Costa Rica y la Secretaría General de Naciones Unidas

CHRISTIANA FIGUERES OLSEN PRESENTACIóN CANDIDATA SECRETARíA GENERAL ONU000010001

Por Luis Alberto Varela

El pasado 7 de julio, en un significativo acto en el teatro nacional, se anunció país y al mundo, que Costa Rica había formalizado pocos días antes la presentación de una candidatura al más alto cargo internacional al que se puede aspirar dentro de la Organización de las Naciones Unidas, el puesto de Secretario General.

Por primera vez,  en los setentaiún años de existencia, de las Naciones Unidas,  un ciudadano costarricense aspira al cargo de secretario general de la más importante organización multilateral existente.

Se trata de una distinguida costarricense, Christiana Figueres Olsen, quien como secretaría ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el cambio climático, logró concitar la voluntad de  los miembros de Naciones Unidas para aprobar el Acuerdo de París del 2015 sobre el cambio climático, después del fracaso de la Conferencia de Copenhague de diciembre del 2009 sobre el mismo tema.

Su objetivo principal es reducir las emisiones de carbono a la atmósfera, lo  que incidirá positivamente para detener los efectos del calentamiento global, una grave amenaza para el futuro de la humanidad y sobre lo que había criterios encontrados entre muchos de los estados participantes.

En un mundo tan complejo como el de la diplomacia multilateral, a base de esfuerzo, discreción, prudencia y capacidad negociadora, Christiana Figueres hizo posible lo que muchos veían como imposible: poner de acuerdo a los estados en el beneficio común de la humanidad.

Esa contribución le ha sido reconocida globalmente,  y sin reservas, legitimando su aspiración a la Secretaría General de Naciones Unidas, como probada líder de la comunidad internacional.

El camino no es fácil, está lleno de dificultades y retos,  que van más allá de poner de acuerdo a la mayoría de los miembros de las Naciones Unidas, porque pasa primero por el tamiz del Consejo de Seguridad, sin cuya aprobación todo esfuerzo resulta vano. Si bien  el secretario general de la organización es nombrado por la Asamblea General, se requiere la  recomendación previa del referido consejo (artículo 97 de la carta de Naciones Unidas).

Se trata de una responsabilidad compartida entre ambos órganos de las Naciones Unidas. La Asamblea solo puede elegir al candidato o candidatos que el Consejo recomiende. Y la costumbre ha sido que sólo se proponga un nombre.

Como sabemos, el Consejo de Seguridad tiene una estructura compleja y  paradójicamente sencilla. Todas sus decisiones se toman por nueve votos, pero salvo las que versen sobre cuestiones de procedimiento, que pueden tomarse por la mayoría de cualesquiera de sus miembros, las demás cuestiones requieren, aparte de esa mayoría de nueve votos, que los votos de los cinco miembros  permanentes, sin excepción,  sean favorables.

Es lo que se conoce, no dentro del lenguaje de la carta, sino de su interpretación, como derecho al veto. (artículo 27 de la Carta de Naciones Unidas). Puede que sea injusto, pero es así.

En otros términos que aunque la mayoría de los quince miembros del consejo estén de acuerdo, uno solo de los miembros permanentes puede paralizar la toma de cualquier decisión. Como es obvio que la elección del Secretario General no es una cuestión de procedimiento,  sino  una decisión de extrema importancia para la organización, pues se trata de escoger al funcionario de más alto rango de las Naciones Unidas.

El Secretario General es el representante de las Naciones Unidas y se desempeña además como secretario de la Asamblea General,  del Consejo de Seguridad,  de los otros consejos de la organización  establecidos por la carta y de las conferencias diplomáticas que se realicen por parte de las Naciones Unidas. Quien no cuente con el apoyo de alguno de los miembros permanentes  del consejo de seguridad,  no puede alcanzar la secretaría general de las Naciones Unidas.

Hasta ahora, ha sido en este Consejo, y a puerta cerrada, donde se realizaban todo tipo de negociaciones y estrategias políticas y diplomáticas, para escoger a un candidato de consenso, cuyo nombre se somete a consideración de la Asamblea General, la que tradicionalmente, lo elige por aclamación. En la Asamblea General todos los estados tienen igual derecho a voto, sin privilegios ni votos calificados.

