Estudiar los sucesos en el asiento del ahora, desdibuja la realidad de las circunstancias que definieron la toma de decisiones. Debemos reunir fuentes fidedignas y procurar comprender cada determinación. Este enfoque será más justo y equilibrado para observar a los gobernantes y al pueblo que les favoreció. Es una visión más cercana a la luz que resplandece nuestro destino.
En la actualidad vivimos una revolución interior. Vemos la dimensión humana de lo individual, que se incorpora a lo colectivo, en un diálogo natural.
Las fuerzas que modelan las sociedades del futuro son aquellas que se encuentran en el debate de la inteligencia artificial (IA), la fusión de la infotecnología y la biotecnología.
Estamos frente al mayor reto de nuestra historia y, del destino de la humanidad.
Comencemos por sugerir algunas de las ventajas comparativas que observamos en Costa Rica.
Los tatarabuelos que recibieron la independencia en 1821 y bisabuelos que entregaron su sangre en 1856 fueron gobernantes educados. No eran guerreros, pero si hijos de un pueblo valeroso. Expulsaron al invasor esclavista hasta dar sentido a nuestra libertad.
En 1829 el primer Jefe de Estado, Juan Mora Fernández, un maestro rural, decía al Congreso que, en medio de la sangre vertida en las hermanas naciones centroamericanas y los estragos causados por las pasiones de la guerra civil, observamos en Costa Rica que, aunque pequeña y sencilla, se ilumina de paz. El buen juicio de los costarricenses le mantiene libre y despejado de los terribles nublados. Ha sido neutral y pacífica.
En 1864 otro maestro, Jesús Jiménez informa al Congreso que, por desgracia, otras naciones centroamericanas están empeñadas en una lucha que Costa Rica no ha podido evitar al procurar un arreglo pacífico. El carácter de neutralidad que adoptó el gobierno ha permitido que algunos eligieran a Costa Rica para su asilo.
Ese amor por la libertad hace que, en los albores de la nacionalidad, el pueblo prefiera como gobernantes a figuras con preparación académica europea.
De los pocos militares, que dirigieron el país, durante el siglo XIX, destaca el General Tomás Guardia que en 1871 proclama la abolición de la pena de muerte. Esta determinación por la defensa de la vida humana es una constante hasta nuestros días.
Bernardo Soto, joven abogado, que gobernó en circunstancias aciagas expresó: el mayor peligro para la paz es el deseo de algunos de inmiscuirse en los asuntos de otros pueblos. Costa Rica únicamente ha optado por concurrir como conciliador para reestablecer la armonía entre hermanos. Su actuar sitúa al pueblo costarricense como enemigo de complicaciones y poco dado a las aventuras.
A mediados del siglo XX, José Figueres Ferrer, general victorioso de una revolución, proclama la abolición del ejército y dicta que las instalaciones militares y los recursos que le sostienen sean trasladados a la educación y salud del pueblo. Ese mismo general triunfante entrega el poder a la democracia.
Desde 1949 a la fecha, se han sucedido gobiernos democráticos en elecciones libres cada cuatro años.
En ese mismo instante de la historia, José Figueres Ferrer y los derrotados en la guerra unen corazón y mente, para resguardar y ampliar, las garantías de bienestar social establecidas durante el gobierno del presidente Rafael Ángel Calderón Guardia con apoyo de la Iglesia Católica, encabezada por Monseñor Víctor Manuel Sanabria y del partido comunista liderado por Manuel Mora Valverde.
Para los años 70’s y 80’s del siglo pasado, vuelven a resurgir las confrontaciones internas en los pueblos centroamericanos. Una vez más, Costa Rica se declaró neutral en los conflictos bélicos entre terceras naciones. El presidente Luis Alberto Monge, proclama al mundo, en 1983, la neutralidad: activa, perpetua y no armada.
En Centro América se manifestaba el conflicto, conocido como la guerra fría. Era la lucha de poder entre los dos súper potencias económicas y militares. Estados Unidos y la Unión Soviética apadrinaban a los grupos en conflicto para beneficio de sus intereses geopolíticos. Una vez más, Costa Rica, en la figura de Oscar Arias Sánchez, logra que se firme un acuerdo de paz entre las naciones centroamericanas. “El Plan de Esquipulas” fue todo un programa que dio sus frutos de pacificación. El mundo reconoce y otorga al presidente Arias, en 1987, el premio Nobel de la Paz.
Un proyecto nacional nos une en el tránsito de la historia. Costa Rica es pueblo libre, educado, democrático, justo, neutral y de paz. Enclavado en el trópico de la América, es amante y guardián de la biodiversidad.
¿Dónde se unen nuestras ventajas comparativas y como nos preparan hacia un mundo que se encamina al poder de la IA, infotecnología y biotecnología?
Seguimos en contacto. Sus opiniones son importantes para mí.
—
Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.