Un bipartidismo de muchas cabezas

» Por Antonio Ortega Gutiérrez - Secretario General del Partido Frente Amplio

Cuando las y los frenteamplistas en medio del proselitismo casa a casa y al calor de los debates manifestamos a la ciudadanía que como fuerza política nunca le hemos robado un colón a las y los costarricenses no  pretendemos hacer un ejercicio de autocomplacencia o una suerte de eslogan electoral.

Nuestro Proyecto Político, el Frente Amplio, nació cuando empezaban a evidenciarse las grandes secuelas de la corrupción y de la desigualdad social provocadas por la implementación de políticas neoliberales durante las últimas dos décadas del siglo pasado. Para entonces, el bipartidismo del PLN y PUSC orquestaba estas políticas desde la “mesa gallega”, que controlaba al Estado costarricense y su relación con el gran capital privado.

Producto de esto fue un terreno fértil para el crecimiento de una corrupción cada vez más especializada y profunda. La conocida “ley cuatro tres” (aún vigente), que permite nombramientos a dedo y pago de favores a costa de la eficiencia de las instituciones autónomas del estado, es un claro ejemplo de lo que fue “repartirse el queque”.

Así lo señalaba nuestro fundador y primer diputado, José Merino del Río, en el 2004: “Efectivamente los ricos se hicieron cada vez más ricos, pero no con negocios transparentes: muchas fortunas crecieron robando sistemáticamente al país y a las mayorías populares. Y los pobres se hicieron más pobres. También creció la desigualdad social (…) La corrupción se convirtió en un arma estratégica en el manejo de las relaciones económicas y comerciales internacionales, en el control de los mercados, en la compra de gobernantes y responsables políticos, en la fusión creciente de los negocios con la política.”

En el Frente Amplio hemos señalado el carácter sistémico de la corrupción, desde los CATS, caso Millicom, el cierre del Banco Anglo, el préstamo Caja – Fischel, los contratos de Alcatel, el reciente cierre del Bancrédito y ahora el famoso “cementazo”. Lejos de lo que se ha querido creer, la lógica del bipartidismo, autor intelectual de estos actos delictivos, está más que vigente en la política nacional, ya no necesariamente expresada en solo dos partidos políticos, pero sí con otros trajes, algunos “a la medida”.

En estas elecciones multipartidistas, es muy notoria  la esencia del viejo bipartidismo en muchos partidos. No fueron pocos los políticos que migraron a fundar sus propias tiendas, la gran mayoría  llevándose también sus formas tradicionales de hacer política. Expresidentes de la República poniendo “sus fichas a jugar”, tesis fracasadas, trasnochadas y repetidas sobre la generación de empleo y riqueza, aparatos clientelares  para combatir la pobreza, concesión de obra pública, mano dura como única forma de reducir la delincuencia, etc.

Los mismos que hacían política a punta de partidas específicas, hoy, con distintos colores, la hacen con los llamados  “zopilotes de vivienda” o  en los cultos.

Tienen en su gen denominador el clientelismo y la corrupción. Son los mismos que nos heredaron desempleo y precarización laboral a cientos de miles de jóvenes y un robo fiscal que oscila en 2.5 billones de colones a las finanzas públicas.

El cinismo es tal que hoy, lejos de rendir cuentas por su actos, se les puede observar atrincherados en consignas ultraconservadoras, apostando por un “discurso del odio”, donde en pro de las aritméticas electorales están dispuestos a debilitar la convivencia social del país. Una carrera por quién tiene la hoguera más grande.

El actual Gobierno del PAC no ha logrado escapar de este bipartidismo con múltiples cabezas tras casi cuatro años en el Ejecutivo. Entre la inoperancia y el palanganeo, ha sido complaciente con el desastre en la obra pública, la evasión fiscal y el chorizo del servicio de transporte de público, por mencionar tres, todas heredadas de la época de las “mesas gallegas”. El caso de “el cementazo” es un claro ejemplo de cómo la corrupción sistémica encontró en “la casa de cristal” las puertas abiertas.

En el Frente Amplio nos presentamos por tercera vez a las elecciones nacionales. Somos un partido maduro, consolidado y con clara vocación para gobernar sin robar. Tanto nuestra denuncia valiente como nuestras propuestas (que van desde la justicia tributaria hasta el fortalecimiento de la obra pública) evidencian la responsabilidad con la que hemos asumido el apoyo que nos ha depositado la ciudadanía desde el 2006. Basta ver el extraordinario papel político al lado del pueblo de la diputada Patricia Mora, a propósito de los préstamos bancarios a Sinocem y Yanber en el caso del “cementazo”, para evidenciar nuestro compromiso con el país.

Somos un proyecto político que desde siempre ha apostado por el avance de los derechos humanos para todas y todos, independientemente de la opinión de la prensa, de los organismos internacionales o de la correlación de las fuerzas políticas.

Sabemos también que para sacar al país de los números rojos en los que se encuentra en muchas áreas, es necesaria la suma de muchas voluntades, la convergencia de diferentes puntos de vista, pero sobre todo la valentía para tomar decisiones.  Siempre hemos promovido una política de alianzas que reconoce la necesidad de la unidad entre las personas honestas,  sobre cualquier color partidario o interés económico.

Hoy celebramos que muchas de nuestras tesis han sido secundadas por diversos sectores de la sociedad.   En estos 14 años de existencia, ese ha sido nuestro camino, la construcción de una patria donde nadie se quede atrás.

Con politiquería y muchos millones han querido tapar nuestros logros, nuestras victorias políticas y nuestros avances electorales. ¡No lo lograron ayer, y no lo harán ahora!

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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