Ante el descontento de muchos estados, sobre el secretismo en la recomendación del Consejo, se estableció para esta nueva elección de Secretario General (y con seguridad que se aplicará en las futuras escogencias), un procedimiento más transparente. Cada aspirante el cargo -y  hay once hasta la fecha-  deberá participar en un diálogo informal y abierto ante la asamblea general, en la que después de su presentación inicial, el candidato recibe y contesta preguntas de los estados miembros de las Naciones Unidas, y de la propia sociedad civil seleccionadas estas últimas, mediante un mecanismo previamente establecido.

Esos diálogos,  que duran  tres días,  se transmiten en vivo por el webcast de las Naciones Unidas, de manera  que todos los candidatos se someten, en igualdad de condiciones, y ante los ojos no sólo de Naciones Unidas, sino del mundo entero,  al mismo procedimiento. Posteriormente a esos diálogos los candidatos sostendrán un encuentro con la prensa acreditada en las sede de Naciones Unidas en New York. Nuestra candidata comparecerá en una fecha muy significativa para la humanidad, el próximo 14 de julio.

Pero, además,  en esta elección hay otra importante particularidad. A instancias de varios estados, entre ellos significativamente Costa Rica, por primera vez se presentan candidaturas de mujeres, y ese es un gran paso en el cumplimiento del principio de no discriminación contenido en los artículos 1, aparte tres, y 8 de la carta.

Hay otras adversidades que vencer: de acuerdo con la práctica, consagrada en la propia carta (artículo 101) en la elección de los puestos de Naciones Unidas se aplica el principio de la distribución y rotación geográfica equitativa. Hasta la fecha de los ocho secretarios generales que ha tenido la organización, tres provenían  de Europa Occidental, dos de Asia, dos de África y uno de América Latina y el Caribe.

En aplicación de dicha regla los candidatos provenientes  de la llamada Europa Oriental  tendrían preferencia sobre las demás regiones geográfico-políticas, por no haberse elegido hasta hoy un miembro de su región.

Por ello,  no resulta extraño que de los candidatos hasta ahora inscritos,  la mayoría sean de esa región, a saber, la Antigua República Yugoslava de Macedonia, Croacia, Montenegro, Eslovenia, Moldavia  y Bulgaria  (entre ellos tres mujeres), dos de América Latina y el Caribe (Argentina y Costa Rica)  y dos de Europa Occidental y otros estados, a saber  de Nueva Zelanda  y  Portugal.

Pero tal regla no está escrita en piedra, como tampoco lo está la práctica usual hasta el día de hoy, de proponer un candidato único para el puesto de Secretario General. Bien podría escogerse, por parte del Consejo de Seguridad una terna, lo cual permitiría a éste,  sin renunciar a su derecho de proponer, hacer aún más transparente el proceso de elección, y a la Asamblea General, con toda justicia,  ejercer de manera efectiva, su derecho a elegir.

Ello sólo sería posible si ninguno de los miembros permanentes del Consejo (Estados Unidos de América, la Federación de Rusia, Francia, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte,  y la República Popular China) se opone a tomar ese novedoso camino.

Difícil entonces el reto, pero no imposible para una candidata que ya demostró que era capaz de lograr imposibles, a base de esfuerzo, discreción y trabajo. Que, además,  proviene de un estado pequeño pero con un bien ganado prestigio internacional,  que ha librado otras batallas contra toda esperanza, como el establecimiento del alto Comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos, la creación de las Universidad para la Paz, o la aprobación del Tratado Internacional sobre  el comercio de armas.

Son sueños que deberíamos soñar todos juntos, son sueños alcanzables. Vivimos en un mundo en constante cambio.

Desde que en 1945 en San Francisco, se aprobara  la Carta de las Naciones Unidas, algunos de los sueños de quienes querían dejar un mundo mejor a las futuras generaciones, se han ido alcanzado, muchos otros están aún por alcanzar.

Tal vez una costarricense pueda contribuir a alcanzar esas y nuevas metas, al frente de la Organización de las Naciones Unidas.

La lucha apenas comienza.  Suerte a nuestra candidata y un reconocimiento a nuestro gobierno por su acertada decisión,  y en especial a nuestra Cancillería, que tendrá ahora que continuar la lucha con fe y esperanza. Sembremos esperanza para cosechar paz, como lo ha hecho siempre Costa Rica.

* Ex-embajador alterno de Costa Rica ante las Naciones Unidas, y ex-embajador ante los organismos europeos de Naciones Unidas en Ginebra, Suiza.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

Últimas noticias