias, ni para los hogares, ni para las empresas, ni para la gente. El estrés afecta severamente la salud, incluso reduce las defensas del organismo, y los hospitales se podrán saturar en el futuro cercano ya no por el covid 19 sino por otras patologías. El aislamiento en hogares de 30 y 40 m2, con 4, 5, y hasta 6 miembros de familia es muy difícil de mantener civilizadamente, y menos, si falta la comida. Las empresas especialmente pequeñas y medianas sin ingresos, después de dos meses van directamente a la quiebra. Por estas razones y muchas más, el Gobierno tiene que contemplar ya una ruta de eliminación y, o reducción de la mayoría de restricciones impuestas, tendiente a reencontrar la normalidad. Eso sí hay que reforzar la rigurosidad en las fronteras. Repito, hay incluso razones de peso en salud para no prolongar más allá del mes de abril muchas de las medidas que se han tomado. Si el Gobierno no lo hace, la ciudadanía y los factores productivos sin duda, presionarán para que se haga. Hay que apuntalar la economía, no solo porque haya que reforzar la economía, sino especialmente porque hay que atender la salud física, mental y emocional de la población, y seguir dotando a las instituciones de salud de recursos financieros para que sigan haciendo su trabajo.
SEGUNDO: Ayudar a las familias y personas que más lo necesitan. Esta definición política ya el Gobierno la está tratando de implementar por medio del programa proteger, en paralelo con otras contribuciones solidarias existentes, que ejecutan diversas instituciones, y eso está bien. No obstante, hay sugerencias. Difícil entender el modelo de centralismo josefino para dar ayudas a los trabajadores que ha sido despedidos, o disminuyeron jornada en todo el país. Sería útil que los Comités de Emergencias y el IMAS, por ejemplo, de cada Cantón fuesen la herramienta operativa de este programa, pues conocen mejor a las personas de su comunidad y las necesidades que ellos tienen. Además ya esas entidades han estado trabajando en entrega de víveres y otras ayudas. No se hizo así, y el día siguiente, la plataforma proteger quedó saturada y ha seguido con respuestas inoportunas para la demanda recibida. Descentralizar es fundamental para que las ayudas lleguen más rápidamente. Por otra parte, el cambio en los montos de ayuda ofrecidos crea expectativas desagradables. El Presidente anunció primero en una conferencia 200 mil colones, y días después se redujo a 125 mil mensuales para cesados por el coronavirus, y a 62.500 colones para los de reducción de jornada. Por cierto con relación al monto de dichas sumas no está claro cuál haya sido el criterio de sustentación. Nótese que en el mejor de los casos, la gente recibe un equivalente de 31,250 colones semanales, suma que parece muy por debajo de las necesidades que tiene alguien que fue despedido de su trabajo que al menos tenía salario al mínimo legal. Tampoco está claro el número de costarricenses que recibirá esas ayudas, porque el cálculo de Gobierno ha venido cambiando. En mi modesta opinión el Gobierno debió hacer un esfuerzo mayor para comprometer una ayuda de al menos 225 mil colones mensuales para los cesados, y de un mínimo de 125 mil para los que disminuyeron su jornada laboral a la mitad. Atender en serio esta crisis, implicará que el Gobierno ponga mucho más dinero. Así será. Existen diferentes mecanismos para el financiamiento, pero debe haber creatividad y hasta valentía.
TERCERO: Ayuda concreta a las empresas. Es preciso un programa específico de salvamento empresarial para las pequeñas y medianas, sin excluir otros tamaños, pero dando prioridad a las primeras, y que acompañe a algunas de las medidas ya tomadas y bien intencionadas, relacionadas con la CCSS, el IVA y otras. Eso implica entre otras medidas, exigir que el Banco Central tenga ya listo para publicar el reglamento sobre la ley de datafono recién aprobado, y no esperar tres meses. Que se apruebe además la ley de disminución de tasas de interés de las tarjetas de crédito, y que entre en vigencia a la brevedad. En mi opinión el Estado deberá otorgar un apoyo empresarial no rembolsable de varios meses a las empresas pequeñas, dentro de las cuales estén especialmente las pymes de turismo, y otras que han sufrido enormemente con el cierre de fronteras, aislamiento y restricciones de tránsito. Adicionalmente se debe contemplar vía ley, la obligación del sistema financiero de facilitar créditos a las empresas a bajas tasas de interés, para que tengan capital de trabajo, honren deudas, y paguen proveedores y otras obligaciones incluso impositivas, con instituciones públicas. Recordar que el turismo significaba hasta hace poco el 8 % del PIB y una gran fuente de empleo.
CUARTO: Mantener el funcionamiento estable del sistema financiero. Los bancos públicos y privados, cooperativas, mutuales, cajas de ahorro, y otras entidades financieras deben mantener su estabilidad, porque ello es vital para la economía. No obstante debería quedar claro, que la crisis no debe estar en función de los bancos, sino que los bancos deben estar más bien en función de la solución a la crisis. ¿Cómo? Cooperando. Es probable que el sistema financiero siga teniendo como cliente privilegiado al Estado, razón adicional para que el Estado promueva una colaboración estrecha de los Bancos con la superación de la crisis. Pero además, si se baja la tasa de política monetaria un poco más, y se reducen aún más los encajes, el compromiso, eso sí vigilado, del sistema financiero debe ser, usar los recursos que se liberen, para el programa de salvamento empresarial, y no solo para comprarle bonos al Gobierno, como ocurrió el año pasado. El sistema financiero es el empresariado más sólido y que mejor le ha ido en nuestro país. Por lo pronto, no vemos que vaya a tener inestabilidad. Precisamente su estabilidad debe servir, para reconstruir la estabilidad que el país necesita recuperar. Por cierto, en este apartado hay que reconocer el gran aporte de 75 mil millones de colones de una empresa del Estado como el INS, con plena conciencia del momento que vive el país.
