Tras la difícil situación que vive nuestro país hermano Nicaragua, las olas de inmigrantes que han empezado a aumentar y los últimos acontecimientos en el país, un fantasma se ha hecho cada vez más visible en nuestra sociedad, ese es el fantasma de la xenofobia. Hasta hace poco gran parte de la xenofobia y nacionalismo tico se quedaba en ciertos grupos y páginas de Facebook, aisladas, con poco alcance y esperando a ser cerradas por incumplir normas básicas de respeto. Ciertamente en los últimos días se han vuelto cada vez más fuertes y con más difusión los insultos y argumentos profundamente xenofóbicos que se promueven por nuestras redes sociales, hasta puntos verdaderamente preocupantes.
Tras los asesinatos de Arancha Gutiérrez y María Trinidad (y otros casos), parece ser que para cierta población lo más importante es la nacionalidad de los autores de dichos crímenes; como si las vidas perdidas fueran un asunto de segundo plano. Todavía cuesta entender que los crímenes cometidos son hechos completamente aislados a la nacionalidad de los victimarios, y más un reflejo de una sociedad violenta y un clima de inseguridad en muchas zonas del país. Y es que el tema no es si Santa Teresa, Puntarenas o Limón son zonas inseguras o no, el tema es que vivimos con inseguridad en todo el país, y la situación es aún más grave en condición de mujer (una realidad innegable).
Durante muchos años hemos vendido la imagen de lo pura vida, la playa, la montaña y la fiesta. No quiere decir que nuestro país no sea así, pero ¿Cuándo vamos a hablar de inseguridad desde la honestidad? Costa Rica es un país inseguro, es la realidad, no menos pura vida por esto, pero inseguro. Una buena parte de la población todavía vive en esa burbuja donde los más de 600 homicidios cometidos en el 2017 no existen, y donde es más fácil evadir la realidad adjudicando todos los crímenes a la población inmigrante, aunque las cifras digan lo contrario.
Generalizamos de una manera vergonzosa, nadie niega los crímenes cometidos por extranjeros, pero realmente estos no representan el actuar y la forma de ser de toda la población inmigrante en el país. Olvidamos que en nuestra nación se han cometido miles de asesinatos, robos, abusos, violaciones, etc. en manos de otros costarricenses, y que, a pesar de existir individuos criminales, estos no representan al grueso de nuestra población. No es difícil de entender; los inmigrantes que han cometido crímenes en nuestro país (sean de la nacionalidad que sean) no representan al grueso de la población a la que pertenecen; la cual está compuesta por mucha gente de paz, trabajadora y en busca de un mejor vivir.
Por otra parte, es muy fácil culpar a la población refugiada de la saturación en los servicios de la CCSS, mientras ignoramos que dicha institución ha sido atacada y debilitada durante muchos años a nuestra vista y paciencia. También es muy fácil reclamar porque la UCR) brinda becas a refugiados, mientras ignoramos que esta universidad brinda ayudas sociales a miles de jóvenes costarricenses para que puedan estudiar y tener un mejor futuro, pese a todos los recortes y ataques que sufre año a año la educación pública.
Nuestra cultura tampoco se ve amenazada por la llegada de inmigrantes (sean legales o ilegales), o por la interacción con otras culturas; estos fenómenos existen desde antes de la invención de las fronteras y las patrias. La cultura está en constante transformación, y enriquecimiento. Nuestra cultura se ha enriquecido y ha crecido de la mano y con el aporte de la cultura nicaragüense y de los demás pueblos del mundo. La “defensa de nuestra cultura” resulta ser solo un argumento xenofóbico más, pero además sumamente trasnochado.
Otro gran argumento para justificar la xenofobia ha sido desde el aspecto económico. Bien es sabido que muchos inmigrantes ilegales terminan trabajando en condiciones precarias, pero nuevamente el camino fácil es culpar al inmigrante pobre, y no al empresario explotador y corrupto. Durante más de dos décadas las finanzas del país han sido saqueadas (literalmente), pero seguimos pensando que los inmigrantes son los culpables del declive de la economía de nuestro país, argumento sin pies ni cabeza, pero no podemos pedir mucho a esos que todavía piensan que los nicaragüenses vienen a tomar nuestro gobierno por orden de Daniel Ortega (a quien por cierto desprecian).
Es muy fácil hablar y criticar la situación de los inmigrantes nicaragüenses, cuando no se está en los pies de esos que tienen que huir de su país para no perder la vida, para poder comer y para no vivir bajo la miseria. Es muy fácil olvidar que existen los derechos humanos, olvidar que hace poco nos indignábamos por Donald Trump y sus ideas, pero ahora muchos repiten su discurso. Es muy fácil culpar a nuestros hermanos nicas de los problemas que hemos visto crecer, y no hemos combatido.
No amigos, los nicas no tienen la culpa, también hay ticos que matan y violan, hay ticos machistas (y por cierto son muchos). Hasta el momento no hay cifras, ni datos reales que den credibilidad a todas las “fake news” y a todas las barbaridades que se han dejado decir acerca de una población que no tiene la culpa del actuar de algunos individuos (minoría) tan despreciables como los ticos que cometen esos mismos actos.
Nuestro país lleva ya muchos años camino hacia un precipicio. Nuestra paz social ha sido violentada completamente, nuestras finanzas han sido saqueadas, las desigualdades no se han reducido, nuestras instituciones han sido debilitadas desde sus cimientos; todo esto a nuestra vista y paciencia, pero seguimos sintiéndonos la tan famosa “Suiza americana”. Es hora de salir de esa burbuja de irrealidad donde todos nuestros problemas se los achacamos a la población inmigrante para evadir nuestras responsabilidades.
Es una realidad que nuestro país debe estar preparado y equipado para dar condiciones dignas a la población que acude a nuestra patria en busca de una mejor vida. Es una realidad que es una situación difícil y fuera de lo normal para nuestra nación; pero enarbolar discursos xenofóbicos y nacionalistas en pleno siglo XXI no nos conducirá a la solución del problema ni a un mejor futuro. Hoy más que nunca debemos decir: ¡el odio, el nacionalismo y la xenofobia no pasarán!
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