El proceso interno del Partido Liberación Nacional (PLN) pinta para ser un espectáculo tragicómico, donde Gilberth Jiménez, conocido como “Turqueso”, y Álvaro Ramos medirán fuerzas. Pero no nos engañemos: la verdadera trama no radica en sus capacidades, sino en la posibilidad de usar la convención abierta como un escenario para ejecutar un voto protesta. ¿La meta? Desaparecer al PLN desde adentro y anticipadamente.
Las matemáticas no mienten. Gilberth Jiménez necesitará al menos el 40% de los votos para imponerse, según las referencias de la última convención liberacionista. En 2021, José María Figueres se llevó el trofeo con un escaso 37%, dejando atrás a Rolando Araya (26%) y Roberto Thompson (15%). Aquella jornada atrajo a más de 300.000 votantes, un número sorprendente considerando que el país estaba sumido en la pandemia.
Ahora bien, este año las cosas podrían tomar un giro insólito. Carolina Delgado asoma como un posible tercer elemento disruptivo, algo así como el cálculo inesperado que puede desmoronar el status quo. Para los que no quieren ni al candidato ungido por los Arias y los Figueres ni al “Turqueso”, el voto protesta se erige como una herramienta poderosa para herir al PLN en el corazón de su estructura.
La maquinaria que necesita “Turqueso”
Jiménez cuenta con una base fiel de 10.000 votantes, una cifra que parece robusta, pero que es apenas un guiño ante lo que realmente necesita. Si el padrón de votantes se mantiene similar al de la última contienda, requerirá cerca de 110.000 votos adicionales para alcanzar el anhelado 40%.
Esto implica que su éxito no solo depende de sus seguidores más cercanos, sino de movilizar a votantes independientes, críticos del PLN, y hasta a quienes simplemente quieran darle una lección al partido verde y blanco. Esa movilización podría redefinir la dinámica interna del PLN y, con un poco de suerte, marcar el inicio del fin de su relevancia en la política nacional.
¿Qué pasa si gana Gilberth Jiménez?
El éxito de Jiménez sería un terremoto político. Primero, porque debilitaría el PLN en sus cimientos; segundo, porque, con Jiménez como candidato, el partido enfrentaría una de sus elecciones nacionales más difíciles. La historia reciente ya ha mostrado que las divisiones internas en el PLN son mortales. En 2014 y 2018, el partido llegó a las urnas fracturado, y los resultados fueron catastróficos.
Si Ramos se convierte en el candidato oficial, su perfil consolidado podría atraer votantes tradicionales del PLN, pero también garantizaría que el partido siga siendo el blanco de críticas por ser más de lo mismo. En cambio, una victoria de Jiménez podría sellar el destino del PLN como una reliquia política, algo que no solo beneficiaría al chavismo, sino también daría al PUSC una posibilidad real de entrar en segunda ronda.
Un voto con un objetivo claro
La estrategia del movimiento de Jiménez está clara: movilizar el voto antiliberacionista. Esto incluye a los indecisos, a los descontentos, y a todos aquellos que han perdido la fe en la capacidad del PLN para gobernar. Si logra atraer a estos sectores, su victoria no solo será un hito personal, sino una sentencia anticipada para un PLN que ya tambalea.
El voto protesta, si se organiza y moviliza, podría redefinir la historia política del país. La pregunta es si los costarricenses están dispuestos a salir de su zona de confort y acudir a las urnas para enviar un mensaje inequívoco: el PLN ya no representa al pueblo.
Entonces, volvamos a la pregunta inicial: ¿Cuántos votos “troll” necesita Gilberth Jiménez para ganarle a Álvaro Ramos? La respuesta es sencilla: aproximadamente 110 mil almas que deseen muy a pesar de sus convicciones, ir hacer el acto de rebelión política mas histórico de Costa Rica, y hacer implosionar el PLN desde adentro. En mi caso iré a votar, pero prometo lavarme las manos después.