QUINTO: Prudencia fiscal de Hacienda sí, porque hay fragilidad, pero sin dejar de facilitar los recursos requeridos para atender la emergencia. Es evidente que Hacienda y Banco Central deben hacer filigranas para atender la crisis sanitaria y económica, financiarla y superarla sin que el país se derrumbe. La situación comprometida de la deuda y del déficit fiscal hacen más difícil ésta tarea, pero no imposible. Se trata de un ejercicio creativo, que no necesariamente pasa por reiterar medidas de un orden fiscal y económico establecidas, que están en franco cuestionamiento global. Sin lugar a dudas las autoridades de Gobierno tendrán que inyectar inteligentemente mucho dinero en la economía, ya sea por medio de emisión monetaria, ya sea usando las reservas internacionales administradas por el Banco Central, pero que según la ley pertenecen a la nación costarricense, parte de los más de 8 mil millones de dólares, o ya sea acudiendo a organismos internacionales como el mismo Ministro de Hacienda lo ha sugerido con relación a un posible financiamiento del FMI, o acudiendo a otras herramientas y entidades crediticias. No parece de buen gusto ni ético, que el Banco Central como lo ha dicho algunos economistas no ortodoxos, se siente sobre la opulencia de más de ocho mil millones de dólares en reservas monetarias, mientras hay en el país una emergencia tan profunda, que requiere medidas extraordinarias. Tomar al menos mil millones de dólares y ponerlos al financiamiento de la emergencia, con plazos claros de repago de Hacienda al BCCR, no es nada descabellado. 285 mil millones de colones del CAF más 575 mil millones de colones de las reservas, serían un aporte conjunto de 860 mil millones de colones, más del presupuesto de 502 mil millones de colones que Hacienda ha anunciado que presentará a la Asamblea Legislativa, en varios presupuestos extraordinarios.
SEXTO: Construir desde ya con paso firme y visión de más largo plazo, la reactivación y la construcción de una nueva economía. Es una realidad que los efectos sobre el crecimiento de la economía serán muy fuertes. Por dicha que el covid 19 tiene porcentajes de letalidad bajos, pero si hubiese sido una pandemia con un virus de altísima letalidad, que ojalá nunca recorra el mundo, nos hubiéramos quedado con una cantidad insospechada de población fallecida, y con un cementerio de empresas. A la par del problema de crecimiento, nos llega la pandemia en un momento donde las personas, las empresas costarricenses, y el país en general están con una deuda muy grande, con altas tasas de interés, y con una mano de obra altamente desempleada. Interesante resulta destacar, reflexionando sobre medidas a tomar, que cerca del 30 % de la deuda del Gobierno, se encuentre en poder del sector público.
La crisis profunda nos invita a pensar en grande, y a reflexionar que muchas cosas habrán de cambiar. Aunque tenemos pinceladas de cómo será el nuevo orden mundial, no hay certezas. Lo que miramos por ahora, es una sacudida global que puede llegar a una recesión de enorme tamaño. En nuestro caso, este episodio igualmente nos lleva a luchar en dos frentes; por una parte, contra el virus, y por otra, a reducir los impactos negativos en la vida de la población. Sin embargo debe servir para organizarnos y hacer las cosas de manera diferente. Por favor, no sigamos el estribillo de seguir poniendo más impuestos, porque los impuestos no van a generar la riqueza que necesitamos. Repensemos el país que queremos de manera distinta porque lo hemos estado perdiendo. Hagamos una política pública fuerte de reducción de las desigualdades, que por cierto no convienen a nadie. No sigamos reproduciendo la vergüenza mundial de que el 1 % de la población, tenga más del 80% de la riqueza del planeta. No implantemos modelos extraños del signo que sean, destruyendo valores e instituciones que nos hicieron diferentes. Fortalezcamos aún más nuestro compromiso con la naturaleza, y la defensa de la vida en todas sus manifestaciones. Hagamos que nuestra Banca sea menos de consumo y más de inversión. Aprovechemos nuestro talento humano para comprometernos con tecnologías e innovaciones que estén al servicio de todos, y no en contra de los otros. Sepamos aprovechar sin miedos, nuestro capital humano, nuestros recursos naturales, y nuestra posición geográfica. Volvamos al campo como fuente del renacimiento, y rompamos con los modelos, que no sirvan a la convivencia de la libertad, la solidaridad y la justicia. Aumentemos la calidad en todo lo que hagamos, y apostemos a heredar al mundo como lo hicimos en el pasado, propuestas inteligentes que contribuyan a la humanidad que soñamos. Es entonces, el momento de aprobar el proyecto pensión consumo, para darle pensión a todos los costarricenses, sin que el Estado, trabajadores y patronos aporten recursos. Es la hora de tomar en serio y de facilitar la aprobación del canal seco verde que uniría los dos mares, siempre y cuando tenga el financiamiento, y que generaría 80 mil empleos directos y miles de millones para las arcas de Hacienda y de las Municipalidades por las que atraviesa. Es imprescindible para reactivar la economía desatorar los proyectos que estén en Setena generalmente ya con financiamiento, para que se comiencen, eso sí, con el mandato de cumplimiento de requisitos durante el proceso constructivo. Es fundamental sin dilación comprometerse con la economía verde, y desde luego aprovechar los miles de millones de dólares aprobados para obra pública, que aún están sin uso por distintas razones. Una alianza pública privada sobre la base de la ejecución de proyectos que se encuentren en camino, es sin duda una esperanza para la pronta recuperación de nuestra economía, y sobre todo para dar trabajo a miles de compatriotas que hoy están desempleados.
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