Doña Laura, se equivoca quien crea que vender el Banco de Costa Rica y Bicsa resolverá el problema de las pensiones o del empleo en nuestro país. Esa propuesta, aunque pueda sonar atractiva en campaña, no enfrenta las causas estructurales que realmente amenazan el futuro laboral y social de Costa Rica. Es una medida cortoplacista, una ilusión de “solución rápida” que suena bien en los discursos, pero no resuelve nada en la práctica. Es, sencillamente, como vender la casa para pagar la hipoteca: al final se pierde el patrimonio y la deuda sigue ahí.
Y antes de seguir, conviene hacer una aclaración que muchos pasan por alto o, peor aún, distorsionan para hacer ruido: el régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) de la Caja Costarricense de Seguro Social se encuentra actualmente fortalecido y solvente, según los propios informes técnicos de la institución. Nadie ha propuesto aumentar la edad de retiro, ni los montos de cotización. Entonces, ¿por qué insistir en un mensaje alarmista? ¿Por qué sembrar temor con un tema tan sensible para la población trabajadora? El país no necesita más ruido político, necesita información veraz y compromiso con las soluciones de fondo.
El verdadero desafío del sistema de pensiones no está en su estructura financiera actual, sino en la falta de empleo formal y en la reducción de la base cotizante. Hoy hay menos nacimientos, menos jóvenes incorporándose al mercado laboral y más personas que sobreviven en la informalidad. Miles de costarricenses trabajan por cuenta propia sin seguridad social, no porque no quieran aportar, sino porque el sistema se ha vuelto demasiado caro, injusto y complicado. Así, mientras los cotizantes se reducen, crecen las obligaciones del sistema.
Por eso, lo que el país necesita no es vender bancos, sino abrir oportunidades reales para que las nuevas generaciones trabajen, emprendan y coticen, fortaleciendo desde abajo el sistema. Si los jóvenes tuvieran acceso a crédito, capacitación y condiciones justas para emprender, ellos mismos serían los nuevos contribuyentes del régimen. Si las políticas públicas se enfocaran en formalizar a los pequeños productores y a quienes hoy están fuera del sistema, el IVM se volvería aún más fuerte, sin necesidad de vender lo que es de todos.
Resulta inevitable preguntarse, doña Laura, ¿por qué no se impulsaron estas soluciones cuando usted y su partido tuvieron la oportunidad de hacerlo? Si la preocupación por el futuro de las pensiones fuera genuina, habría quedado demostrada con acciones concretas, no con discursos de campaña. Costa Rica necesita coherencia, visión y seriedad, no más improvisaciones ni propuestas que suenan bien en un mitin, pero no resisten un análisis técnico.
Los bancos públicos no son un obstáculo, son instrumentos de desarrollo nacional. El BCR y Bicsa han contribuido históricamente a financiar la producción, la vivienda, las pequeñas empresas y la economía local. Venderlos sería debilitar la capacidad del Estado de impulsar el crecimiento y de apoyar a quienes hoy más lo necesitan. Esa no es una reforma estructural, es una renuncia a nuestra soberanía económica.
El debate sobre las pensiones y el empleo debe ser profundo, técnico y honesto. No se trata de asustar al pueblo con cuentos de quiebra, ni de usar el tema como bandera electoral. Se trata de construir soluciones reales para que el trabajo digno, el emprendimiento formal y la producción nacional sean la base de un sistema que ya ha demostrado su solidez.
Doña Laura, los costarricenses ya no comen cuento. El régimen de pensiones está firme; lo que necesitamos es más empleo, más oportunidades y menos demagogia. Vender los bancos no generará trabajo, no aumentará los cotizantes y no resolverá lo que verdaderamente nos preocupa: un país que debe apostar por su gente, no por la venta de su patrimonio.
Porque el futuro no se vende: se construye trabajando, emprendiendo y aportando juntos.
