Costa Rica, un país con un pasado lleno de logros y promesas, enfrenta hoy desafíos que nos invitan a cuestionarnos sobre el rumbo que está tomando nuestra nación. A pesar de ser reconocido por su estabilidad política y su desarrollo social, la realidad actual de muchos costarricenses es muy diferente a la imagen que a veces se proyecta al mundo. La pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades en las zonas rurales son realidades que afectan a una gran parte de nuestra población, mientras que la apatía política crece, especialmente entre los jóvenes, quienes parecen haberse desconectado de los procesos que definen su futuro. La pregunta que surge es clara: ¿cómo podemos cambiar esta realidad si no nos involucramos? ¿Cómo podemos ser la voz del pueblo si seguimos permitiendo que otros decidan por nosotros?
El 2024 nos enfrenta a una Costa Rica con índices de pobreza alarmantes. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en el primer semestre de 2024, el 24.1% de la población costarricense vivía bajo la línea de pobreza, y esta cifra alcanza el 41.2% en las zonas rurales. Esta desigualdad no solo refleja las brechas económicas, sino también las dificultades estructurales que aún afectan a quienes viven en áreas alejadas de los grandes centros urbanos. Mientras que las grandes ciudades como San José disfrutan de mejor infraestructura y servicios, muchas comunidades rurales luchan por sobrevivir con recursos limitados y, en muchos casos, sin acceso a educación de calidad o atención médica adecuada.
La educación, pilar fundamental para el desarrollo de cualquier nación, es otro aspecto donde las desigualdades son palpables. Según el Ministerio de Educación Pública (MEP), en 2024, la tasa de deserción escolar en la educación primaria fue del 4.8%, pero en la secundaria la cifra asciende al 11.2%, siendo mucho más alta en las zonas rurales. Este fenómeno refleja no solo la falta de infraestructura educativa, sino también la carencia de programas de apoyo y becas que fomenten la permanencia escolar. La brecha entre lo que los jóvenes costarricenses de las ciudades pueden acceder en términos educativos y lo que los de las zonas rurales tienen a su disposición es cada vez mayor. Esto representa una gran pérdida para el futuro del país, pues estamos dejando que muchos de nuestros jóvenes se queden atrás en un sistema que debería garantizarles igualdad de oportunidades.
El desempleo es otro de los grandes retos que enfrenta Costa Rica, y su impacto se siente con mayor fuerza en las zonas rurales. En 2024, la tasa de desempleo en las zonas rurales fue del 15.3%, mientras que en las áreas urbanas se ubicó en un 10.7%. La falta de oportunidades laborales, combinada con la limitada oferta educativa y la escasa diversificación económica, perpetúa la pobreza y la falta de movilidad social. Muchos jóvenes de las zonas rurales, ante la falta de perspectivas de empleo, optan por emigrar hacia las grandes ciudades o incluso fuera del país en busca de mejores oportunidades.
Este panorama plantea una reflexión urgente: ¿Cómo queremos cambiar estas realidades si no somos parte activa del proceso? La desconexión entre la política y la ciudadanía se está profundizando, y es hora de que los costarricenses, especialmente los jóvenes, nos involucremos en los procesos que nos afectan. No podemos seguir permitiendo que otros decidan por nosotros. Si queremos un país más justo, equitativo y con oportunidades para todos, debemos ser la voz del pueblo, exigiendo cambios y proponiendo soluciones.
Ser la voz del pueblo no significa solo votar cada cuatro años; implica también participar activamente en los espacios de toma de decisiones, como las Asociaciones de Desarrollo (ADI), en donde se generan propuestas y se defienden los intereses de las comunidades. Debemos involucrarnos en las discusiones políticas, exigir transparencia y rendición de cuentas de nuestros representantes, y proponer políticas públicas que aborden las necesidades reales de todos los costarricenses, especialmente aquellos que viven en condiciones de pobreza y marginación.
El futuro de Costa Rica está en nuestras manos. Si realmente queremos cambiar la situación actual, debemos actuar, participar y exigir un futuro mejor para todos. No podemos seguir permitiendo que otros decidan por nosotros. La Costa Rica que soñamos solo será posible si tomamos el control de nuestro destino y nos convertimos en una fuerza activa que demande justicia, igualdad y oportunidades para todos. No dejemos que el silencio sea nuestra respuesta. Ahora es el momento de hacer oír nuestra voz.