Una semana después de la celebración del referéndum ilegal sobre la independencia de Cataluña, todo indica que el separatismo catalán está condenado al fracaso. España cuenta con todos los recursos necesarios para defender su integridad territorial. Quizá la única incógnita es si el Gobierno central estará dispuesto a tomar las medidas necesarias para impedir la secesión. Hasta ahora, el poder ejecutivo español se ha limitado a delegar el manejo del conflicto político-constitucional en manos de los tribunales, como si se tratase de un simple conflicto administrativo. Su principal objetivo es intentar amainar la tensión, y su estrategia se basa en aguardar y postergar las decisiones críticas. El Gobierno tendrá sus razones, pero también se arriesga mucho por no querer arriesgarse.
Sin embargo, independientemente de la actuación del gabinete de Mariano Rajoy, si después del voto la Generalidad llegara a declarar la idependencia, la nueva república catalana no tendría ningún tipo de reconocimiento internacional y tampoco podría seguir siendo miembro de la Unión Europea. Tanto el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, como el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker ya avisaron sobre las consecuencias que tendría una hipotética independencia de Cataluña, haciendo hincapié en que toda acción en contra de la constitución de un estado miembro sería considerada una acción en contra del marco legal de toda la Unión Europea. Además, cabe recordar que ni siquiera una Escocia soberana habría podido mantener su membresía en el bloque, si en el referéndum de 2014 hubieran ganado los partidarios de la independencia, pese a que esta consulta fue completamente legal según las leyes británicas. Si los líderes catalanes lograran que la independencia de facto fuera un hecho consumado, Cataluña se encontraría completamente aislada.
Las comparaciones con Kosovo están completamente equivocadas. Kosovo, aunque no fue reconocido por muchas naciones – como es el caso de España o Rusia – sí que obtuvo amplio reconocimiento internacional por parte de los países del primer mundo, entre ellos los Estados Unidos y la mayoría de los miembros de la Unión Europea. En cambio, la situación de una República Catalana autoproclamada sería más parecida a la posición internacional de las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk, dos entidades prorrusas en el este de Ucrania, o de la República Turca del Norte de Chipre, que ha sido reconocida solamente por Turquía.
Todos esos territorios anteriormente mencionados tienen un protector, ya sea Rusia o Turquía. Pero Cataluña, al menos inicialmente, no contaría con nadie. Sin embargo, al igual que en el mundo de la física, en las relaciones del poder tampoco puede haber un vacío durante mucho tiempo, y los catalanes se verían obligados a coaligarse con las potencias que se ofrezcan.
Según un sondeo reciente, en la Comunidad Autónoma de Cataluña el apoyo a la izquierda es un 30% superior al resto de España. Se podría decir que, en paralelo al proceso independentista, está ocurriendo un proceso de izquierdización en el seno de la sociedad catalana. Esta tendencia social podría empujar a un gobierno catalán completamente aislado a establecer algún tipo de alianza con el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), un grupo regional de Latinoamérica liderado por Venezuela y compuesto por Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros países más pequeños. Irónicamente, sería el castellano la lengua común que facilitaría dichas relaciones. Además, algunos líderes de la ultraizquierda catalana ya llevan muchos años manteniendo lazos estrechos con el régimen venezolano.
También cabe la posibilidad de que Rusia o China aprovechen la situación, pero lo más probable es que – quizá paralelamente con la posibilidad de la mencionada alianza con los gobiernos neomarxistas de Hispanoamérica – sean algunos países musulmanes y movimientos islamistas los que intenten construir una cabecera de puente en una Cataluña independiente. La comunidad autónoma ya hace tiempo que se ha convertido en un hervidero del vahabismo, así que con el dinero de las monarquías petroleras del Golfo Pérsico y aprovechando la ola migratoria, podrían ampliar y multiplicar las bases sociales ya existentes del islamismo radical.
Sin embargo, el Gobierno central, por encima de sus tácticas cautelosas, ya ha empezado a tomar medidas para preservar la unidad de España. Pese a los vaticinios más pesimistas, es poco probable que la intervención de las fuerzas del orden acabe en una guerra civil. La Generalidad catalana no tiene fuerzas armadas, y aunque entre el personal de la policía catalana, los Mozos de Escuadra, haya simpatizantes del independismo, unos cuantos individuos no podrán hacer frente a todo un ejército.
Al mismo tiempo, dada la extrema polarización de la sociedad catalana – una mitad a favor y la otra en contra de la independencia – es muy probable que surjan actos de violencia. Por ejemplo, si grupos independistas intentan impedir la detención de políticos o funcionarios imputados por sedición o prevaricación. Grosso modo, la realidad catalana se asemejará cada vez más a los momentos más difíciles del conflicto vasco o a los Troubles en Irlanda del Norte. La Policía y la Guardia Civil han acumulado una amplia experiencia con similares conflictos violentos de baja intensidad en el País Vasco y seguramente podrán controlar la situación. Sin embargo, el descontento irrefrenable de algunos sectores nacionalistas de la población catalana podría acarrear graves consecuencias, entre ellas la formación de grupos armados inspirados tanto en la disuelta organización catalana, Tierra Lliure como en el ETA vasco. El hecho de que algunos grupos de la ultraizquierda nacionalista catalana ya están empleando las tácticas de la kale borroka, asimismo que el etarra excarcelado, Arnaldo Otegi, ha ofrecido su apoyo al secesionismo catalán, y que un comunicado reciente de ETA ha reivindicado para Euskal Herria un proceso similar al independismo catalán, indica un acercamiento entre el nacionalismo catalán y el sector abertzale de la sociedad vasca. En cierto modo Cataluña ya está en el proceso de la „abertzalización” con todas sus consecuencias.
—
Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo y número de identificación al correo redaccion@elmundo.cr.