Hace cuatro años nació mi hermanito menor. La alegría que sentí por su llegada fue inmensa, pero también trajo consigo una profunda preocupación. En ese momento, estaba trabajando en mi tesis de Licenciatura sobre los impactos del cambio climático, un tema que siempre me había inquietado, y la llegada de un nuevo miembro a mi familia lo hizo mucho más personal. Me encontré preguntándome: ¿Qué tipo de futuro le espera a mi hermano? ¿Cómo será el mundo en 20 o 30 años para él?
De hecho, muchas personas de mi generación se cuestionan si traer hijos al mundo es lo correcto ante las crecientes amenazas climáticas. Por ejemplo, quienes nacieron en 2020 enfrentarán siete veces más olas de calor que aquellos nacidos en 1960, además de sufrir el doble de incendios forestales, pérdida de cultivos, sequías e inundaciones.
La ansiedad que me invadió al investigar sobre el cambio climático no es un sentimiento aislado; es compartido por personas jóvenes en todo el mundo. Para muchos de nosotros, esta preocupación se convierte en una motivación para actuar y buscar formas de cambiar la realidad. En mi caso, decidí unirme a un movimiento juvenil que busca llevar el tema del cambio climático ante la Corte Internacional de Justicia, el máximo tribunal de las Naciones Unidas.
Esta iniciativa nació de un grupo de jóvenes de las islas del Pacífico, cuyas vidas están directamente amenazadas por la subida del nivel del mar. Desde una clase universitaria, decidieron que debían actuar. Inspirados por estos amigos del Pacífico, jóvenes de América Latina, el Caribe, África, Asia y Europa unimos esfuerzos para convencer a organizaciones y Estados de todo el mundo a apoyar la iniciativa.
Hoy, la consulta ante la Corte Internacional de Justicia es una realidad, un hito que nos permitirá conocer cuáles son las obligaciones de los Estados para garantizar la protección del ambiente, así como las consecuencias jurídicas cuando por sus actos y omisiones, hayan causado daños significativos al sistema climático. Con ilusión y ansias asistiremos a la audiencia ante la Corte programada para finales de este 2024.
Este esfuerzo global subraya la importancia de involucrar a las juventudes en las transformaciones sociales, políticas y económicas necesarias para enfrentar este desafío. Costa Rica no es la excepción, aquí he tenido la fortuna de aprender de indígenas que protegen sus territorios, de mujeres lideresas de movimientos sociales y, en general, de decenas de jóvenes que, desde sus propias realidades, se esfuerzan por demostrar que no somos víctimas, sino agentes de cambio decididos a construir un futuro más justo y sostenible.
Las juventudes del mundo hemos demostrado que podemos lograr cosas extraordinarias cuando nos unimos, pero necesitamos que más personas, de todas las edades, se sumen a este esfuerzo. El momento de actuar es ahora, por nuestro presente y por el futuro de nuestros hermanos, hermanas, sobrinos, sobrinas, hijos e hijas. Cuando nos pregunten qué hicimos para frenar el cambio climático, queremos poder mirarles a los ojos y decirles que hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para asegurarles una vida digna y segura. Y usted, ¿qué responderá?