El origen de la desigualdad de los hombres, es un maravilloso libro escrito por Juan Jacobo Rousseau, en el año 1755. En el mismo ahondada en el uso de la fuerza, argumentos morales y el inicio del concepto de propiedad privada, como los motivos principales para generar el inicio de la desigualdad de los seres humanos. Muchos de sus postulados siguen muy vigentes en la América Latina y la Costa Rica del presente. Hoy las causas de la desigualdad en la sociedad, son el limitado acceso a la educación y al empleo, potenciados por la centralización de las políticas públicas.
La Comisión Económica para América Latina, sostiene que: la desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades latinoamericanas y caribeñas, que se ha mantenido y reproducido incluso en períodos de crecimiento y prosperidad económica. A pesar de los avances de los últimos años, persisten altos niveles de desigualdad, que conspiran contra el desarrollo y son una poderosa barrera para la erradicación de la pobreza, la ampliación de la ciudadanía y el ejercicio de los derechos, así como para la gobernabilidad democrática. Avanzar para reducirlos significativamente es un compromiso plasmado en la Agenda 2030 para el desarrollo Sostenible y asumido por todos los países de América Latina y el Caribe (CEPAL, 2018).
Consistente con la idea del párrafo anterior, sobre la desigualdad en América Latina, el Foro Económico Mundial (FEM) en conjunto con la CEPAL, en una investigación reciente (2020), concluye que es una de las regiones del planeta con los peores índices en materia de desigualdad; a pesar que en las dos últimas décadas ha habido una mejoría estadística. El fenómeno de la desigualdad es superior en las regiones alejadas del centro, que no siempre tienen las mismas oportunidades en el acceso a la educación, la salud y la información. En este sentido la CEPAL es del criterio que: el impacto destructivo de la extrema desigualdad sobre el crecimiento sostenible y la cohesión social es evidente en América Latina y el Caribe. Aunque la región ha logrado un éxito considerable en la reducción de la extrema pobreza durante la última década, sigue mostrando niveles altos de desigualdad del ingreso y de la distribución de la riqueza, acentuadas en las periferias, que han obstaculizado el crecimiento sostenible y la inclusión social. En América Latina y el Caribe, la desigualdad está impidiendo retornar a una trayectoria de crecimiento inclusivo, ante un entorno exterior desalentador.
En Latinoamérica, si bien la desigualdad en el ingreso se ha reducido en la reciente década, mantiene su posición como la zona más desigual del planeta. En este sentido, la CEPAL afirma con datos estadísticos consolidados del año 2021, que el 10% más rico de la población latinoamericana es dueña del 71% del capital. En caso que esta tendencia se mantenga, hacia mediados del siglo, el 1% más rico de la región podría apropiarse del 99% de toda la riqueza. La desigualdad desencadena una serie de índices negativos en: desempleo, pobreza, acceso a los servicios de salud y educación; la economía informal se exacerba; hay escasas opciones de recreación; y germinan fenómenos sociales asociados tales como: drogadicción, alcoholismo, prostitución, migración interna y la indigencia; éstos problemas están presentes en mayores cantidades en las zonas de la periferia, justamente donde las políticas públicas han sido insuficientes y la inequidad es superior.
Uno de los factores que ha influido en la enorme desigualdad regional, ha sido que la mayoría de políticas públicas han sido diseñadas y orientadas hacia el centro del país; en detrimento del menor desarrollo humano de los demás territorios (zonas regionales). Es una verdad de Perogrullo, que la educación es el medio más eficaz y sostenible para la movilidad social, por lo que no es innecesario para fines de este artículo intentar demostrarlo. La educación potencia la igualdad y la equidad entre quienes accedan a ella. El estado como garante a la sociedad a la que representa, debe propiciar que la educación sea de calidad en todo el territorio, y no solo en la región central del país.
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