La reunión cumbre entre Joe Biden y Xi Jinping

» Por Luis Zúñiga - Analista político, exdiplomático

La reunión cumbre entre Estados Unidos y China ha tenido lugar en un momento donde las relaciones entre ambos países se encuentran en su punto más bajo y en un marco de peligrosas tensiones internacionales que fácilmente pueden conducir a una conflagración mundial, entre ellas: la guerra entre Israel y Hamas, la agresión militar de Rusia contra Ucrania y el despliegue masivo de fuerzas aéreas y navales chinas alrededor de Taiwán.

El encuentro en San Francisco no estaba supuesto a ocurrir después que el mandatario chino se negó a sostener una conversación telefónica con Biden en marzo pasado como respuesta al derribo del globo de espionaje sobre territorio estadounidense. Pero la situación de China se ha deteriorado sustancialmente en varios flancos: La economía en pleno declive, una seria crisis en los sectores inmobiliario, bancario y financiero, y una problemática internacional con el estancamiento de la guerra que su aliado Putin creía ser una tarea fácil. Sumado a esta problemática situación, las relaciones con Estados Unidos, especialmente con el Congreso, están muy deterioradas. China ya es vista por los legisladores como un enemigo y muy peligroso. Siendo Estados Unidos el principal mercado de China, el buscar un mejoramiento de la situación pasó a ser para Xi Jinping una prioridad inevitable. Por esas razones básicas, el mandatario chino dio el clásico paso atrás, con la esperanza de dar dos hacia adelante en un futuro cercano.

Todo el análisis anterior se reflejó claramente en la cara inexpugnable de Xi Jinping durante toda la reunión. Escuchó con la paciencia china y habló poco. Sin embargo, la presentación que hizo la parte norteamericana por voz de su presidente fue muy buena. El contenido usó la diplomacia necesaria en estos encuentros con una dosis de objetividad política impecable. Con lenguaje claro y directo, la parte estadounidense detalló sus posiciones y prioridades en los temas de seguridad nacional y sus intereses internacionales, tanto políticos y comerciales, como estratégicos.

Biden le señaló a Xi que Estados Unidos (EEUU) y China son competidores en varios terrenos y que por esa razón, EEUU continúa invirtiendo en recursos que le generan fuerza y poder, tanto para el país como para sus aliados alrededor del mundo.

La parte estadounidense enfatizó que defenderá siempre sus intereses, sus valores y los de sus aliados y asociados. Destacó, además, que el mundo espera que EEUU y China manejen su competencia responsablemente, para prevenir que esa competencia derive hacia un conflicto o una nueva Guerra Fría.

Joe Biden reafirmó el compromiso “de hierro” de EEUU de defender a sus aliados en la región Indo-Pacífico, y enfatizó su compromiso duradero con la libre navegación y el espacio aéreo, la adhesión a la ley internacional, el mantenimiento de la paz y la estabilidad en el Mar Meridional de China y el Mar del este de China, así como la completa desnuclearización de la península coreana.

En el plano de acuerdos, se lograron avances. Se acordó reanudar la cooperación bilateral en la lucha contra la manufactura y el tráfico de drogas ilícitas, incluyendo las sintéticas como el fentanil. En este terreno, acordaron la creación de un grupo de trabajo para la comunicación continua y la coordinación entre las fuerzas del cumplimiento de la ley en la lucha contra los narcóticos.

Ambos mandatarios acordaron la reanudación de los contactos de alto nivel entre las fuerzas militares de los dos países, contactos que Xi Jinping había cortado drásticamente. También acordaron reanudar las conversaciones de coordinación de las políticas de defensa de ambos países. Este acuerdo significa para Xi una pérdida importante de poder interno porque implica que cualquier decisión que tome de lanzar un ataque militar que pueda involucrar a Estados Unidos tendrá que pasar por la aprobación militar de alto rango.

