La búsqueda del poder: ¿Interés personal o interés común?

» Por Ing. Agr. Melvyn G. Alvarado Soto - Máster en Mercadeo, máster Comercio Internacional y exprofesor universitario.

                                                 “Muchos van a la política para defender

                                               intereses puramente personales”

Mucho se ha escrito y muchos acontecimientos han ocurrido a lo largo de la historia alrededor del poder y sus consecuencias sobre las vidas de las personas. El tema del poder es de por sí atrayente. De hecho se llega a su concepto, desde que el hombre comienza a socializarse, pues el poder se manifiesta en relaciones de fuerza en las que una parte es capaz de controlar, superar, dominar, subordinar e imponerse a las demás en el orden físico y/o espiritual.

El poder puede definirse como la capacidad de influir en el comportamiento de los demás, modificar circunstancias o conseguir que se hagan cosas que de otro modo no se realizarían. Esta influencia puede manifestarse de diversas formas: poder económico, poder político, poder social, entre otros.

Pero entre todos los poderes, es el político es el que más debería requerir la atención por ser visto como el monopolio de la fuerza dentro de la sociedad.

El poder no se limita a la capacidad de imponer decisiones, sino que también incluye la habilidad de persuadir y convencer a otros, una herramienta psicológica poderosa que puede ser utilizada tanto para el bien común como para intereses personales.

El interés común o bien común entendido como aquel en el que se busca que una comunidad o sociedad sean equitativamente beneficiados. Y el particular es el que busca que un solo individuo sea favorecido.  El interés propio, como se usa el concepto en economía, significa que desea tener más poder para controlar los recursos, para su propio beneficio.

Los conceptos relacionados con el interés y su relación con el poder, quedan claros a la luz de las definiciones anteriores. Que dicho sea de paso se tienden a confundir en la realidad, cuando algunas personas se presentan de manera falsa, como muy interesados en defender los intereses colectivos, cuando en la realidad son los propios para su beneficio.

Por tanto el bien de una comunidad debería ser más prioritario por ser menos egoísta.

Siempre he sido muy observador de la cotidianidad que me rodea, mirando más allá de las apariencias que me presenta un momento determinado.

En los últimos tiempos me ha llamado la atención cómo otros nos han utilizado en beneficio de sus intereses. En la política y en los demás ámbitos del quehacer humano, cada uno va desarrollando intereses particulares de acuerdo a sus conveniencias y eso es normal, hasta cierto punto, pues te permite enfocarte en tus objetivos y alcanzar tus metas, sueños y proyectos; lo nocivo está en las maneras que algunos utilizan para alcanzarlos, más aún si es, a través del poder político.

Muchos van a la política para brillar, para surgir, para destacarse: motivos pobres. Otros para defender intereses de un gremio obrero o capitalista, o lo que es más triste todavía, puramente personales; para disfrutar de una influencia que se puede hacer pagar, motivo indigno y bochornoso. Otros van a defender los intereses de su partido, un motivo justo pero insuficiente, porque sobre los intereses del partido están los intereses nacionales. Otros, Dios quiera que sean muchos, van a la política para servir al país. (Hurtado, 2013)

Cuando se trata de la política se hace inevitable la referencia a la idea de poder: «los políticos sólo buscan poder», «la política es la lucha por el poder».

Ahora bien, el tema surge cuando nos dejamos envolver en la espiral de los demás, como he aprendido a llamarle. Cuando permitimos que los intereses ajenos sean los que dirijan nuestras vidas, cuando le damos priori­dad a lo que está afuera de nosotros siempre, cuando aplazamos nuestras prioridades para complacer o beneficiar las agendas de los demás.

Un ser humano puede incrementar su poder, y de este modo beneficiarse, si consigue que otros actúen para él, por sus intereses, siguiendo sus instrucciones, sirviéndole como medios. Un poder muy especial es el de controlar la conducta ajena: influyo en mayor o menor medida sobre los demás para que sus conductas sean beneficiosas para mí.

Con mucha frecuencia la búsqueda del poder está muy relacionada con la satisfacción de mis intereses por encima de los del país.

En este desenfrenado deseo por el poder se recurre a toda clase de herramientas, procedimientos, comportamientos , inadecuados para aparentar el amor al prójimo.

Muchos se preguntarán, ¿existe la posibilidad de extirpar esta nociva conducta? Es posible, siempre y cuando los que pensamos y actuamos diferente, combatamos este tipo de personas no creyendo en sus promesas , en su dizque enorme vocación de servicio hacia los demás. O mediante el desinterés que, en la práctica es, la manera de superar el límite de lo particular. Consiste en interesarse por el otro sin buscar otra cosa que su bien, independientemente del beneficio que a uno mismo le pueda reportar ese atender al otro.

Debemos continuar ejerciendo y promoviendo la auténtica solidaridad y el servicio en estos momentos de tanta confusión y de angustia que vive la humanidad, pero al mismo tiempo debemos trabajarnos internamente todos los días, mirarnos con los ojos de sinceridad y transparencia, fortalecernos y de manera equilibrada salir a la vida a buscar nuestros propios tesoros y distribuir nuestros dones.

Esa búsqueda de tesoros y distribución de nuestros dones es posible cuando tenemos claridad en nuestros intereses, cuando dejamos de complacer tanto a los demás, cuando empezamos a vivir nuestras vidas, no las ajenas. Cuando no permitimos que nos usen y nos utilicen como vacas que llevan a pastear

Los líderes y personas influyentes deberían buscar equilibrar sus propios intereses con el bienestar de aquellos a quienes afectan, promoviendo un ejercicio del poder que contribuya al bienestar común y respete la dignidad de todas las personas.

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