Costa Rica está postrada en el altar de la mediocridad política y económica. El reciente debate en la Asamblea Legislativa sobre la jornada 4×3 lo deja más claro que nunca: el país está secuestrado por una clase política que teme más a la libertad que al desempleo. Ayer se aprobó darle vía rápida al proyecto, pero no sin que el Partido Liberación Nacional metiera cuchara con un texto sustitutivo que parece sacado de una asamblea estudiantil: plantea que la jornada solo se aplique si los trabajadores de cada empresa votan a favor… como si pactar condiciones laborales fuera una elección comunal y no un acuerdo libre entre empleador y empleado.
La lógica es surrealista: si un trabajador no quiere acogerse a la jornada 4×3, entonces sus compañeros tampoco pueden hacerlo. Como si la libertad de uno dependiera del consentimiento de todos los demás. Lo que antes era un derecho voluntario, ahora se somete al voto de asamblea popular. Es como si quisieran aplicar el “centralismo democrático” sindical dentro de la empresa privada.
Hablar de “retroceso” o “esclavitud” por ofrecer una opción laboral flexible y mejor remunerada es una burla cruel a los miles de costarricenses que viven sin empleo digno, atrapados en la informalidad o con contratos basura. Los opositores (esos políticos que se escudan en discursos huecos de “protección al trabajador”) son en realidad los guardianes de un sistema obsoleto, diseñado no para empoderar al ciudadano, sino para mantenerlo dependiente, sumiso y bajo vigilancia estatal. Les aterra la libertad, no la explotación; les da pavor la productividad, no la precariedad. Su verdadero problema no es que los costarricenses trabajen 12 horas, sino que lo hagan sin pedirle permiso a los mismos burócratas de siempre.
La jornada 4×3 no es una imposición ni un esquema esclavista. No se trabaja más por el mismo salario. La ley ya permite hasta 48 horas semanales. La jornada 4×3 propone 42 horas efectivas, distribuidas en cuatro días de 12 horas, con tres días libres. Se trabaja menos, se gana lo mismo y se descansa más. ¿Dónde está el abuso? No existe. Lo que sí existe es una alergia a la eficiencia. Lo insoportable para ellos no es el horario, es la herejía de romperles el dogma. La oposición no nace del razonamiento, nace del resentimiento.
También dicen que esta reforma solo beneficia a las transnacionales. ¿Y si así fuera?
¿Desde cuándo generar empleo formal y bien pagado es un problema? Las empresas multinacionales son un pilar de la economía costarricense: más de 250.000 empleos directos e indirectos, salarios un 80% superiores al promedio, y más del 50% de las exportaciones de bienes del país. Además, ofrecen condiciones laborales superiores al promedio nacional: seguro médico privado, teletrabajo, movilidad interna, fondos de ahorro, estabilidad contractual y cultura de mérito. Quienes critican esto con tono antiempresa parecen preferir que se vayan a Panamá, y que Costa Rica se mantenga “orgullosamente pobre” con tal de no incomodar su catecismo socialista.
El argumento de que “la gente no tiene la capacidad física para trabajar 12 horas” también es profundamente insultante. Hoy, miles de personas YA trabajan 12 horas en la informalidad, sin seguro, sin descansos, sin aguinaldo y sin derechos. Es infinitamente más digno hacerlo en un empleo formal, con condiciones reguladas y voluntariamente pactadas. Confundir precariedad con flexibilidad es pura deshonestidad intelectual. Precariedad es no tener contrato, no tener seguro, no tener aguinaldo, ni vacaciones. Precariedad es lo que viven hoy cientos de miles de costarricenses, subempleados o desempleados, atrapados en un mercado laboral cerrado, inflexible y ciego ante la realidad. Esa sí es una violación de derechos. Pero parece que a algunos diputados y sindicalistas no les importa mientras se mantenga intacta la “estructura”. El Frente Amplio prefiere ver al tico en la calle, obligado a trabajar en la clandestinidad antes que ceder ante modernizar el empleo.
Otro mito que se ha esparcido con cinismo es que la jornada 4×3 no pagará horas extra. Absolutamente falso. Como toda jornada laboral legal, si se supera el horario pactado (en este caso, las 12 horas diarias máximas permitidas bajo el esquema) se deben pagar horas extraordinarias conforme a la ley. Nadie está exento de cumplir el Código de Trabajo. Lo que molesta no es que “no se paguen horas extra”, sino que haya flexibilidad y libertad para pactar nuevas formas de organizar el tiempo laboral sin que pase por la aprobación de sindicatos hambrientos por poder.
También es mentira que estas jornadas sean obligatorias. No lo son, ni lo serán. El proyecto establece que deben ser pactadas libremente, de manera voluntaria, sin imposiciones, sin coacción, sin decretos verticales ni órdenes desde ningún despacho sindical. Con todas las garantías legales de descanso, compensación y libre consentimiento. Decir lo contrario no es solo mentir, es manipular deliberadamente para mantener a la gente asustada y sometida.
Y sobre el grito histérico de que el proyecto es “inconstitucional”: el cuento se cayó solo, ya que la Sala Constitucional declaró que si hay descanso, compensación y voluntad, no hay violación de derechos fundamentales. Así de simple. Además, el proyecto cumple con los principios fundamentales del derecho laboral, así como con los derechos establecidos en el Código de Trabajo y en la Constitución Política, sin vulnerar las garantías mínimas del trabajador, adicionando que también cumple con el Convenio 1 de la OIT. Todo lo demás es puro humo ideológico para disfrazar lo que en el fondo es un berrinche político.
La jornada 4×3 representa algo que no pueden tolerar: una Costa Rica que elige ser libre. Un país que decide romper con el encierro legal, con el miedo institucionalizado y con las cadenas de una legislación laboral que protege más a los sindicatos que al trabajador. La narrativa antiempresa y antiempleo, disfrazada de “defensa de derechos”, es pura demagogia suicida. Quienes bloquean este proyecto no defienden derechos. Defienden cuotas podridas, curules inútiles, burocracias parasitarias y gremios mafiosos.
Negar la jornada 4×3 es negar el futuro. Es perpetuar la pobreza, institucionalizar la dependencia y condenar a una generación entera a vivir encadenada al fracaso estructural. La verdadera esclavitud no son 12 horas de trabajo voluntario; es tener que pedir permiso para prosperar. Los acuerdos entre un empleado y un empleador no deberían ser competencia del Estado. Porque quienes gritan “¡RETROCESO!” ante el progreso, no están defendiendo derechos: están defendiendo sus privilegios.