Más que la rebaja del marchamo, es el camino a seguir

Gobernar un país es comparable a una carrera de relevos entre las respectivas administraciones, tanto en lo bueno como en lo malo.

Gobernar es ingrato por muchas razones. La primera, porque para hacerlo bien no bastan la voluntad y el verbo, y porque de pronto se tiene una responsabilidad aguda que no existía en campaña. Y encima, la teoría, cualquier teoría en el campo que sea, resulta más que insuficiente, como ya quedó demostrado de sobra con el método para escoger el gabinete.

Tener un plan o al menos una idea de lo que se quiere hacer y por qué; cierta identidad y cohesión en el equipo, para lo cual, antes, hay que tener equipo; contar con colaboradores motivados y con experiencia política, etc; es indispensable.

Para gobernar no basta tener buenas intenciones, y con respecto a la corrupción, cuyo rechazo es una responsabilidad de todos, concentrar el mensaje en su denuncia, demuestra el vacío que hay en todo lo demás. Es una lección que recibimos del PAC. Estas son algunas de las lecciones que acaban por aprender los recién llegados que se presentan en campaña como salvadores de la patria.

Pero bueno, en democracia la decisión popular es determinante y se respeta, y por lo tanto, Rodrigo Chaves es el presidente de todos los costarricenses. Lo señalo con la claridad de alguien que siempre ha dicho que ni votó por él ni me gustan sus formas, y sin embargo lo reconozco como el presidente de nuestra República, y por lo tanto me interesa que gobierne bien. Confío entonces en que sea capaz de aprender de sus errores y de corregir sus acciones. En este sentido, la forma en que se gestó la rebaja del marchamo ofrece una serie de buenas lecciones y un camino ideal para rescatar este país.

Chaves, su gabinete y los chavistas no deben menospreciar el hecho de que ganaron la Presidencia de la República pero perdieron la Asamblea Legislativa, a la cual deben el mismo reconocimiento y respeto que reclaman para sí. A Zapote llegaron por sorpresa. Un año y medio después está claro que lo hicieron sin planes.

Que los resultados macroeconómicos se deban en buena parte a reformas aprobadas en administraciones anteriores, así como la identidad y el origen del ministro de Seguridad, abonan en un sentido opuesto y positivo, a lo que digo.

Es cierto que no son responsables de los males que encontraron, como es evidente en el caso de la educación, pero sí son responsables de que más de un año después, siguen sin hoja de ruta. Y sin embargo, aún están a tiempo de girar hacia un camino de largo alcance.

Que la rebaja del marchamo se aprobara en primer debate con el concurso de todas las fuerzas políticas representadas en la Asamblea, nada menos que 55 diputados, y además se hiciera con el apoyo del Poder Ejecutivo que dijo que no la vetaría, es algo muy significativo, de lo que ya, incluso antes del segundo debate, se pueden decir algunas cosas muy positivas.

Lo que vimos el lunes 25 no se logró por la ausencia de diferencias, sino por la capacidad de superarlas. Lo cual se consiguió gracias a reconocerlas y tenerlas claras, a entender que su existencia es natural y que su presencia no excluye la posibilidad de identificar y perseguir un objetivo común, alrededor del cual se discutió sin personalizar los desacuerdos hasta converger en un punto básico, gracias a mucho estudio y trabajo parlamentario.

Las oposiciones en la Asamblea Legislativa, así, en plural, actuaron con lealtad y con ánimo constructivo, a pesar de los desencuentros entre sus miembros, que son molestos y permanentes. A estos diputados, mujeres y hombres, hay que poner mucha atención, pues hacen cada vez más evidentes los nuevos liderazgos de la política costarricense, y evidencian también cómo entre ellos, alguno crece progresivamente como un potencial estadista.

Chaves y su Ministro de Hacienda no lograron demostrar la eventual existencia de lo que llamaron “el hueco fiscal”, ni tampoco lograron convencer a nadie de la posibilidad de invertir los recursos que perderían con la rebaja, en otros campos donde hay grandes necesidades; pero mucho ojo, tuvieron el mérito de ceder y hacer aportes, mejorando la iniciativa sin dejarse atrapar por los disgustos acumulados, que abundan y que son el resultado predecible del roce diario. Eso también es gobernar.

Todo lo anterior, sugiere que un enfoque colaborativo de la política serviría para identificar algunas reformas estratégicas, de esas indispensables que solo pueden aprobarse en la Asamblea Legislativa, y que deliberadamente no menciono aquí. Unas con base en las cuales trabajar en los respectivos proyectos de ley, desde las diferencias que son naturales y necesarias, y cuya superación es una cuestión de buena política, y no de flojera.

En la Costa Rica de hoy, estamos condenados a entendernos. Por razones constitucionales, legales, institucionales, culturales y sociológicas no hay otra forma de dar ese salto para el que tenemos unas capacidades que están secuestradas. Golpear la mesa, gritar, hablar duro, son poses de campaña. Gobernar es negociar y negociar es ceder en función de objetivos estratégicos, sin perderse en los pleitillos y las sacadas de clavo del día a día. Para gobernar hay que salir de la zona de confort y caminar hasta donde están los otros, esos que precisamente también somos nosotros.

La política, como la describe Carlos Fuentes en La Silla del Águila, es el arte de tragar sapos sin hacer muecas.

El proceso en el que se gestó la rebaja del marchamo demuestra que aquello se puede lograr, que las oposiciones en la Asamblea Legislativa actúan de forma constructiva, y no como se azuza desde las rrss chavistas, y demuestra también que el Poder Ejecutivo tiene capacidad para converger a pesar de su predilección por el discurso confrontativo, el cual de momento no ha conseguido más que fuegos artificiales, mientras los logros que puede exhibir están directamente relacionados con aquello que señalé al principio, la carrera de relevos entre las diferentes administraciones, tal y como ilustran de nuevo las obras públicas que tanto mejoran la infraestructura vial y por lo tanto, la vida diaria de los costarricenses.

Escribo esto sin ignorar el caso del resello del proyecto de ley para sacarnos de la lista gris de la Unión Europea, y de la pésima reacción del Presidente y sus diputados ante el fracaso de sus tesis. En este caso actuaron de una forma distinta. Así que tenemos dos ejemplos que ilustran lo que digo en un sentido positivo, el caso del marchamo, y en otro negativo.

Ojalá se valore lo que ofrece esta perspectiva del proceso legislativo, y que se considere en beneficio de los acuerdos de Estado que allanen el camino a transformaciones que permitan liberar el potencial costarricense de la camisa de fuerza que lo mantiene atrapado.

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