Nuestros errores

» Por Marco Vinicio Monge Mora - Estudiante de secundaria en Colegio Salesiano Don Bosco

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A fin de cuentas, los países tenemos más en común de lo que creemos. Si no es evidente ya, preguntémonos por qué de los países más pobres del mundo, gran parte de ellos tienen los peores puestos del Índice de Percepción de la Corrupción o por qué luego de la crisis petrolífera de 2013-2014, Rusia y varios países árabes sufrieron tantas pérdidas (o por qué Australia no con la última crisis minera). Incluso, ¿por qué desde Juanito Mora hasta Stiglitz (pasando por Padilla, Acemoglu y Robinson) han sido tan insistentes con la necesidad del estudio científico-tecnológico?

Latinoamérica -y en general todos los países “en desarrollo”- no podemos seguir estancados en la teoría de “centro-periferia” de Raúl Prébisch, pero sí debemos interiorizar (por doloroso que parezca) otra tesis de ese gran economista argentino (la cual continúa el trabajo de Hans Singer): los precios de las materias primas siempre caen por detrás del de los productos manufacturados.

No es posible permanecernos dependiendo eternamente de casi cualquiera, sin diversificar la producción. Y es que no hemos aprendido de nuestros errores (Hegel tenía mucha razón respecto a lo que aprendemos sobre los anales), porque desde lo que se nos ensena en la educación secundaria de buenas a primeras se puede ver que esto no va bien para nadie. En el Estado Liberal: la inversión privada dependía de la oligarquía, la pública era ínfima, la recaudación tributaria se basaba en aranceles y la balanza comercial se sostenía con productos que no son de consumo primario, dicho así no suena extraño que la Crisis del 29 tuviera unas consecuencias tan nefastas para los iberoamericanos.

Pero ¿y en la actualidad?, no es tan distinto: la recaudación fiscal rinde cada vez menos por una corruptela vigente desde hace décadas, la inversión pública crece más de lo que puede y se utiliza en ocasiones en lo que no se debe, la inversión privada llega producto de las commodities y el equilibrio de la balanza comercial se basa en estas mismas (es decir, en la merced de sus compradores, de precios en exceso cambiantes y hasta del deterioro ambiental).

En verdad los fallos que cometemos son muy parecidos. A Iberoamérica y el Caribe no nos conviene seguir en esta situación en que casi la totalidad de los países incumplimos las recomendaciones tributarias de la CEPAL: después del fracaso del intento de reforma hacendaria de Vicente Fox, México siguió como uno de los países con menor recaudación fiscal de toda la OCDE y en Costa Rica según datos de la PGR, la cuestación antes cubría el 70% del gasto público, ahora solo rinde para el 50%.

Hasta pareciera existir un miedo al cambio: los países más ricos del mundo por paridad de poder adquisitivo (China, Estados Unidos, Japón y Alemania), invierten cerca del 2 y el 3% en investigación y desarrollo, mientras que Costa Rica un exiguo 0,6%. Nuestra tasa de alfabetización es envidiable, pero en competitividad ocupamos el puesto 47 a nivel global, según el Foro de Davos (y aun así somos los segundos mejores en la región).

Ya es hora de dar a la educación su lugar como garante de movilidad social por antonomasia, pues “no cambia al mundo, sino a quienes lo harán” (como dijo Paulo Freire). La educación dual ha de fortalecerse (ya vecinos como Chile optan con firmeza por ello) así como cavilar sobre la enorme importancia de tener bachilleres políglotas.

En nuestro país, la obligación estatal de promover la producción, repartir justamente la riqueza y cuidar el ambiente, se constata incluso en el artículo 50 de la Constitución Política. América Latina no puede seguir por el mismo rumbo, tarde o temprano nuestros indicadores o el ecosistema sufren el impacto de modelos irresponsables y seguirle buscando culpables a deudas históricas, no va a traer las soluciones que ya en el resto del mundo están implementando.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo y número de identificación al correo redaccion@elmundo.cr.

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