La crisis a la que se ha llevado a nuestro Estado Social y Democrático de Derecho no tiene parangón en la historia de los últimos años. Así lo vienen planteando los últimos informes del Estado de la Nación, cuando hablan sobre las condiciones objetivas en materia social, económica, ambiental y cultural de Costa Rica. No es para nadie un secreto, que todo aquel andamiaje establecido por grandes figuras y pensadores, basado en valores como la solidaridad, el bien común, el humanismo y la democracia, han sido reemplazados por aquellos que solamente se enfocan en la competencia, el individualismo, y la rapiña.
Al parecer, quién habla hoy sobre humanismo y solidaridad, de una vez es tachado de “radical” o “socialista”, con el único fin, de que a partir de prejuicios ideológicos bien enraizados en el inconsciente colectivo, se descarten aquellas ideas que aún tienen cierto nivel de conciencia social y de responsabilidad colectiva. Como que si pensar diferente fuese todo un pecado. No cabe duda entonces, que nos enfrentamos a una época nuevamente decisiva en lo que se refiere al modelo de país que queremos, esto porque el actual ya se nos agotó y esa Segunda República que nos heredaron ya no da más.
Ya hemos venido viendo con el paso de los años cómo el país se ha dividido, en muy grandes rasgos, en dos vertientes: quienes desean resguardar y preservar esa filosofía mucho más solidaria y humanista de la Segunda República, frente a los que tomaron las ideas expandidas por los centros de poder anglosajones de una época cuyo ingrediente principal era el achique del aparato estatal, las olas de privatizaciones masivas y el famoso “fin de la historia”. Esto lo podemos evidenciar en luchas significativas como por ejemplo en el año 2000 contra el famoso “combo del ICE”, en el año 2007 contra el TLC, y esta gran división se ha vuelto a evidenciar en las elecciones de 2014 y 2018, donde circunstancias realmente inusuales o atípicas han llevado en dos ocasiones a un partido no tradicional al poder. Esa inquietud nos ha hecho cometer errores, sin embargo, ante el famoso “divide y vencerás”, debemos pensar en el reconciliar para ganar.
Algo que sí ha quedado muy claro de todas esas luchas que se han dado históricamente, son las intenciones de seguir desmantelando ese Estado que tenemos hoy. Dentro de esos planes se encuentra el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). Hace unos días, un grupo de exdiputados han salido públicamente a denunciar las intenciones existentes de querer terminar con dicha institución y han decidido valiente y patrióticamente salir a defender tan importante actor en el desarrollo nacional.
Don José Miguel Corrales, uno de esos valientes exdiputados, en su discurso hace un impecable y correcto recorrido por los últimos años en la historia costarricense, donde explica con detalle cómo poco a poco se ha ido privatizando o concesionando todo aquello que resulta como “innecesario” o “inútil” que el Estado participe o tenga en sus manos. Expone además, que por esta ruta nos han ido despojando de aquello que con tanto esmero se construyó con el sudor de las y los habitantes de este país.
No debemos confundir la gordura con la hinchazón, la mala administración, pérdida de norte o corrupción en una institución o empresa pública no es algo irremediable, no por eso se debe cerrar o vender, se debe corregir con el rigor de la ley y la voluntad política adecuada, con el convencimiento de que las cosas se hacen bien hechas y punto, tal como se lleva a cabo en una empresa privada.
En lo personal me sumo como ciudadano a esta defensa racional del Estado de Derecho planteando con mucho respeto y preocupación una humilde propuesta, donde se pueda demostrar que, porque una empresa sea pública no tiene por qué ser sinónimo de pérdidas, atraso social y mucho menos un “estorbo” a la producción nacional. Esta idea surge de la lectura sobre lo que está sucediendo en el mundo, hacia dónde se dirige y en qué están enfocando los nuevos modelos de negocios en una era digital que está dejando por mucho de lado las perspectivas ideológicas clásicas del siglo pasado.
