En una era política marcada por el descontento ciudadano y la exigencia de liderazgos auténticos, hay una verdad que la ciencia política moderna ya no discute: las elecciones no las ganan los mejores programas de gobierno, sino los líderes que conectan emocionalmente con la gente. Bajo esta premisa, sería un error estratégico imperdonable ignorar lo que está ocurriendo con Laura Fernández en el corazón del electorado costarricense: está surgiendo una conexión emocional poderosa, real, transversal.
Laura no solo ha estado en las calles; ha abrazado las causas del pueblo, ha compartido la indignación y la esperanza de una ciudadanía cansada de promesas vacías. Ha mostrado empatía en momentos de crisis, como cuando enfrentó junto al presidente Chaves la emergencia por inundaciones. Ha sido coherente con el espíritu del “rodriguismo”: reformista, desafiante del establishment y cercana al ciudadano común. Por eso, ella no es solo una opción: es el canal natural por el que puede continuar el proyecto de cambio iniciado en 2022.
El dato respalda la emoción
Numerosas investigaciones han demostrado que la decisión de voto es, en gran medida, emocional antes que racional. Como explica Drew Westen, neurocientífico político de la Universidad de Emory, “los votantes deciden con el corazón y luego justifican con la cabeza” (Westen, The Political Brain, 2007). Según sus estudios de resonancia magnética funcional, cuando un ciudadano decide su voto, se activan antes las regiones emocionales del cerebro que las encargadas del razonamiento lógico.
En este contexto, Laura Fernández ya ha logrado lo más difícil en una campaña electoral: generar confianza emocional. Como lo plantea el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en su estudio sobre campañas digitales (MIT Media Lab, 2020), los contenidos que apelan a emociones positivas como esperanza, orgullo o empatía generan entre un 70% y 100% más interacciones y recordación de marca política que los mensajes puramente informativos o racionales.
La ciencia del voto: Big Data, IA y neuromarketing
Por eso, nuestra hipótesis no es ideológica, es científica: una campaña presidencial se gana con conexión emocional, y Laura Fernández es quien mejor representa esa conexión en este momento. Ignorar esta ventaja sería ignorar el consejo de la evidencia empírica y las mejores prácticas globales en estrategia electoral.
Por eso es crucial aplicar una metodología avanzada que combine:
Big Data e inteligencia artificial para mapear el clima emocional del país: qué siente la gente, dónde y por qué.
Laboratorios de neuromarketing político, con estudios biométricos y pruebas emocionales para entender qué versión de Laura genera más adhesión: ¿la protectora, la rebelde, la costarricense que venció el sistema?
Narrativa emocional multicanal, basada en storytelling auténtico, que hable de las heridas del país, pero también de su esperanza de transformación.
El corazón del pueblo ya eligió, falta que el liderazgo político escuche.
La narrativa espontánea que se ha construido en redes sociales y en las calles —desde las pancartas hasta los videos virales— no es casual: Laura representa “el cambio con rostro humano”. Su ventaja no es solo ser técnica o preparada (que lo es), sino haber logrado algo más valioso: que la gente la sienta cercana.
No se gana una elección con cuadros Excel, sino con líderes que despierten emociones. Laura no necesita imponerse: ya está instalada emocionalmente en el corazón de un pueblo que quiere que el cambio continúe, pero que también quiere ser abrazado en el proceso.
Por eso, el desafío no es solo si Laura Fernández quiere ser candidata. El verdadero desafío es si el liderazgo del “rodriguismo” —y en particular, el presidente Rodrigo Chaves y la diputada Pilar Cisneros— están dispuestos a escuchar la emoción del pueblo y respaldar con datos lo que el corazón ya sabe.
Porque las campañas ganadoras no se improvisan. Se construyen desde una verdad emocional. Y hoy, esa verdad tiene nombre y apellido: Laura Fernández, la heredera del cambio.