Costa Rica no necesita otra promesa disfrazada de modernidad, Costa Rica necesita soluciones reales. Mientras miles de ciudadanos pierden horas valiosas en un sistema de transporte deficiente, vuelve a sonar una vieja melodía: un tren eléctrico que promete progreso, pero que podría terminar como otro monumento al gasto sin control.
Claudia Dobles, ex primera dama y ahora aspirante presidencial, propone un tren eléctrico por casi $1.500 millones. A primera vista, parece una apuesta audaz, pero al mirar atrás, nos encontramos con el historial de los gobiernos del PAC (2014–2022), donde se aprobaron reformas fiscales que elevaron el IVA al 13 %, el déficit fiscal superó el 5 % del PIB, y escándalos como el de la UPAD evidenciaron el uso indebido del poder estatal. ¿Cómo confiar, entonces, en una propuesta que proviene de ese mismo modelo político y económico?
El tren actual moviliza entre 12.000 y 15.000 personas diarias, la nueva propuesta pretende movilizar hasta 200.000 personas por día. Suena esperanzador, pero el no contar con una red de rutas que lo alimenten de manera eficiente, una integración tarifaria y la ausencia de una visión intermodal clara, es como lanzar un tren sin rieles. La realidad es que no hay sistema de transporte moderno que funcione de forma aislada, por más eléctrico o elegante que parezca.
En contraste, el Instituto Costarricense de Ferrocarriles (INCOFER) propone una versión más realista: un tren de superficie, el cual se estima con un menor costo (entre $700 y $800 millones), desarrollado por fases y ajustes que reducen riesgos y sobrecostos, además, introduce la posibilidad de reactivar el tren de carga (TELCA), que podría generar ingresos para subsidiar el sistema de pasajeros. Esta propuesta podría tener un tinte menos populista y más técnica, aunque aún limitada en cuanto a su articulación con buses, tarifas y conectividad real para el usuario.
Aquí no se trata de estar a favor o en contra del tren, se trata de si esa inversión —que comprometería las finanzas públicas por generaciones— va a generar verdadero valor para el ciudadano y para eso se requiere mucho más que buenas intenciones. Se necesita:
- Auditoría técnica de la red ferroviaria existente, que exponga el verdadero potencial y los riesgos.
- Plan integral de movilidad, con buses, trenes y otras modalidades trabajando juntos, no compitiendo.
- Estrategia de financiamiento clara, sin hipotecar el futuro para satisfacer aspiraciones políticas del presente, en la propuesta del INCOFER se presenta una modelo interesante.
- Plan de reducción del gasto, para que cada colón que se invierta venga acompañado de transparencia y eficiencia.
Porque modernizar el transporte no es solo electrificarlo, es devolverle tiempo, libertad y dignidad al ciudadano, es reducir la tramitomanía, mejorar la experiencia del usuario y garantizar que lo que se construya hoy no se convierta en la carga de mañana.
El tren eléctrico podría formar parte de esa solución, pero sin visión integral, sin controles rigurosos y sin respeto por el bolsillo del contribuyente, no será progreso, será solo otra promesa vacía, con tinte ecológico.