Ese nuevo rumbo global se llama Revolución Digital, y si no aprendemos a adaptarnos inteligentemente, nos pasará por encima, sin hacer distinciones entre público y privado, dejándonos como país en una posición de clara desventaja comparativa de cara a las nuevas maneras de organización global de la economía. La idea de esta propuesta es hacer que el ICE conserve su filosofía social y solidaria, que vuelva a ser uno de los entes rectores del desarrollo nacional, haciéndolo más competitivo y eficiente, sin la necesidad de pensar en desmantelar otra empresa más del Estado y dejar sin empleo a tantísimas personas que en estos momentos es lo menos que necesitamos.
Actualmente existen sectores que siguen creyendo que el ICE sólo con una defensa política y social, con su actual modelo de negocios y manera de funcionar se puede salvar de sí mismo y de su eventual crisis existencial. Debo decir que están equivocados. Hay otros sectores, que saben del ocaso de dicho modelo y que quieren aligerar las cosas para su caída con la intención de privatizar todo el mercado de una vez por todas y quitárselo al Estado, porque ven que metidos ahí van a hacer clavos de oro con un modelo más “ágil”, déjenme decirles también que están equivocados.
Les explico por qué. Estamos dejando de lado el tema de la Revolución Digital en la que ya nos encontramos, donde el ciberespacio, la tecnología, la inteligencia artificial, las nuevas formas de hacer negocios y las economías colaborativas irrumpen con fuerza y hacen caminar al mundo por una ruta un poco distante de ambas visiones anquilosadas en el tiempo y excluyentes una de otra. Les propongo lo que desde mi perspectiva podría ser una solución al tema de nuestro querido ICE: convirtámoslo en el Spotify de la energía costarricense, esa gran plataforma de intercambio, interconexión, distribución y hasta producción energética del siglo XXI, pero no sólo eso, sino que sea de las energías renovables, hagamos que sea el ente rector hacia la transición de nuestra matriz energética nacional, disparadores de una nueva visión de desarrollo a la que convirtamos en un ejemplo mundial y acorde a los nuevos tiempos: democrática, ambientalmente responsable, competitiva e innovadora. Una visión para el Bien-vivir.
Hagamos una revolución con ese modelo viejo de negocios y que el Estado sea el emprendedor y ejemplo mundial de esa nueva manera de producir energía y brindar sus servicios, bajo la conciencia de realidades como la de los “prosumidores”, cambiemos las leyes, pongámonos de acuerdo a través de un entendimiento nacional y seamos flexibles para que el ICE sea esa gran plataforma que no solo interconecta prosumidores, que incluya generadores privados sin ningún problema, con la condición que sean generadores de renovables, sino también, financie y ofrezca la tecnología que sea requerida para que cada empresa y hogar se convierta en una planta eficiente de energías renovables. Siempre con una estrategia dirigida por nuestra institución y con un rol del Estado firme, sin trabas y duro contra la corrupción y los abusos. ¿Quien dice que el Estado no puede competir o liderar nuevas formas de negocios? No dejemos que esta nueva era nos tome por sorpresa y nos de malas pasadas.
Adelantémosle y saquemos ventaja desde y cómo podamos, con inteligencia, pensando no solo en el afán individual, sino en el de toda esta nación, de nuestra gente. Algunos países europeos y asiáticos están llevando a cabo proyectos y políticas de vanguardia y no estaría demás echar un vistazo para aprender de sus experiencias, también hay mecanismos como la cooperación internacional que facilitan el intercambio de información, conocimiento, además de alianzas público-privadas que permiten el avance exitoso de nuevos proyectos en esta dirección. ¿Por qué no involucrar incluso a nuestra cancillería en una idea así? Las relaciones internacionales son algo que países como el nuestro debe aprovechar mucho más.
Por ello, pienso que una propuesta así dirigida por el Estado, con visión a largo plazo y con garantía de que sea el representante de los intereses de todos los costarricenses, puede llegar a ser muy exitosa, si adquirimos el compromiso de hacerlo realidad. No podemos seguir metiendo a nuestras empresas en malos negocios o a competir en donde no deberían de hacerlo (tanto para lo público como para lo privado), hay que evolucionar, buscar o abrir nuevos nichos, para dirigir con fuerza y liderazgo un nuevo y verdadero cambio de paradigma, ese donde las y los costarricenses nos sintamos orgullosos de nuevo, recuperemos la esperanza y cimentemos una vez más las bases de nuestra identidad solidaria, no egoísta y democrática.
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