Las ‘Locas’ de la política: El desgaste de la dignidad en la Asamblea Legislativa y el Ejecutivo costarricense

» Cuando los líderes políticos se rebajan a este tipo de conductas, el país entero pierde.

En un ambiente que debería ser de respeto y deliberación seria, la política costarricense se ha visto reducida a una serie de intercambios despectivos y faltos de dignidad, donde los insultos y las descalificaciones personales se han convertido en la norma. El reciente enfrentamiento verbal entre el presidente de la República, Rodrigo Chaves, y varios diputados de la Asamblea Legislativa, es un ejemplo más del deterioro del debate público en el país.

Todo comenzó cuando el presidente Chaves hizo una alusión ofensiva al diputado Ariel Robles del Frente Amplio, refiriéndose a él como “la loca de Gandoca”, en un aparente intento de desacreditar las denuncias realizadas por Robles sobre presuntas irregularidades en la explotación de recursos naturales. La referencia no solo fue vista como una falta de respeto personal, sino también como un intento de trivializar los serios cuestionamientos que se plantean sobre la gestión ambiental en Costa Rica.

La respuesta no tardó en llegar. La diputada Dinorah Barquero del Partido Liberación Nacional, en una clara reacción a las palabras del presidente, se refirió a la diputada oficialista Pilar Cisneros como “la loca de Místico”, en alusión a otra polémica ambiental. Para empeorar la situación, el subjefe del oficialismo, Daniel Vargas, se unió al juego de descalificaciones, tildando a Barquero como “la loca de Alajuela”.

Estos intercambios no son solo una muestra de la falta de respeto mutuo entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, sino que también evidencian un grave desprecio por el rol que ambos deberían cumplir en la construcción de un diálogo político sano y productivo. En lugar de centrarse en resolver los problemas que aquejan al país, las máximas autoridades se enfrascan en una guerra de insultos que no hace más que degradar la confianza pública en las instituciones.

El presidente Chaves, al recurrir a la figura de “la loca de Gandoca” para referirse a un miembro de la Asamblea Legislativa, no solo erosiona el respeto por el cargo que ostenta, sino que también contribuye a la polarización del debate político. Su cita de Margaret Thatcher, aunque destinada a subrayar su postura anti-comunista, se percibe más como un intento de desprestigiar a la oposición que como una contribución seria al discurso político.

Por su parte, la reacción de los diputados Barquero y Vargas, lejos de elevar el nivel del debate, se ha sumado a este circo de insultos. En lugar de centrarse en discutir las políticas y acciones del gobierno, han optado por continuar con un intercambio de ofensas que deja a un lado los verdaderos problemas del país.

Este espectáculo lamentable no solo distrae de los problemas reales, como la corrupción, la crisis ambiental, y la necesidad de políticas públicas efectivas, sino que también socava la dignidad del proceso democrático. Cuando los líderes políticos se rebajan a este tipo de conductas, el país entero pierde.

Es imperativo que tanto el Ejecutivo como el Legislativo recuperen la compostura y el respeto mutuo que sus roles demandan. La política no debe ser un campo de batalla de insultos, sino un espacio para el intercambio de ideas y soluciones que beneficien a todos los costarricenses. En una época donde la confianza en las instituciones es más crucial que nunca, las “locas” de la política deben dejar paso al respeto, la seriedad y el compromiso con el bienestar del país.

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