Otro punto sensible donde hubo acuerdo fue en la necesidad de discutir los riesgos implícitos en los sistemas avanzados de Inteligencia Artificial (IA) y en mejorar la seguridad de la IA mediante conversaciones entre las dos partes.

En los temas multilaterales, Biden reafirmó que EEUU, junto a sus aliados y asociados, continuará apoyando la defensa de Ucrania frente a la agresión de Rusia, para asegurar que Ucrania emerja de esa guerra como una nación democrática, independiente, soberana y próspera, capaz de defenderse contra futuras agresiones.

Con respecto al conflicto entre Hamas e Israel, la parte norteamericana reiteró el apoyo de EEUU al derecho de Israel a defenderse del terrorismo y enfatizó la importancia de que todos los países usen sus influencias para evitar o prevenir una escalada o expansión del conflicto.

Biden también enfatizó la universalidad de los derechos humanos y la responsabilidad de todas las naciones de respetar sus compromisos con esos derechos humanos. A este respecto, el Presidente norteamericano mostró su preocupación por los abusos de derechos humanos en China, específicamente en Xianjiang, Tibet y Hong Kong. La cara que puso Xi Pinping ante esos comentarios fue un poema. Se notó una mezcla de odio e ira, pero muy bien controladas bajo la filosofía asiática de “en su momento, te responderé con hechos”…

En materia económico-comercial, el Presidente de EEUU presentó sus preocupaciones por las políticas chinas de comercio desigual y comentó sobre las acciones punitivas de China contra empresas estadounidenses que perjudican a los trabajadores y las familias americanas.

Biden enfatizó que EEUU continuará tomando las acciones que sean necesarias para evitar que tecnologías avanzadas de EEUU sean usadas para socavar la seguridad nacional, evitando a su vez, que esas medidas limiten indebidamente el comercio y las inversiones.

Sobre Taiwán, un tema muy controversial, Biden fue claro. Dijo que la política de “una sola China” no ha cambiado y que ha sido consistente a través de décadas y administraciones estadounidenses diversas. A la misma vez, reiteró que EEUU se opone a cualquier cambio unilateral del status quo, y que espera que las diferencias entre ellos sean resueltas pacíficamente. Concluyó su exposición sobre el diferendo con Taiwán señalando que “el mundo tiene interés en la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán.

Biden destacó la necesidad de los lazos entre los pueblos de los dos países.

De esta reunión salió un importante logro personal para Xi Jinping: Que EEUU tratara a China como un “igual” en términos del reconocimiento de China como una superpotencia. En este ángulo, Xi se anotó un punto importante dentro de China. Esta cumbre lo colocó en status “de igual” con el Presidente de EEUU.

Salvo los puntos donde hubo acuerdos explícitos, las opiniones de Xi Jinping sobre los planteamientos expuestos por el Presidente Biden, no quedaron claros. La expresión facial de Xi fue siempre inexpresiva. Daba la apariencia de un “observador” que evaluaba a su adversario, más que un interlocutor en una reunión al más alto nivel mundial.

El gran ganador de esta reunión resultó Taiwán cuando el jerarca chino le dijo al presidente Biden: “No tengo planes para invadir la isla”. Ante esa afirmación, Biden le criticó por crear una amenaza militar masiva alrededor de Taiwán. Sin embargo, es evidente que Xi Jinping sí tiene planes contra Taiwán. Lo único es que son ahora diferentes. La maniobra gira ahora en elevar las posibilidades de una victoria electoral del Partido Kuomintang de Taiwán, un partido proclive a la reunificación con China. Observadores del tema electoral taiwanés opinan que ha fluído una gran cantidad de recursos hacia el partido Kuomintang y creen que ahí está la mano de Xi.

En términos generales, fue una gran e importante reunión cumbre donde EEUU dejó bien en claro sus posiciones a la vez que mostró voluntad de paz, reconociéndole a China su espacio dentro de un marco de competencia y no de enfrentamiento. La parte China pareció tomarse un receso en sus aspiraciones hegemónicas esperando que las condiciones cambien en un futuro próximo. Pura paciencia china…

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